España

La clase política compite en la carrera de elogios hacia Suárez pero da la espalda al ánimo conciliador de la Transición

El rápido empeoramiento en el estado de salud de Adolfo Suárez y el temor a un inminente desenlace, expresado ayer por su hijo, han provocado un auténtico torrente de elogios por el papel conciliador que desempeñó en la Transición. Sin embargo, la triste noticia pilla a la clase política con el pie cambiado, sin haber sabido trabar acuerdos para acelerar la salida de la crisis económica más grave que se recuerda desde la segunda Guerra Mundial ni tampoco frente al desafío soberanista en Cataluña.

Lo comentaba recientemente la portavoz de UPyD, Rosa Díez, antes de conocer el agravamiento del estado de salud de Adolfo Suárez. “Están quedando al descubierto las incoherencias del PP y del PSOE, “incapaces, cuando realmente hizo falta, de hacer una coalición para defender el interés general de España”. Citaba como ejemplo la masacre del 11-M, “utilizada por los dos grandes partidos para tirarse los trastos a la cabeza cuando lo que el país necesitaba era unidad de acción”. “Entonces sí tuvieron su gran oportunidad de demostrar que compartían los mismos valores y la desaprovecharon”, exclamaba en declaraciones a este medio.

Los atentados del 11-M, la crisis económica y el desafío catalán, tres episodios en los que ha naufragado el ánimo conciliador que rigió la Transición

En breve, cuando el Parlamento se disponga a rendir homenaje al que fue el principal referente de la Transición, se entenderá mejor que los reproches de Rosa Díez a los dos grandes partidos pueden extenderse sin limitaciones a los desacuerdos de los que han hecho gala cuando han abordado en el debate parlamentario medidas para la salida de la crisis económica o para dar una respuesta eficaz y negociada al conflicto catalán.

El presidente del Congreso, Jesús Posada, aludía implícitamente a estas graves deficiencias cuando hace dos semanas inauguraba el Museo Adolfo Suárez en la localidad abulense de Cebreros, la cuna del expresidente. “Hoy, cuando la vida social y política parece a veces dominada por la crispación, hemos de renovar nuestro compromiso con el diálogo, la moderación y la concordia. Aprendamos y actualicemos aquel espíritu de la Transición. Estoy seguro de que esta será nuestra garantía de éxito para afrontar unidos los desafíos a los que España debe enfrentarse”, sentenció.

 "Hemos de renovar nuestro compromiso con el diálogo, la moderación y la concordia", afirma el presidente del Congreso

La respuesta al llamamiento de Posada solo se percibe de forma lateral en las reacciones que ayer provocó en la clase política el anuncio de que el fallecimiento de Suárez puede ser inminente. Ministros, dirigentes del PP, del PSOE e Izquierda Unida, ‘barones’ regionales y antiguos colaboradores del expresidente, le elogiaron por su papel conciliador y actitud pactista durante la Transición. La que fue más lejos es la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría: “Estos días nos tienen que llevar a actualizar el espíritu de concordia y diálogo, de saber construir, de mirar con generosidad hacia el futuro y darnos cuenta de que la democracia española, a la que Suárez ha contribuido de manera excepcional, merecen un gran reconocimiento diario de trabajo”.
Mientras tanto, el Congreso de los Diputados ha dispuesto todos los preparativos para rendir a Suárez el homenaje que se merece, siempre sujeto a lo que decida finalmente su familia. Fue así en el caso del ex presidente Leopoldo Calvo-Sotelo, se le dio también un fuerte relieve en la Cámara Baja al fallecimiento del ‘padre’ de la Constitución Gabriel Cisneros, pero no ocurrió lo mismo con Manuel Fraga ni con Jordi Solé Tura.

Las familias de Manuel Fraga y de Jordi Solé Tura renunciaron a instalar la capilla ardiente en el viejo palacete de la Carrera de San Jerónimo

Lo que diga la familia de Adolfo Suárez, se hará, aseguran fuentes parlamentarias. Aun así, el Congreso ya tiene todo preparado para albergar la capilla ardiente del expresidente para el supuesto de que se le brinde el mismo tratamiento que a Leopoldo Calvo-Sotelo en mayo de 2008. En aquella ocasión, José Luis Rodríguez Zapatero, como presidente del Gobierno, y los expresidentes del Congreso y el Senado José Bono y Javier Rojo, recibieron en el viejo palacete de la Carrera de San Jerónimo, junto a una sección de honor del Ejército, el féretro con sus restos mortales y allí mismo se instaló el velatorio. El lugar elegido fue el Salón de los Pasos Perdidos desde donde, después de la ceremonia, se trasladaron los restos a la localidad gallega de Ribadeo. Cuatro días después de su fallecimiento, se oficiaron los funerales de Estado en la madrileña catedral de La Almudena con la asistencia de la Familia Real y el resto de autoridades del Estado.

El Congreso rindió un homenaje también parecido a Gabriel Cisneros, uno de los ‘padres’ de la Constitución, tras su muerte en el verano de 2007. Por la capilla ardiente, instalada en lo que su familia conocía como su segunda casa, pasaron la mayoría de sus amigos y se vivieron algunas anécdotas ya que hubo ciudadanos que creyeron que se trataba de una jornada de puertas abiertas y se colaron en el edificio.

Leopoldo Calvo-Sotelo y Gabriel Cisneros tuvieron el homenaje de despedida que les quiso rendir la Cámara Baja

No se hizo así con Jordi Solé Tura, otro de los ‘padres’ de la Constitución y referencia de la Transición, cuando falleció hace cinco años víctima también de la enfermedad de alzheimer, ya que su familia prefirió instalar la capilla ardiente en el Palau de la Generalitat. Tampoco se siguió en el Congreso el mismo protocolo tras el fallecimiento de Manuel Fraga. En el caso del expresidente del PP, fallecido en enero de 2012, su familia decidió instalar la capilla ardiente en su casa, un modesto domicilio del barrio madrileño de Argüelles, antes del traslado de sus restos a la localidad gallega de Perbes.

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