Las casi cuatro décadas en las que la CiU de Pujol gobernó Cataluña se hablaba mucho del 'oasis catalán'. El sintagma servía para denominar el clima de serenidad que presidía la política en el Parlament frente al ruido y la crispación que reinaban en el Congreso. Esta 'pax' catalana se evaporó con la llegada al poder del tripartito, que trajo consigo el turbulento proceso estatutario y el estallido de los casos de corrupción convergentes. Y fue enterrada definitivamente con la deriva iliberal emprendida por los secesionistas responsables del 'procés'. Voces críticas han advertido, sin embargo, que aquel 'oasis' permitió a Pujol encubrir un plan de desconexión paulatina del resto de España que sembró las bases del golpe independentista. Lo que no ha impedido que el nuevo Govern esté tratando de resucitar esta discutida etapa.
Y es que una de las señas de identidad del Ejecutivo liderado por Salvador Illa es el empeño por "normalizar" Cataluña. Esta misma semana, el propio 'president' sintetizó en una entrevista que sus tres primeros meses al frente de la Generalitat habían servido principalmente para asentar una "progresiva normalización política, institucional y social" en la comunidad catalana. Es cierto que en esta legislatura Illa se ha esforzado en pacificar la relación con los símbolos nacionales, restaurando la bandera en el despacho de la Generalitat, asistiendo al desfile de las fuerzas armadas en Madrid el día de la Hispanidad o reuniéndose en varias ocasiones con el Rey Felipe VI.
Sin embargo, más allá del plano simbólico, las principales empresas políticas acometidas hasta ahora por el socialista responden a un nacionalismo gradualista que recuerda poderosamente al practicado por Pujol. Recordemos, si no, que su proyecto estelar es la llamada "financiación singular". Illa insiste en que este modelo, pactado con los republicanos a cambio su investidura, ahonda en el autogobierno y garantiza la solidaridad con el resto de España. Y ha despachado las críticas como "ruido" —pese a que muchas han provenido de su propio partido—. Pero expertos como el director de Fedea, Ángel de la Fuente, han alertado de que el cupo arruina la redistribución con otros territorios, es disfuncional y supone la demolición del actual sistema.
Nacionalismo lingüístico
El otro pilar de su agenda es la política lingüística, que acapara gran parte del debate en el Parlament. Allí, el 'president' defiende una y otra vez que no puede encontrarse más concienciado respecto a la situación que atraviesa el catalán —que los nacionalistas pintan como "crítica"—. Y sus acciones refrendan sus palabras. La consellera de Educación, Esther Niubó reveló que el PSC desobedecerá la sentencia del 25% de español en las escuelas, sea cual sea el dictamen del Tribunal Constitucional al respecto. Además, este Govern ha sido el primero en crear una 'consellería' consagrada a fomentar el monolingüismo en catalán. Su plan de choque consiste en extender esta lengua al patio de los colegios y las extraescolares; endurecer los requisitos lingüísticos a los médicos, y redoblar la presión sobre los comercios —está previsto incluso mandar a profesores que enseñen catalán 'in situ' a los dependientes—.
En otros frentes, el Ejecutivo catalán ha desplegado políticas nacionalistas pero con pequeñas notas al pie. Es el caso de las controvertidas embajadas, que la Generalitat ha prometido "consolidar y ampliar" —tal y como acordó con ERC— , pero matizando que éstas mantendrán la "lealtad institucional". También, el de la conversión de la comisaría de Vía Laietana en un memorial del franquismo, que el Ejecutivo llevará a cabo pero sin "echar" del lugar a la Policía Nacional.
A todo lo anterior se le suman la incorporación a su equipo de conocidos rostros del mundo convergente, como el 'conseller' de Empresa y Trabajo Miquel Samper o el responsable de Justicia, Ramón Espalader. Sin olvidar guiños de calado al orbe nacionalista como que todos los dirigentes del PSC se expresen invariablemente en catalán —el propio Illa no ha vuelto a hablar en español desde la campaña— o la rehabilitación del 'expresident' Pujol, que fue recibido en el Palau de la Generalitat. "Es una de las figuras más relevantes de la historia de Cataluña", sentenció Illa.