La primera sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Nacional contra el comisario Enrique Pamiés, antiguo jefe Superior de Policía en el País Vasco, y el inspector José María Ballesteros ha servido para comprobar cómo los dos mandos acusados de dar el 4 de mayo de 2006 el chivatazo a los miembros de la trama de extorsión de ETA se mantienen en la línea de defensa que han esgrimido durante la instrucción de la causa: negar cualquier relación con el soplo y justificar el cruce de llamadas entre ellos en los momentos claves del mismo y la presencia del segundo en el bar en el mismo momento del chivatazo con una supuesta cita que el comisario iba a mantener con un confidente que tenía en el seno de la organización. La declaración minutos después de este colaborador policial respaldó gran parte de sus afirmaciones, aunque cayó en algunas contradicciones con el testimonio del mando policial que debilitaron la coartada.
Uno de los policías acusados ha asegurado que no recibió ninguna orden política para frustrar el golpe a la trama de extorsión de ETA y que, de haberla, "no lo hubiera permitido"
El primero en declarar ha sido, precisamente, el comisario Enrique Pamiés. Seguro, utilizando en ocasiones un lenguaje coloquial y dando en todo momento muestras de que se conocía el sumario al detalle, el entonces jefe Superior de Policía no sólo negó cualquier relación con el suceso, sino también haber recibido una "orden política" para frustrar la operación contra el entramado etarra de cobro de impuesto revolucionario: "Para nada, tampoco lo hubiera permitido", aseguró el comisario. El que fuera jefe Superior de Policía del País Vasco y ahora destinado en Huesca ha insistido en que el cruce de llamadas que mantuvo con el otro encausado tenía como único objetivo preparar un encuentro en el sur de Francia con un miembro de ETA que entonces era su confidente.
El testimonio del mando policial ha estado además sazonado de críticas hacia otros mandos policiales, entre ellos el que fuera en aquel momento comisario general de Información, Telesforo Rubio, al que acusó de no avisarle de la operación contra la red de extorsión etarra y tenerse que enterar por otros compañeros pese a que la misma iba a tener lugar en la comunidad donde él ejercía como máximo responsable. "No había sintonía", aseguró. Pamiés resaltó que fue ese malestar el que le llevó a hablar aquellos días con el entonces director general de la Policía, Víctor García Hidalgo, el único político que llegó a estar imputado en la causa y que finalmente fue exculpado: "Le dije que cómo demonios el comisario general de Información hace una operación sin tener la deferencia al menos de informarme", aseguró.
Críticas a los informes del sumario
El comisario también ha criticado que los informes policiales en los que se apoyan gran parte de las acusaciones contra él, y por las que puede ser condenado hasta a 10 años de cárcel, sólo hubieran rastreado el tráfico de llamadas de su teléfono oficial y no el de los otros tres móviles y cinco líneas fijas desde las que solía llamar. "Parar un operativo con un teléfono oficial no se le habría ocurrido ni al que asó la manteca", ha ironizado a preguntas del fiscal. Pamiés ha sido tajante al asegurar que nunca había hablado por teléfono con Joseba Elosua, el supuesto integrante de la trama de extorsión que recibió el chivatazo, y recalcó que cuando se enteró de lo que le acusaban, "aluciné en colores".
El segundo agente que se sienta en el banquillo recurrió en numerosas ocasiones al "no lo sé" y "podría ser" para responder a las preguntas de la Fiscalía
Pamiés ha insistido una y otra vez que en todo momento estuvo al margen de la operación que se preparaba contra la red de cobro del impuesto revolucionario y que el intenso intercambio de llamadas de aquellos días tenía como único fin poder acudir a la cita que había concretado con el confidente de ETA conocido por el sobrenombre de ‘El Romano’, del que el comisario ha detallado que era su informante más cualificado dentro de la organización terrorista y que, por ello, le prestaba apoyo económico.
Tras él, ha declarado su compañero en el banquillo, el inspector José María Ballesteros. Este agente, que entonces se encargaba de investigar las tramas de terrorismo yihadista en Álava, ha sido mucho menos rotundo en sus respuestas que su superior. De hecho, durante el interrogatorio de la Fiscalía se ha mostrado en ocasiones visiblemente nervioso y ha echado mano en numerosas ocasiones de frases como "no lo sé", "podría ser" y "no lo recuerdo" para responder. Ballesteros, que fue supuestamente la persona que entregó en mano su móvil a Elosua para que este recibiera el soplo de la operación policial, reconoció ser la persona que aparece en las imágenes entrando y saliendo del bar en el momento del chivatazo, aunque negó que su presencia en el lugar tuviera dicho fin. De hecho, insistió que él no le entregó ningún teléfono a Elosua porque no se lo deja "a nadie, salvo a mi mujer". El policía ha recalcado que recibió la orden del jefe Superior de Policía del País Vasco de controlar discretamente si había mucho despliegue policial ese día en la frontera, ya que éste iba a cruzarla para reunirse con su confidente, y que desde el Bar el Faisán lo podía hacer discretamente.
El confidente, la camarera y el policía francés
La jornada de la mañana ha concluido con la declaración de los tres primeros testigos de los más de cien que hay previsto. Uno de ellos ha sido, precisamente, ‘El Romano’, el miembro de ETA que supuestamente era el confidente del comisario Pamiés con el que éste pensaba reunirse en el País Vasco francés el día de la operación frustrada. ‘El Romano’, que ha declarado tras una cortinilla para preservar su identidad, ha confirmado la coartada del jefe superior de Policía, aunque ha caído en algunas contradicciones con el testimonio de él. De hecho, ha negado que el policía le entregara periódicamente cantidades de dinero por su colaboración. El confidente, que se refería al policía con el nombre de ‘señor Carlos’, aseguró que él acudió aquel día al encuentro en las cercanías de la estación de Bayona y que fue Pamiés el que no se presentó a la misma. El encuentro se terminó celebrando "3 o 4 días después", ha afirmado antes de detallar al tribunal que en este tipo de citas se toman muchísimas medidas de seguridad. "El mundo de los clandestinos no es seguro nunca", ha afirmado después de reconocer que el País Vasco francés no era el mejor lugar para este tipo de encuentros por el riesgo de ser identificado por otros miembros de la banda.
Las otras dos personas que han prestado testimonio han sido una de las camareras del Bar Faisán y uno de los agentes franceses que participaba en el dispositivo para desmantelar la red de extorsión. La primera ha asegurado que aquel día vio como alguien entregó un teléfono móvil a su jefe, Joseba Elosúa, pero no fue capaz de concretar cómo era físicamente dicha persona. Las palabras del agente galo han aportado, incluso, menos información a la causa, ya que en numerosas ocasiones ha asegurado que no recordaba los detalles de aquellos días dado el tiempo transcurrido, más de siete años.