Desde la carretera pueden avistarse las chimeneas altas como agujas de catedral y kilómetros de tubos de colores, que ascienden, descienden y se enroscan. No hay rastro de humos y sí mucha luz. A la vera del polígono está el Mediterráneo y a escasas millas de mar la ciudad de Cartagena. No hay otro complejo industrial que ostente el récord de haber recibido la mayor inversión de la historia en España. La hizo Repsol en 2008: 3.200 millones de euros para modernizar una refinería que está cambiando de piel hoy, para adaptarse a la transición energética.
El complejo de la compañía en Cartagena emerge como ejemplo de lo que Mario Draghi acaba de exigirle a la UE en su informe: más y mejor industria, cada vez menos contaminante. Un pilar imprescindible para potenciar la innovacion y el empleo de calidad, con salarios más altos y mayor productividad.
La planta de Repsol tiene décadas de historia, pero su verdadero despegue se produjo en el arranque de este siglo. La inversión récord dio a luz a una de las refinerías más potentes del continente, con cifras mareantes: sus tres chimeneas de hormigón miden 147 metros, 10 más que la pirámide de Keops. Y el peso de todas las estructuras metálicas suma 20.000 toneladas, más de tres veces el peso de la Torre Eiffel.
Durante años, a base de inversión, Repsol y otras empresas energéticas han combatido el gran punto débil de la economía española: el poco peso de la industria en el PIB nacional. Es un problema atávico y difícil de resolver sin una apuesta estatal decidida. El sector industrial representaba casi el 20% del PIB en 1995, el nivel que la UE se planteaba como objetivo en su directriz Horizonte 2020. El peso ha ido decreciendo hasta el entorno del 15%.
Un dato más: en 1975, la industria aportaba el 28,78% del empleo en nuestro país. En 2022, según las últimas estadísticas comparables de Eurostat, el sector emplea al 13,6% de los trabajadores, frente al de media en la UE 16,6%.
Paralelamente, ha aumentado la brecha con los servicios, que representan ya más del 70% del PIB y han superado por primera vez la barrera del billón de euros de valor. Además, el 82% de la industria nacional está copada por el segmento manufacturero, con menos cualificación y peores salarios, en comparación con el sector energético.
Contra viento y marea, con nuevos impuestos, más barreras regulatorias y una coalición de Gobierno poco amiga de las multinacionales, las compañías industriales han avanzado por la senda que marca la UE. El complejo industrial de Cartagena está experimentando un viraje para producir combustibles renovables a gran escala. Repsol acaba de construir una nueva planta que ha supuesto la generación de 1.000 puestos de trabajo en las diferentes fases del proyecto y la implicación de 140 empresas auxiliares.
El motor industrial de Cartagena
Tras la ampliación, el complejo industrial de Cartagena tiene en nómina a 900 personas. Esa cifra crece hasta 5.000 si se incluye el empleo indirecto e inducido. La actividad es tal que el 70% del movimiento de mercancías del Puerto de Cartagena -el cuarto más grande de España- tiene que ver con Repsol. Y eso que la compañía que lideran Antonio Brufau y Josu Jon Imaz convive en la zona con otras instalaciones de grandes empresas energéticas. En Escombreras están afincados un ciclo combinado de Iberdrola y otro de Naturgy, más una planta de regasificación de Enagás.
Repsol quiere replicar la estrategia en Puertollano y contar con un tercer centro industrial de este tipo en España antes de 2030. El objetivo es producir cerca de 1,7 millones de toneladas de combustibles renovables en 2027 y alcanzar las 2,7 millones de toneladas anuales en 2030.
Esa apuesta requerirá una importante inyección de inversión. La estrategia de descarbonización de Repsol se basa en la transformación de sus siete complejos industriales en España en "polos multienergéticos". El plan estratégico de la multinacional contempla inversiones netas de entre 5.500 millones y 6.800 millones de euros entre 2024 y 2027, para mantener a la vanguardia sus instalaciones y desarrollar productos de bajas emisiones, como los combustibles renovables, el hidrógeno renovable o el biometano.
El rumbo de las inversiones -como ha remarcado una y otra vez el propio Imaz- dependerá del marco regulatorio y fiscal en España. El consejero delegado de Repsol tiene motivos para sospechar. Lejos de plantear facilidades, el Gobierno ya ha dejado caer su intención de convertir en permanente el impuesto extraordinario que aplica a las compañías energéticas desde 2022 y con el que ha recaudado cerca de 3.000 millones al año.
En 2023, cuando Repsol amenazó con poner en cuarentena inversiones por la enorme incertidumbre jurídica, la entonces ex vicepresidenta económica, Nadia Calviño, aseveró: "A los empresarios nunca les ha ido tan bien como con este Gobierno". Pese a la 'afrenta', la compañía ha mantenido el rumbo, estrenando proyectos como el de Cartagena, ejemplares para el impulso industrial que requiere España. Toda una lección de patriotismo económico.