La polémica, o más bien, la clara irritación, sobre la política discrecional de compras en el mercado de deuda del Banco Central Europeo (BCE) aumenta por momentos. El organismo emisor, bajo el férreo control de la canciller Ángela Merkel, muestra una pasividad enorme, que ha permitido que Italia tenga su deuda por encima del 7% y que España esté pagando sus emisiones a unos tipos de país al borde de la intervención. Mientras, Merkel controla férreamente el devenir de los acontecimientos en toda Europa.
Las voces se escuchan por doquier:
Ayer, JP Morgan se preguntaba “¿cuánto se tiene que acercar la ruptura del euro para que Alemania permita al BCE actuar como prestamista a los estados?” Algo antes, el primer ministro irlandés, Mr. Enda Kenny, le decía esta semana a Merkel que “sólo el BCE tiene capacidad ilimitada contra el pánico financiero”. La directora de la oficina de deuda italiana, Maria Cannatta, reclamaba “más valentía en las intervenciones del BCE, sobre todo ahora que Francia empieza a peligrar”. Un clamor popular: ¿A qué espera Europa, es decir, Alemania, para poner orden en la debacle?
Hay auténtico malestar entre los operadores, que no comprenden por qué unos días el banco central aparece, otros no; unos favorece a España, otros a Italia y al final permite que entren en una inesperada situación de rescate países que no lo estaban. Ahora le ha tocado a España, pero Francia aguarda su turno. Todo, sin una intención concreta.
La canciller alemana maneja los hilos del órgano emisor, utilizándolo de palanca para poner o quitar Gobiernos (Grecia, Italia, Portugal), o imponer medidas de recorte social en otros países, como España. Todo ello, para salvar la Eurozona, en teoría, pero cada vez son más las voces que señalan que lo que hay detrás de verdad es la salvación del sistema financiero alemán, el más apalancado de Europa.
Se ha quedado sola
“Pero Merkel se ha quedado sola”, señalan muchos expertos. Hasta hace poco, los guardianes de la ortodoxia económica en la zona Euro eran la propia mandataria alemana y Nicolás Sarkozy, presidente de la república de Francia. Pero la realidad de los mercados manda: Francia ya tiene 200 puntos básicos de prima de riesgo y Sarkozy se ha descolgado de la foto de los elegidos.
Es cierto, nuestro país vecino tiene una estructura de gastos muy potente, así como una enorme exposición bancaria a la deuda de Italia y Grecia. Pero no es razonable que el BCE no haya tenido misericordia y dejara caer sin la menor contemplación al bono francés, que se ha unido al pelotón de los torpes, donde ya estaban, por orden de castigo, Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España, Bélgica y Austria.
¿Qué se espera de la institución que comanda Mario Draghi? Una actuación similar a la de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza o el Banco de Japón, en defensa de las economías de cada país. Así, Inglaterra o EE UU, con unos montantes de deuda superiores a los de cualquier país de la Eurozona, tienen sus tipos de interés de sus bonos en una zona de país triple A.
El BCE, por el contrario, está mostrando una pasividad irritante, amparado en que sólo está para controlar la inflación y no para estimular la economía, y parece totalmente dirigido por Alemania, que es la gran contribuyente del organismo. Ya han caído Grecia, pero luego, por un aparente efecto contagio sin más, Italia y España, con Merkel dictando el calendario electoral y de reformas económicas que debían seguir los países de la Eurozona.
Rajoy adelanta explicaciones
En España, se ha podido ver a Mariano Rajoy prometiendo a la líder alemana que en cuanto gane las elecciones hará todos los ajustes precisos. Política en España al dictado. También ha sido destacable ver cómo Mario Monti, nuevo primer ministro italiano, recibía la feliitación alemana y la orden imperativa de que se aplique ya mismo con los ajustes.
Alemania, que es la gran prestamista de toda la Eurozona, exige recortes a todos sus miembros, para que no se debilite su sistema financiero que, de todas formas, es el de mayor apalancamiento de Europa. Ángela Merkel sólo quiere sacrificios por parte de los deudores en un entorno de crisis global, algo que no es sostenible.
Los expertos consideran que en situaciones tan críticas como las actuales, deben flexibilizar sus posturas tanto los deudores como los acreedores, repartiendo costes. Así, demandan que el BCE sea capaz de asegurar un relajamiento de tipos que permitiera la refinanciación de los masivos vencimientos del año que viene, algo que sería perfectamente compatible con un crecimiento económico en la Eurozona, evitando políticas económicas tan restrictivas como las que quiere imponer Merkel.
Otro asunto sobre el que la germana se ha mostrado beligerante es en la compra por parte del BCE en los mercados primarios, ayudando así a financiar a los estados. El Bundesbank prohíbe expresamente esta práctica (monetizar la deuda), pero el argumento legal en el que se escuda Merkel sería fácilmente evitable
Así, ni el BCE actúa con decisión ni se escucha nada concreto sobre el Fondo de Rescate. Con esta incertidumbre, Merkel hace y deshace a su antojo, aunque lo que está en riesgo ya es la supervivencia del Euro.
Ayer mismo, Mario Monti, señalaba que “Italia no será creíble hasta que no vuelva a crecer”. Merkel plantea un escenario en el que los países simplemente paguen sus deudas y sufran internamente lo que tengan que sufrir, sin importarle lo más mínimo. El decrecimiento o recesión lo deberán compensar con nuevos ajustes. Sin embargo, estos recortes también pueden terminar por pasar factura a Alemania, país netamente exportador, sobre todo a los países periféricos.
Mientras todo esto ocurre, en el partido conservador alemán CDU, gobernante en Alemania, se rechazaba este pasado fin de semana el Eurobono, la socialización de la deuda y se pedían mecanismos de salida del Euro. Deutchland über alles.