El último día como policía en activo del comisario José Villarejo, un hombre fue el encargado de guardar a buen recaudo las diversas identidades que usaba como agente encubierto. El polémico mando le remitió todos los documentos excepto uno, que dijo haberlo extraviado. Esta persona era Miguel Ángel Bayo y sirva este ejemplo para ilustrar el nivel de confianza que le unía tanto a Villarejo como a otros protagonistas de las maniobras policiales contra líderes independentistas catalanes o dirigentes de Podemos que tuvieron lugar bajo el mandato del exministro del Interior Jorge Fernández Díaz.
Hace unas semanas, un sector de la Policía puso en marcha una maniobra para colocar al guardián de todos estos secretos en el corazón del Ministerio del Interior, concretamente en la Secretaría de Estado de Seguridad, según la documentación a la que ha tenido acceso Vozpópuli. Sin embargo, según informan fuentes conocedoras de estos movimientos, el plan fue abortado por el equipo del exministro Juan Ignacio Zoido.
Miguel Ángel Bayo estaba destinado en la Dirección Adjunta de la Policía, pero nunca apareció salpicado en ningún escándalo de los que afectaron a ese departamento. Su trabajo siempre pasó desapercibido a diferencia del protagonismo que acapararon en la prensa otros nombres como el del propio Villarejo, su jefe Eugenio Pino, José Ángel Fuentes Gago, Bonifacio Díaz o Marcelino Martín Blas, entre otros. Cuando todos ellos llegaron a la sede de la Dirección General de la Policía, en la calle Miguel Ángel de Madrid, Bayo ya estaba allí. Llevaba, de hecho, 32 años en ese lugar, uno de los más sensibles para la seguridad del Estado.
Un 'Rasputín' de la Policía
Esta especie de 'Rasputín' de la Policía no tardó en ganarse la confianza del director adjunto operativo, Eugenio Pino, nombrado tras la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa en 2011. Pino dirigió con mano firme la institución y bajo el paraguas de Fernández Díaz gozó de plenos poderes, casi por encima del propio director general, Ignacio Cosidó. En la trastienda del día a día siempre estuvo Miguel Ángel Bayo.
Revisaba los escritos oficiales y comunicaciones internas del director adjunto operativo, gestionaba las respuestas parlamentarias del Ministerio sobre la polémica detención de ‘el pequeño Nicolás’, que derivó en la guerra entre Villarejo y Martín Blas o tenía acceso a los movimientos de los fondos reservados con los que se hacían investigaciones sin tener que dar excesivas explicaciones. Sabía en qué se gastaban el dinero en la Dirección Adjunta Operativa en la que Villarejo era uno de los agentes más activos.
Fueron los años de la llamada 'operación Cataluña', tal y como admitió en sede judicial el veterano comisario, actualmente en prisión. En el marco de aquella estrategia se fabricaron informes apócrifos como el atribuido a la UDEF sobre los Pujol días antes de las elecciones catalanas de 2012. También crearon el llamado Informe P.I.S.A, que vinculaba al líder de Podemos, Pablo Iglesias, con una presunta financiación irregular iraní. El contenido de este trabajo, con datos no contrastados, no mereció siquiera su judicialización por parte de la Fiscalía.
Medalla pensionada en 2015
Durante esa época, Bayo fue condecorado en 2015 con una medalla roja al mérito policial, que conlleva una pensión vitalicia de un 10 por ciento del sueldo. Según la Ley 5/1964 que regula estas condecoraciones, la medalla con distintivo rojo se otorga a quien haya resultado herido en acto de servicio o participado en al menos tres servicios en los que haya corrido peligro la vida del policía por el uso de armas, haberla puesto en peligro durante un hecho abnegado o, en su caso, a través de una conducta de especial trascendencia.
Esta última frase es la que da pie a todo tipo de interpretaciones subjetivas de la que históricamente se han valido muchos policías para ser reconocidos con estas medallas pensionadas a pesar de realizar trabajos de despacho en los que no ponían en riesgo su vida.
Bayo ya tenía otra medalla roja que sumar a su pensión, recibida en 2005. También dos con distintivo blanco, una de ellas de la Guardia Civil. El propio Pino justificó otorgarle su última medalla en un escrito al que también ha tenido acceso este periódico: “Es el encargado de la gestión y control de todo lo relativo a los fondos por gastos reservados del Cuerpo Nacional de Policía teniendo la información que maneja en este ámbito carácter secreto”.
Es facultativo
Miguel Ángel Bayo ingresó en la Policía en 1979, pero años después opositó a las plazas de facultativo que ofertó el Cuerpo en 1990 y que le daban acceso a desempeñar funciones de mayor responsabilidad. Técnicamente abandonó la carrera policial, aunque siguió dentro de la institución. Las plazas de facultativos -unas cien- son las que se reservan para aquellos que, sin ser policías y teniendo titulación superior, se ocupan de tareas de apoyo a la labor policial, generalmente en el ámbito sanitario o en el administrativo, como es el caso de Bayo.
Según decía su currículum en abril de 2015, asesoraba al director adjunto operativo. Su puesto era el de “jefe de área de coordinación y apoyo”. Antes desempeñó tareas administrativas, ejerció de analista y también fue jefe de servicio. Tras la salida de Pino por jubilación en junio de 2016, llegó el comisario principal Florentino Villabona, quien mantuvo en el puesto a Bayo como habían hechos todos sus antecesores durante tres décadas. Esta situación no cambió hasta que Zoido remodeló la cúpula policial y prescindió de la figura del director adjunto operativo para distribuir su poder entre cuatro jefes centrales.
Más de un cuarto de siglo después Bayo cambió de destino, aunque no se fue muy lejos. En lo que dentro del Cuerpo se consideró como “una patada para arriba”, pasó a ser asesor del Director General de la Policía, cargo que seguía desempeñando cuando a finales de enero comenzaron los movimientos para llevarle a interior. La Comisaría General de Policía Judicial remitió un escrito el 29 de enero al jefe central de Información, Juan Carlos Ortiz, en el que proponía a Bayo como “un candidato idóneo” por su “dilata experiencia” y su “formación técnica” para el puesto de secretario del Comité Técnico de Unidades de Policía Judicial.
Su contacto en el Ministerio
Esta plaza, que venía siendo ocupada por un guardia civil, quedaba vacante por jubilación y el escrito apelaba a la “lógica y habitual alternancia” entre cuerpos para que recayera sobre Bayo, de la Policía Nacional. Desde la Jefatura central elevaron la propuesta a la Secretaría de Estado y ahí entró en juego uno de los principales valedores de Bayo, un compañero de promoción tanto en la Policía como en la primera oferta de plazas como facultativos de 1990.
Con otras dos medallas rojas pensionadas (la última concedida el mismo año que a Bayo) este 'padrino' actualmente desempeña el cargo de vocal asesor en la Secretaría de Estado y, como su amigo, ha logrado sobrevivir a varios ‘números dos’ de Interior, incluyendo -de momento- a la recién nombrada Ana María Botella. Tras varias semanas en las que unos y otros han movido sus fichas, el Ministerio terminó por cerrar la puerta a este facultativo vinculado a Villarejo y al resto de hombres de confianza de Eugenio Pino en una de las etapas más polémicas de la Policía.