La famosa cena entre Angela Merkel y Mariano Rajoy en Dublín vivió momentos más tensos de los que, en principio, según ha trascendido hasta ahora, se produjeron entre ellos. Hubo varios apartes entre ambos dirigentes, líderes de las dos delegaciones más potentes de cuantas participaban en la cumbre conservadora europea. Rajoy llegó con sus peticiones bajo el brazo. Todas ellas previsibles. Vicepresidencia de la Comisión, item en el Parlamento Europeo y presidencia del Eurogrupo. Es decir, sillones potentes en el puente de mando europeo.
Vagas promesas
Pero al caer la noche, el presidente español encontraba distante y esquiva a su interlocutora alemana. Promesas vagas y buenas palabras durante la cena. Y, eso sí, exigencia de que los delegados españoles respaldaran al candidato luxemburgués, el polémico, histriónico e intratable Jean Claude Junker frente al francés Michael Barnier, un perfecto gentleman de excelentes relaciones entre los europeístas españoles.
Tan etéreas eran las palabras de Merkel, tan escasamente concretos sus compromisos que Rajoy solicitó un aparte y, de acuerdo con las mencionadas fuentes, le amenazó con romper la baraja, dinamitar los preacuerdos y con una carta inesperada: presentar un candidato propio de última hora al margen de los dos finalistas.
La canciller alemana y líder del CDU reaccionó con perplejidad. Sabía que Rajoy iba a plantear peticiones pero no se esperaba una presión tan intensa, de acuerdo con fuentes del partido. Las conversaciones, lejos de los salones del comedor donde se celebraba la cena oficial, fueron de gran intensidad. Rajoy no estaba dispuesto a cederle sus apoyos al candidato de Merkel a cambio de nubes. El peso específico de España dentro del ámbito conservador europeo ha aumentado en relevancia en los últimos meses. Su relación con Merkel es eficaz sin aspavientos. Se respetan y mantienen la cortesía mutua imprescindible.
"Muy buen tono"
Pero en la 'noche tensa' de Dublín, Angela Merkel, que ya daba por hecho el respaldo español al candidato Junker, tuvo que emplearse a fondo para que no fracasara su estrategia. "Fue una amplia conversación en muy buen tono", confirman miembros del equipo presidencial.
La canciller alemana le garantizó al presidente del Gobierno español que cumpliría con la mayor parte de las peticiones planteadas. Sillones en la Comisión y Eurogrupo. Reconoció que la representación española en los órganos de la UE no guarda ahora relación con su importancia política. Rajoy se fue tranquilo a dormir.
A la mañana siguiente, en un encuentro informal, le confirmó a Junker el sentido del voto del PP español y le recordó los acuerdos pactados con Merkel. El luxemburgués asintió satisfecho. En la sala de reuniones, los delegados españoles no sabían a quién tenían que votar al posarse en sus asientos. Cierto es que buena parte de ellos parecían muy concentrados en el asunto. Viajaban a Dublín en plan turista indolente, para charlotear y hacerse la foto final con Rajoy', según la descripción de uno de los 'sherpas' monclovitas. El presidente hizo un gesto a Cospedal y le transmitió: "Junker, hay que votar a Junker". Y así se hizo. De los 627 votos emitidos, 382 fueron para Junker y 245 para el francés
"Ya lo veremos"
"Estoy muy contento", explicó Rajoy al abandonar Dublín, horas antes de palidecer al ser informado de que el vuelo que les trasladaba a Madrid tenía que regresar al aeropuerto de salida. Y respondió con un "ya lo veremos" al ser preguntado si el resultado de la votación resultará beneficioso para España.
Aquella 'tensa noche' en Dublín estuvo a punto de saltar por los aires el pre-consenso logrado entre PP y CDU. Rajoy puso contra las cuerdas a su interlocutora germana hasta el final de la cena. Y logró lo esperado. "Merkel no suele incumplir sus promesas", comentaba un miembro del equipo de Moncloa. Ya solo falta que los conservadores ganen en la elecciones europeas de finales de mayo. El destino de Arias Cañete y de Luis de Guindos, entre otros, está pendiente de las urnas.