Rodrigo Rato sigue siendo para la imaginería del PP uno de sus más preciados símbolos. El que fuera todopoderoso vicepresidente económico de los Gobiernos de Aznar durante ocho años ininterrumpidos es el rostro hacia el que se vuelven no pocos dirigentes del PP en épocas de tribulación. Y la de ahora lo es pero no porque cuestionen el liderazgo del hombre con el que han conseguido las más altas cuotas de poder, Mariano Rajoy, sino porque entienden que la sola imagen de Rato, investido de nuevo vicepresidente económico, serviría para dar esa imagen de confianza que anhelan los mercados.
En la sede nacional del Partido Popular es cada vez mayor el número de voces que creen que Rajoy debería telefonear a Rato, explicarle que la patria le necesita una vez más, y exponerle ante los mercados como el hombre que hizo posible el milagro económico español a partir de 1996, el mismo que fue director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y que, ahora, se ha hecho un experto del mundo financiero con su responsabilidad al frente de Bankia.
¡¡Que venga Rodrigo!! dicen y es que no acaban de ver otro rostro que sea perfectamente reconocible en Europa, respetado y capaz de hablar de tú a tú al resto de los ministros de Economía de la Unión, por mucho que haya otros nombres capaces en la órbita del PP. Se necesita, arguyen, fondo, pero también forma. La confianza, esa fibra sensible por la que se mueve la economía, se alcanza en buena parte cuando se reconoce el rostro que pone cara a las cifras.