No levanta cabeza en las encuestas, hasta el punto de que las señales de alarma ya han sonado en Génova. Alberto Fabra no lograría los votos suficientes para mantener el gobierno en una de las comunidades clave para su partido. Madrid y la Comunidad Valenciana son simbólicos estandartes del poderío territorial del PP. La situación es tan desesperada que el presidente valenciano ha desfilado la semana última por los despachos de Génova donde fue objeto de una severa admonición por parte de la secretaría general, según desveló Abc y ha podido confirmar este diario. O se reacciona ya o se busca otra alternativa para el cartel electoral.
Suceder a Francisco Camps tras uno de los periodos más turbulentos que haya vivido la región no era tarea fácil. Ese reto le cayó en suerte a Alberto Fabra, un político de larga trayectoria en el Partido Popular pero de escaso relieve y mínimo tirón popular.
Nada más llegar a la presidencia, Fabra intentó restañar las heridas abiertas por el agitado período de gobierno de Camps y se propuso potenciar el partido, superando diferencias y disputas entre las diversas familias internas. La situación económica de uno de los territorios más prósperos de nuestro aparecía estrangulada por las deudas. El estado de ánimo de la sociedad se encontraba por los suelos. Y la figura de Fabra para recuperar el tono en estos dos ámbitos no parecía la más adecuada.
Peso específico
En sus dos años de gobierno, Fabra se ha mostrado como un dirigente con escasa personalidad. Tiene a medio partido en su contra y no ha logrado siquiera granjearse el respaldo de algunos de los dirigentes clave de su entorno, como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, con quien mantiene unas relaciones algo más que tirantes y quien ya ha comentado en privado su disposición a no presentarse de nuevo a la alcaldía de Valencia.
También ha tenido problemas con otro factótum local, Juan Cotino, político todavía con gran peso en Madrid. Y no le ha ido mejor con Alfonso Rús, presidente del PP provincial valenciano y con cierta influencia en las bases. Al cabo, Fabra procede de Castellón, la provincia con menos peso específico de la Comunidad.
Tampoco el presidente valenciano ha logrado establecer una buena líea de diálogo con el ministerio de Hacienda para conseguir ayuda a los enormes esfuerzos de ajustes y recortes que la Comunidad necesita. "Carece de peso específico en Madrid, allí apenas le escuchan", comentaba recientemente un alto cargo nacional. Montoro no ha visto con buenos ojos las medidas adoptadas hasta ahora en Valencia, aunque finalmente aceptó montar un grupo de trabajo especial para revisar la financiación autonómica, a la vista del desastre inminente e irreversible. Fabra, cierto es, sí se queja en Madrid, pero cuando lo hace, lo hace mal, apuntan algunos de los suyos.
Abucheos e insultos
Carente de fuste político, de iniciativa y hasta de temple, cuentan en los mentideros valencianos que Fabra tuvo que recurrir a expertos en comunicación para ser instruído sobre cómo actuar en las apariciones públicas. Tiene además sobre sus espaldas la losa de una imagen de corrupción que lastra las apariciones de los políticos del PP en valenciano, en las que suelen ser objeto de pitadas, abucheos y de insultos de todo tipo.
Sin medidas económicas de estímulo, con problemas sociales frecuentes, con las arcas prácticamente vacías, Alberto Fabra se encuentra ante una situación casi desesperada. No acierta a dar con la tecla que le lleve a remontar en los sondeos, hundidos en la actualidad hasta índices quizás irremediables. La fuga de votos hacia UPyD es ostensible y aunque el PSCV no remonta espectacualrmete, las proyecciones demosópicas apuntan a la posibilidad de un gobierno socialista en coalición con Compromís y Esquerra Unida. Un tripartito a la catalana, algo que a muchos valencianos les hace temblar.
Fuentes próximas al gobierno valenciano han comentado que en Madrid le han exigido resultados, tanto en el relanzamiento del partido, en la búsqueda de la cohesión perdida, en engrasar las relaciones con sus dirigentes y en ofrecer una salida a la actual situación. Se le ha transmitido la idea de que si no es capaz de lograrlo, habrá que sondear otra figura para que conduzca la nave de la Comunidad de cara a las próximas autonómicas, aún lejanas pero no tanto. Esta comunidad es clave para Moncloa que se enfrenta con una situación muy complicada de cara a las autonómicas y municipales de 2015, con Madrid pendiente de un hilo y Valencia casi perdida.
En la Comunidad se percibe una sensación de que el Consell está próximo al colapso. No se adivinan salidas posibles a la crisis, no se advierten señales de recuperación y ha desaparecido el dinamismo que caracterizó en tiempos a la región. Por otra parte, los partidos opositores se muestran cada vez más duros con el Gobierno que incluso tiene que hacer frente a una corriente interna muy crítica, heredada de los tiempos de Camps, que se afana por llevarse por delante al actual presidente. El tiempo corre en contra de Fabra. Y el cronómetro se ha puesto en marcha.