Dos aviones comerciales Boeing 737 de la compañía Ryanair protagonizaron un incidente en la pista del aeropuerto de Málaga el pasado mes de septiembre. Uno de ellos, procedente de Hamburgo, aterrizó en la misma pista en la que se encontraba la segunda aeronave, que estaba despegando rumbo a Liverpool. La distancia mínima entre ambas fue de 0,3 millas náuticas y las dos llegaron a coincidir sobre el asfalto. La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) califica el incidente de gravedad “A”, la más alta en su escala de evaluación. “Estuvo muy justo”, afirma el controlador en el informe.
El episodio tuvo lugar el 11 de septiembre de 2019, en la pista 13 del aeropuerto de Málaga. La AESA, dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, abrió una investigación que resolvió en el expediente 097/19, donde detalla los pormenores del incidente. Faltaban unos minutos para que dieran las ocho. La situación en el aeropuerto: “Elevada carga de trabajo, después del ocaso, en los minutos finales del turno de tarde y antes de llevarse a cabo el relevo”.
Son las 19.52 de la tarde. El controlador instruye al Boeing 737 de Ryanair que parte rumbo a Liverpool para alinearse en la pista y proceda al “despegue inmediato en carrera”. Al mismo tiempo, la aeronave que llega desde Hamburgo comienza el descenso hacia el aeropuerto de Málaga. Algo falla en el procedimiento: el avión que está a punto de despegar tarda más de lo previsto en llevar a cabo su maniobra, mientras que el otro está ya a punto de aterrizar. Las distancias entre ambos llegan a ser mínimas, apenas 0,3 millas náuticas, 519 metros en pista, un margen muy estrecho en maniobras de aterrizaje y despegue.
La versión del controlador
El controlador da su versión de los hechos: “Se habían intercalado despegues y arribadas sin ningún problema durante toda la tarde pues la carga de tráfico era alta y así lo requería la situación. Se preguntó a la aeronave 1 [la que despegaba] si estaba lista la salida, se le informó de la situación de la arribada de la aeronave 2 [la que aterrizaba]”. Según el controlador, instruyó a la primera aeronave para que despegase con rapidez.
“La carrera de la aeronave 1 en despegue fue lenta, muy lenta, haciendo muy difícil valorar si estaba iniciando un despegue en carrera normal”, asevera el controlador. “Sabía de la necesidad de despegar rápido, como tantas otras veces se hace en esta profesión, siempre sin olvidar la seguridad”. Y añade que “jamás en su carrera profesional había visto un despegue en carrera así”: “El primer tercio de la pista lo hizo casi con velocidad de rodaje”.
El piloto que despega
Por su parte, el piloto del avión que despegaba niega que el controlador le informase del aterrizaje del otro Boeing 737. Según su versión, “hizo todo lo posible por acelerar el rodaje y, tan pronto como fue seguro, inició la carrera de despegue”. La aproximación entre ambas aeronaves “había estado en los límites”, detalla el piloto.
El expediente de la AESA refleja la tensión que se vivió durante el episodio. El controlador culpa al piloto que despegaba de “haber rodado despacio”. El piloto afirma que hizo todo lo posible para acelerar el despegue de manera segura” y que no debería haber recibido la orden de entrar en pista “sabiendo que el otro tráfico” estaba aterrizando.
"Estuvo muy justo"
¿Cómo se vivieron los hechos a bordo de la cabina del avión que aterrizaba? El piloto sopesó la posibilidad de anular el aterrizaje en el último momento dada la proximidad del otro Boeing 737. En términos técnicos, a la maniobra se le conoce como “motor y al aire”, una aproximación a pista que se frustra porque no se dan las condiciones de seguridad: el piloto reactiva los motores y vuelve al espacio aéreo. Finalmente desestimó esta opción porque “hubiera supuesto un acercamiento” peligroso con el otro avión.
“Estuvo muy justo”, afirma el controlador. En su opinión, el piloto que aterrizaba “se quejó con toda la razón del mundo” de la maniobra de despegue.
La AESA arroja sus propias conclusiones sobre el incidente, cuya severidad califica de “A”. Asevera que la autorización de despegue “resultó demasiado ajustada para garantizar la separación entre las aeronaves”: “Como consecuencia, ambas coincidieron simultáneamente sobre la pista. La distancia mínima fue 519 metros en pista”.