Uno de los máximos directivos de Renfe Operadora fue no hace tanto tiempo una figura caída en desgracia dentro de la compañía. Ocurrió hace 10 años con otro Gobierno del PP, la misma formación que le ha vuelto a aupar a lo más alto del organigrama ferroviario tras un decenio penando en la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Alberto García Álvarez, actual director del Área de Negocio de Viajeros, lo ha sido todo en Renfe, donde lleva 32 años, pese a que en invierno de 2003 protagonizó un fiasco mayúsculo en la alta velocidad que desató las iras del entonces ministro de Fomento, el asturiano Francisco Álvarez-Cascos.
El hazmerreír de la inauguración del AVE Madrid-Lérida, en febrero de 2003, frenó en seco la carrera ascendente de García Álvarez en la empresa estatal. Fue despedido por el visceral Cascos siendo director de explotación del Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (Gif), ente que luego se convertiría en Adif. Con él cayeron otros altos cargos como el presidente de Gif, Juan Carlos Barrón, o el responsable del área de Construcción, Leonardo Torres Quevedo. El exsecretario general del PP (“general secretario”) no se andaba con chiquitas a la hora de segar cabezas.
Con las obras sin terminar en el momento de la apertura, los trabajos del AVE a Lleida, penúltimo paso antes de la conexión de Madrid con Barcelona, tuvieron que demorarse nueve meses más de lo previsto y presentaron un sobrecoste de 150 millones de euros. Pero el mayor ridículo se produjo en el momento de la inauguración: días antes de abrir la venta de billetes al gran público, Renfe habilitó una serie de “viajes promocionales” para políticos, empresarios, periodistas y otros colectivos invitados. Y en esos viajes, en los que subieron a los trenes centenares de personas, se detectaron graves fallos en el sistema de señalización que pusieron en riesgo la seguridad de los pasajeros. “Tuvimos un percance, un golpe fruto de un choque leve o de un socavón, no recuerdo bien. Al llegar a Zaragoza, se detuvieron los AVE y el secretario de Estado de Fomento de aquella etapa, Benigno Blanco, improvisó una rueda de prensa que fue una auténtica chapuza”, evoca uno de los reporteros que acudió a la inauguración.
De acuerdo con lo publicado por los medios en febrero de 2003, fallaron tanto el nuevo sistema de señalización ERTMS como su alternativa, el viejo ASFA, que no estaba preparado para velocidades superiores a 200 kilómetros por hora. “Nadie se atrevió a decirle al ministro que se corría el riesgo de fracasar si en esas fechas se hacían viajes promocionales”, recuerda una fuente de Renfe. Al parecer, uno de los que no se atrevió fue Alberto García, principal valedor del nuevo tramo.
El Madrid-Lleida precedió al esperado estreno del AVE Madrid-Barcelona, en diciembre de 2007. Por su parte, Alberto García, que goza de buena estrella con los Ejecutivos del PP, es hoy, entre otras cosas, el paladín de la nueva política tarifaria de Renfe, basada en una batería generalizada de descuentos en trenes de alta velocidad y cuyos resultados están todavía por ver, especialmente en el capítulo de ingresos.