El arranque de la campaña de Artur Mas le fue a CiU de película con la profusa estela independentista que dejó la manifestación de la Diada. De ella se beneficiaron durante algunas semanas los nacionalistas y las encuestas recogieron enseguida la alta posibilidad de que consiguieran la mayoría absoluta. Operación redonda. Sin embargo, poco a poco bajó el soufflé y los sondeos empezaron a dibujar un escenario postelectoral muy similar al de la legislatura que ahora agoniza, con la salvedad del previsible hundimiento de los socialistas catalanes. La cresta del desánimo le llegó a CiU con la huelga general del miércoles, 14, con una notable incidencia en Cataluña, en la que por primera vez contempló el riesgo de que la campaña perdiera tinte identitario y se deslizara de golpe hacia la peligrosa senda de los recortes sociales y el malestar ciudadano, terreno abonado para que los socialistas levantaran algo la cabeza.
CiU llegó a temer que con la huelga general la campaña perdiera tinte identitario y se deslizara por la senda de los recortes sociales
Solo seis días después de la protesta sindical, asomó en la prensa el escándalo de las ‘cuentas suizas’ de Artur Mas y de la familia Pujol dentro de una ofensiva que desde ningún partido se ha querido finalmente apadrinar. Mariano Rajoy y el PP han entrado en ella de forma muy lateral, hasta que CiU ha intuido la debilidad de los andamios sobre los que está construida y trabaja para conseguir un efecto boomerang. En la coalición nacionalista muchos de sus dirigentes están convencidos de que está empezando a tenerlo y de que eso les ayudará el domingo a conseguir la mayoría absoluta.
Después de la huelga general, relatan fuentes nacionalistas, “necesitábamos un asidero para mantener el enfoque identitario de la campaña y este movimiento tan despreciable desde las cloacas del Estado nos lo ha puesto en bandeja”. Si bien Artur Mas todavía no ha ofrecido una rueda de prensa para negar categóricamente que tiene dinero en Suiza, ha exprimido todos sus mítines y sus comparecencias mediáticas para presentar el caso como un auténtico asalto a la dignidad de Cataluña, dentro de la misma escuela que fundó Jordi Pujol en el ‘caso Banca Catalana’.
Artur Mas todavía no ha ofrecido una rueda de prensa para desmentir de forma categórica que tiene dinero en Suiza
El domingo por la noche se comprobará si el escándalo ha movilizado más voto independentista a favor de Mas, pero habrá que esperar un poco para confirmar si el caso de las ‘cuentas suizas’ ha dinamitado el guión que el Gobierno de Rajoy y la propia cúpula de CiU tenían escrito para después de las elecciones. La tensión es máxima y se han roto muchos puentes de diálogo entre las dos partes, ya que el equipo de Mas y los diputados nacionalistas que trabajan en la madrileña Carrera de San Jerónimo consideran que son víctimas de una guerra sucia supervisada desde La Moncloa. “El Estado contra Cataluña”, así lo describe gráficamente un veterano parlamentario de CiU, consciente de que el victimismo de última hora le está viniendo de maravilla la coalición en la recta final de la campaña.
La fuerte tensión entre el Gobierno y CiU retrasará el acuerdo que ambas partes tienen pensado negociar sobre la financiación de Cataluña
Las tiranteces, eso es seguro, van a retrasar el acuerdo que el Gobierno y la Generalidad pensaban cerrar sobre la financiación catalana cuando se constituya el nuevo Gabinete autonómico. Rajoy pensaba gestionar el deshielo a través del ministro Luis de Guindos, en buena relación con el consejero de Economía Andreu Mas-Colell, pues ambos mantienen una relación muy fluida obligada por la necesidad. Con un endeudamiento que supera los 40.000 millones de euros, sin la ayuda estatal Cataluña no dispondría de dinero ni para hacer frente a sus gastos corrientes ni tampoco a sus vencimientos. El año que viene superarán los 10.000 millones de euros y tendrá serias dificultades para encararlos si no es con un nuevo rescate, por lo que la recuperación del diálogo, a pesar de lo ocurrido, seguirá siendo prioritaria para los gestores nacionalistas, se opina en el Ejecutivo.
Fuentes gubernamentales dan por hecho que las dos partes se dejarán pelos en la gatera, aunque en La Moncloa se opina que el coste para el Estado de las exigencias de CiU será más manejable cuanto más tiempo se dilate la negociación.