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Un eurodiputado francés relata en su libro por qué ‘no hay que creer nunca a los bancos’

Un título largo pero claro: Lo que dicen los bancos y por qué no hay que creerlos (casi) nunca.

Un título largo pero claro: Lo que dicen los bancos y por qué no hay que creerlos (casi) nunca. Pascal Canfin, su autor, describe cómo los lobbies bancarios, muy presentes en Bruselas, han bosquejado argumentos imparables contra la regulación bancaria: “No somos responsables de la crisis de la zona euro”, “No especulamos contra los Estados”, “Los bancos no han costado nada a los contribuyentes”… Desglosando esos argumentos, Pascal Canfin también desvela cómo la finanza desregulada ha llevado a la crisis de 2008 y recomienda pasos para restablecer la autoridad política sobre los mercados.

Un parlamentario europeo siempre lo confirmará: el lobby bancario está muy implementado en Bruselas. En la Comisión, el Parlamento, el Consejo europeo, la banca gasta una cantidad astronómica de dinero para cumplir dos objetivos: obtener plazo en la aplicación de nuevas medidas y mantener un nivel de fondos propios muy bajo. Igualmente, toda legislación que va en contra de sus intereses está rechazada.
Hoy en día, si los bancos no especulan, financian a los fondos especulativos. En Estados Unidos, esas actividades bancarias estarán prohibidas en 2012 por la Volcker rule, pero en Europa, sólo un país va a aplicarla, Reino Unido. “El resto de los países sigue reflexionando porque el lobby bancario ha podido convencerles de que los grandes bancos europeos han resistido a la crisis financiera, por lo tanto esa medida sería inútil” añade Alexis Frémeaux, asistente parlamentario de Pascal Canfin.

Exigir más a los bancos

Otra letanía bancaria: no son responsables de la crisis de deuda soberana. Incluso si la crisis financiera de 2008 ha llevado los Estados a garantizar la solvencia de los bancos y a pagar para reactivar la economía. Cuatro años después, muchos países se encuentran en una situación de sobrendeudamiento que sí tiene mucho que ver con el sector bancario. “La deuda provocada por la crisis financiera representa el 20% del PIB de toda la zona euro” dice Alexis Frémeaux. Con tal rescate, los Estados no quieren repetir la experiencia y exigen más a los bancos. Así pues, el G20 y el Comité de Basilea negocian desde 2010 Basilea III, un acuerdo internacional de reglamentación bancaria que sucede a Basilea I (1988) y Basilea II (2004).

Los fondos propios de las instituciones financieras están situados ahora entre 7 y 8% para los grandes bancos -esta cifra había bajado a 4% antes de la crisis financiera-. Basilea III exige un 9% de fondos propios, pero el lobby bancario ha obtenido que esa exigencia sea plenamente aplicada en 2018, es decir, diez años después de la crisis financiera.

La regulación de los bonus de los traders, en 2010, también se negoció en la Unión europea con muchos tiras y aflojas y un lobbying intenso de parte de la banca, afirmando que limitar los bonus mataría su competitividad y que sus traders se irían. “Algunos países, como Francia, han escuchado a los bancos antes que a su propia opinión pública, indignada por el importe de esos bonus. Pero hoy, son los bancos que reducen las plantillas y los bonus de los traders.”

Estados responsables

Ese lobbying lleva a veces a situaciones paradójicas, como en Reino Unido, donde varios grandes bancos han entrado en bancarrota y han sido nacionalizados, pero siguen en contra de cualquier regulación. “Me acuerdo cuando los representantes de bancos ingleses vinieron en mi despacho y me dijeron que, para ellos, la solución siempre conlleva la ayuda del Estado en caso de problema” relata Pascal Canfin.

En parte, los Estados son responsables en la desregulación del sistema financiero, iniciada en toda Europa en los años 80. También es su responsabilidad volver a instaurar poder político en los mercados. Pero falta voluntad política. La mayoría de los países de la UE prefieren defender los intereses de los bancos antes que los de sus ciudadanos. Es el caso incluso en España: “Durante el Ecofin del 17 de mayo de 2011, España era muy reticente a la hora de tomar medidas contra la especulación sobre las deudas porque, en el fondo, había voluntad de no enojar a los mercados. “Dejemos especular libremente, que las aguas vuelvan a su cauce, nuestro mercado es frágil” era el mensaje español. Hemos visto cómo esa postura llevó a la crisis de deuda soberana en agosto de 2011. Los Estados se dieron cuenta entonces de que iban a perder más que ganar dejando a los mercados totalmente libres” según Alexis Frémeaux.

En general, España apoya a las reformas financieras. Sin embargo, se opuso claramente a la medida principal de la regulación sobre la deuda soberana, la prohibición de comprar Credit Default Swaps “desnudos”. El Parlamento Europeo consiguió convencer a los Estados: “es sólo un primer paso. Que la política retome el control del sector financiero es uno de los retos más importantes del periodo histórico en el que nos encontramos.”

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