Días después de la Diada, el independentismo continúa su guerra interna por el liderazgo, con Oriol Junqueras y Carles Puigdemont como protagonistas. Atrás quedan los mensajes y llamadas a la unidad, exigida por la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural. Hay una ausencia total de autocrítica por el pinchazo del pasado 11-S, mientras se esgrime una batería de excusas inverosímiles, como culpar al "sol" que iluminaba Plaza de España de la ausencia de participantes.
Los líderes políticos independentistas tampoco buscan ni señalan públicamente a los responsables entre los suyos. "La división ha hecho caer la participación", afirman, mientras el núcleo más radical culpa al Estado de la situación y a ERC por resistirse a cobijar de nuevo la unilateralidad. Ninguno de ellos entona el 'mea culpa'.
El independentismo ha asegurado que a partir de la pasada Diada se iniciaba un "cambio de ciclo", pero se mantienen las mismas posiciones que antes, incluso misma estrategia, con ERC inmersa en precampaña electoral, y Quim Torra con Puigdemont soportando la presión de sus socios de Gobierno.
"No habrá elecciones anticipadas"
"No ha cambiado nada", advierten fuentes del gobierno catalán. "No habrá elecciones anticipadas", aseguran. Los mensajes de Torra exigen inmediata desobediencia para conseguir el objetivo perseguido de la manifestación del 11-S: la independencia. ERC ha rechazado por tierra, mar y aire este camino y exigen la apertura de un diálogo con Pedro Sánchez, con la esperanza de albergar un referéndum pactado o un premio por buen comportamiento tras la sentencia.
En el PDeCAT tratan de consensuar todas sus corrientes internas, entre las que hay posiciones enfrentadas entre la vía de la radicalidad ofrecida por Puigdemont y quienes anhelan líderes del perfil de Artur Mas antes de arrojarse a los brazos del separatismo. El expresidente espera el periodo de conclusión de su inhabilitación, el próximo 20 de febrero, pero no da aún el paso al frente y llega a desviar la atención con propuestas alternativas, sin concretar con nombre y apellido.
ERC, por su parte, en su estrategia de acoger primero votantes de izquierda, como ya ha conseguido, trata ahora de acaparar el espectro dominado anteriormente por CiU. Este era el plan diseñado por Josep Lluís Carod-Rovira a finales de la primera década del 2000. El plan ha tardado en materializarse tres lustros, pero está obteniendo sus frutos, llegando a ser la primera fuerza más votada en Cataluña en las pasadas generales y ser la formación con más votos en Barcelona.
La ANC señala a ERC
Antes y durante la Diada, los republicanos liderados por Junqueras fueron el principal centro de los ataques. La ANC había emprendido una batalla exigiendo la unidad y había ejercido cierta presión por los pactos con el PSC tras las municipales. Pero ERC no se ha movido de su actual discurso: "No responder ni señalar a quien les ataca". Las energías se guardan para sus propios fines: obtener la Generalitat y una vez desde allí poder iniciar un diálogo con el Gobierno de España.
Los convocantes, como la ANC, llegan a achacar a un "error de organización" que hubiera claros en Plaza de España el 11-S. "El sol hizo que las personas en Plaza de España dejaran claros", ha asegurado Elisenda Paluzie, pese a que en otras Diadas, como la cadena humana o la de la Meridiana, entre 2012 y 2015, también gozaran de un tiempo colorido, como se comprueba en las imágenes de entonces.
Desobediencia fiscal como respuesta
Paluzie también ha criticado a ERC por abandonar el camino a una nueva Declaración Unilateral de Independencia (DUI). "Lo único que nos ha hecho avanzar, la unilateralidad, no se puede abandonar", afirmaba la máxima dirigente de la ANC, al tiempo que arenga a un boicot encubierto contra las empresas del Ibex 35, especialmente las que conforman oligopolios.
En ERC, por su parte, la batalla se centra en resistir estos embates con sosiego y a la espera de una sentencia que se conocerá el próximo mes de octubre. Hasta ahora no hay consenso a falta de pocos días para leer el previsible extenso fallo del Supremo, que podría dejar a Junqueras una larga temporada entre rejas. Torra, por su parte, insiste en la desobediencia e incluso fiscal como respuesta, sin tener en cuenta las consecuencias que supondría.