“Yo con Esperanza Aguirre tengo muchísimas diferencias, pero esto no lo he visto jamás, abandonar el barco con muertos en la bodega. Por eso creo que las palabras de Esperanza (quien dijo: “Hay que llegar al conocimiento de la verdad, caiga quien caiga”) han sido acertadas. Lo normal es que dentro del grupo no nos pudiéramos ni ver, pero tras lo del Madrid Arena hemos decidido actuar con una sola voz”. Esta cita, pronunciada por un alto cargo del Partido Socialista de Madrid y acérrimo opositor a Tomás Gómez, da cuenta del caramelo que Ana Botella ha regalado a la oposición en el Ayuntamiento, PSOE, IU y UPyD.
La cita también da cuenta del grado de división existente en el PSM, cuyos engranajes controla Tomás Gómez a cambio de tener a media agrupación en su contra. No obstante, los continuos traspiés de la alcaldesa, las contradictorias versiones sobre el siniestro, los informes policiales y técnicos desaconsejando el uso de instalaciones municipales, las ruedas de prensa desastrosas y, sobre todo, la revelación del diario Economía Digital sobre el viaje de Botella a un hotel de lujo en Portugal cuando aún no había fallecido la cuarta víctima del accidente de Halloween han propulsado a la oposición de manera inusitada. Y eso que dos de estas formaciones, PSOE e IU, atraviesan por serias divisiones que amenazan a su organización interna. La tercera, UPyD, nueva en la legislatura, se presenta en cambio más compacta y activa.
En el caso de los socialistas, el grupo municipal se reunió el pasado martes para delegar las intervenciones sobre la tragedia del Madrid Arena en su portavoz, Jaime Lissavetzky. Tomás Gómez, el líder del PSM, se adelantó al grupo pidiendo directamente la cabeza de Botella. Lissavetzky, en la línea de que una desgracia así merece toda la cautela, solo habló de dimisiones cuando vieron la luz los viajes de Botella a Portugal. “Tengo que decirle a la alcaldesa de Madrid que dé la cara o que se vaya”.
A nadie sorprendería que Gómez, con un ojo en Ferraz, vaya a su aire y endurezca las críticas a la alcaldesa.
Parece que en el partido se ha llegado un consenso para adjudicar a Lissavetzky las próximas iniciativas, pero no sorprendería que Gómez irrumpiese de tanto en cuando con declaraciones explosivas: a nadie le escapa que el de Parla tiene un ojo en Ferraz, con la idea de reeditar el fallido asalto del XXXVIII congreso de Sevilla de la mano de su aliada Carmé Chacón. Lejos de cicatrizar, las grietas en la antigua Federación Socialista Madrileña siguen muy latentes, y los detractores de Gómez no perderán ocasión de destronarlo del aparato regional en los próximos tres años, sugiere un diputado de la Asamblea.
La situación no es menos mala en IU. A punto de celebrarse la asamblea regional, de la que saldrá la ejecutiva de la federación madrileña, un cisma insalvable separa a la familia afín a los portavoces en el Ayuntamiento y la Asamblea, Ángel Pérez y Gregorio Gordo, y a la corriente llamazarista de Rivas, el municipio más grande de España gobernado por IU. Aunque a diferencia del PSM los navajazos internos no se asestan con tanta publicidad, éstos existen, hasta el punto de que compañeros de escaño apenas si se dirigen la palabra. La situación se ha agravado desde la imputación por acoso sexual de Miguel Reneses, responsable de organización federal y diputado en la Asamblea de Madrid. Próximo a Ángel Pérez, Reneses no ha dimitido de ningún cargo.
Lissavetzky, Pérez y David Ortega, portavoz de UPyD, cuyo equipo municipal no presenta de momento fracturas, tienen ahora una situación inmejorable para desgastar a la esposa del expresidente Aznar. A los tres los medios no les han dado mucho la palabra durante la cobertura de la tragedia del Madrid Arena y sus causas: tampoco lo han necesitado, gracias a la pericia de una alcaldesa empeñada en batir récords negativos durante su mandato.