Sí, como lo oyen, Matt Damon, el mismo que repartía guantazos a diestro y siniestro confundido por su auténtica identidad, está en huelga. No protesta por la crisis de salarios, ni por la guerra de ningún sitio, ni por los derechos de ningún animalito en peligro de extinción. Protesta porque cada 21 segundos un niño muere por enfermedades relacionadas con la salubridad del agua.

El rápido empeoramiento en el estado de salud de Adolfo Suárez y el temor a un inminente desenlace, expresado ayer por su hijo, han provocado un auténtico torrente de elogios por el papel conciliador que desempeñó en la Transición. Sin embargo, la triste noticia pilla a la clase política con el pie cambiado, sin haber sabido trabar acuerdos para acelerar la salida de la crisis económica más grave que se recuerda desde la segunda Guerra Mundial ni tampoco frente al desafío soberanista en Cataluña.

Tras el regreso de la temporada de Fórmula 1 la semana pasada, las motos hacen lo propio este mismo fin de semana. ¿Un motivo de alegría? Según para quien. Además del disgusto que se habrá llevado algún aficionado con eso de que se acaba ver todas las carreras en abierto, alguno también estará llorando amargamente y gritando “¿Por qué? ¿Por qué?” con la vuelta de los presentadores escogidos por las cadenas para estos eventos, Antonio Lobato y Nico Abad, cuyas retransmisiones suelen ser habitualmente juzgadas con dureza.