Si algo ha prevalecido en los primeros pasos dados por el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, desde que estrenó esta responsabilidad el pasado julio, ha sido su obsesión por asentar una relación de proximidad con el presidente del Gobierno basada en la lealtad institucional. Hasta aquí, ninguna novedad respecto al guion marcado por su antecesor, Alfredo Pérez Rubalcaba. Esta actitud se ha visto condicionada por la convicción de Sánchez de que España atraviesa un momento de auténtica “emergencia nacional”, una evidencia compartida por Mariano Rajoy desde que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha pisado el acelerador del proceso soberanista en Cataluña.
El presidente y el líder de la oposición comparten las principales decisiones sobre Cataluña
Rajoy y Pedro Sánchez han mantenido ya dos reuniones privadas en La Moncloa, pero hablan a menudo por teléfono. No ha trascendido hasta ahora, pero en el encuentro mantenido por ambos el pasado 22 se septiembre, filtrado a los medios de comunicación un día después, sellaron un pacto que les compromete a compartir juntos todas las grandes decisiones que tome el Gobierno para frenar y, en la medida de lo posible, desactivar, la ofensiva desplegada por el nacionalismo catalán y el resto del frente soberanista para celebrar el referéndum del 9 de noviembre y hacer de Cataluña un Estado independiente.
A pesar de la aparente tranquilidad con la que desde La Moncloa se está respondiendo a los pasos dados por la Generalitat para desafiar al Estado, Rajoy, aseguran fuentes de su entorno inmediato, es plenamente consciente de la gravedad de la coyuntura, mucho más inquietante que la protagonizada por el nacionalismo vasco cuando hace nueve años el exlendakari Juan José Ibarretxe defendió en el Congreso la independencia del País Vasco. Es una evidencia, aseguran fuentes cercanas a La Moncloa, que Artur Mas no ha incurrido en los errores que en aquella época tuvo el PNV y ha decidido abrigarse con una movilización ciudadana sin precedentes tomando como señuelo un caramelo tan envenenado para los constitucionalistas como el del ‘derecho a decidir’.
Juntos de la mano y con los mismos mensajes
Desde hace dos semanas, Pedro Sánchez conoce con antelación todos los pasos que el Gobierno da en Cataluña. El pasado lunes, 29, fue informado previamente de la declaración institucional que hizo Rajoy, recién llegado de su viaje a China, para responder a la convocatoria formal del referéndum catalán. El fin de semana anterior, también conoció con precisión todo el procedimiento legal que iba a iniciar el Ejecutivo para recurrir ante el Constitucional la ley de Consultas y la propia convocatoria firmada por Mas. Sánchez no se apartó ni un milímetro en su reacción posterior de los criterios acordados previamente con Moncloa. “Como secretario general del PSOE, condeno la quiebra de la legalidad de Artur Mas y lamento esta conducta que daña profundamente a la democracia española. Manifiesto mi apoyo y el de mi partido al recurso que ha formulado el Gobierno en defensa y en garantía de la legalidad y del ejercicio de la soberanía por parte de todos los españoles”, sentenció desde Ferraz en tono solemne.
“No nos vamos a apartar un milímetro de una posición que consideramos de Estado frente a un desafío en el que todos, incluidos los catalanes, tenemos mucho que perder”, asegura un miembro de la ejecutiva socialista. Gobierno y PSOE se han comprometido, pues, a recorrer de la mano el calendario que llega hasta el 9 de noviembre sin jalear las diferencias que mantienen sobre la terapia de fondo que habría que aplicar para ofrecer una solución, aunque sea temporal, al reto secesionista.
Después del 9-N, esta proximidad entre Gobierno y oposición tiene pocos visos de sufrir cambios bruscos. De hecho, el acuerdo sellado por Rajoy y Sánchez incluye también el compromiso de, si las circunstancias lo permiten, abrir el diálogo sobre la reforma constitucional, una herramienta vista desde el PSOE como el bálsamo de fierabrás que puede contribuir a que el Estado salga fortalecido de esta afrenta. Esta fue, precisamente, una de las claves que introdujo Rajoy en su declaración institucional de hace una semana cuando aludió a esta reforma en hasta tres ocasiones, abriendo una puerta que hasta entonces había mantenido cerrada. El acento puesto por algunos medios en este giro del presidente, cuando todavía se desconoce la reacción que tendrá Artur Mas el 9-N al no poder celebrar el referéndum, aconsejó a Rajoy subrayar días después que el cambio de la Constitución no entraba dentro de las prioridades del Gobierno.
Cómo desmontar el andamiaje levantado por Esquerra Republicana
La opinión más extendida entre los grupos parlamentarios es que va a ser muy difícil alcanzar un consenso de mínimos antes de que acabe la legislatura para sacar adelante esta reforma. Sin embargo, es una bandera que el Partido Socialista no va a arriar, persuadido de que es la única que puede contribuir a serenar los ánimos en Cataluña y a desmontar parte del andamiaje levantado por Esquerra Republicana y sus organizaciones satélites para conquistar la hegemonía política en esta comunidad.
El acuerdo de Pedro Sánchez con Rajoy ha sido bendecido por la presidenta andaluza
La alianza alcanzada por Rajoy y Sánchez, bendecida en el sur por Susana Díaz, no solo se proyecta sobre las decisiones jurídicas que tome el Gobierno para detener la embestida soberanista, sino también sobre las puramente políticas. Estas se verán la luz si Mas acaba cavando su propia tumba y convoca elecciones plebiscitarias como el atajo más corto para llegar a una declaración unilateral de independencia. En el Gobierno se tiene claro que debe imperar la prudencia y ello obliga a dosificar todas las reacciones. “El callejón en el que se ha metido el presidente de la Generalitat es tan angosto”, afirma un ministro, “que puede verse tentado a tirar la toalla en cualquier momento”. En la dirección de CiU hay quien opina también que Mas está recorriendo un campo minado y que su liderazgo puede saltar en cualquier momento por los aires, lesionado por el pulso constante que mantiene con Oriol Junqueras y, quizás, por las esquirlas del ‘caso Pujol’.
Lo importante, comentan en el Gobierno, es que el sucesor de Rubalcaba en el PSOE ha sabido entender rápidamente la situación de “emergencia nacional” que sacude España y el daño político y económico que puede provocar la bravata soberanista si no se neutraliza de forma inteligente antes de que, en la próxima legislatura, dentro de 14 meses escasos, uno de los dos grandes partidos se vea obligado a lidiar, probablemente, con una aritmética parlamentaria de auténtica pesadilla.