El Gobierno ha cambiado su estrategia con Cataluña. Dos años de diálogo, mano tendida, ofertas, concesiones, financiación preferencial y palabras suaves no han servido de nada. Artur Mas no se ha apartado un centímetro de su objetivo: convocar un referéndum independentista. No ha atendido a razones ni escuchado consejos. No ha cumplido promesas. No ha modulado posturas. "No hay acuerdo posible", certificaba esta semana un alto dirigente de la Moncloa. "Impedir la consulta es misión imposible", respondía el portavoz de la Generalitat. Pues Rajoy lo cree posible. E incluso inevitable.
Mariano Rajoy siempre ha insistido a los suyos en fomentar la paciencia franciscana, en la necesidad de no romper puentes, de no responder a los insultos, de no ceder a las bravatas nacionalistas. Pero la mesura y la templanza tienen límites y llegan tiempos de urnas. Por ejemplo, ahora se ha sabido que canceló un encuentro con Mas en vísperas de conocerse la pregunta y la fecha de la consulta.
Mensajes claros
Este fin de semana en Barcelona, el Partido Popular ha estrenado esta nueva estrategia en su convención regional. Mano dura con Artur Mas y los secesionistas y mensajes claros e ilustrativos a la sociedad catalana. Hay que aprovechar la fatiga y el hastío que se detecta ya en el catalán medio. El Gobierno está harto de que el presidente de la Generalitat se envuelva permanentemente en la senyera y se atribuya la representación total y absoluta de la sociedad catalana en un asunto en el que no existe unanimidad absoluta. "Hay que diferenciar a los ciudadanos de Cataluña de los partidos catalanes", recordaba la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría en su rueda de prensa del Consejo de Ministros. Mas y Cataluña no son necesariamente lo mismo.
Por ahí va a deslizarse a partir de ahora el PP. Se acabaron los complejos y los paños calientes. "Los ciudadanos tienen derecho a saber la realidad de los datos y, a partir de ahí, trabajar un marco de convivencia a través del respeto a las leyes", puntualizaba la vicepresidenta. Contra las falsedades del "Espanya ens roba", el discurso de la verdad. Contra las mentiras del "expolio", la demolición de mitos.
Reparto de papeles
En el gobierno y el PP se han repartido los papeles. Ya se está viendo. Dolores de Cospedal, por ejemplo, inauguró el cónclave de Barcelona con un lenguaje contundente: "Os intentan engañar". Artur Mas "tiene una inconmensurable incapacidad para gobernar en Cataluña". "Quien quiere romper España a machetazos no sabe nada de nada de Cataluña". "Una Cataluña independiente nacería en quiebra". Nada de insultos pero sí dureza. A los nacionalistas no se les va a pasar ni una. "Una Cataluña independiente sería entre un 20 y un 30 por ciento más pobre", aseveró en esta línea García.-Margallo, ministro de Exteriores y asesor de Rajoy para asuntos catalanes en sus horas libres.
En la misma jornada, el ministro de Hacienda asumió otro tono, igual de contundente pero más matizado. Es la música de los datos, las cifras, los ejemplos, la financiación, las balanzas fiscales, la realidad económica... Amor y pedagogía. Montoro es el guardián de todos los secretos, es quien paga las nóminas de los funcionarios catalanes, quien paga las pensiones de los jubilados catalanes, quien abona las facturas de las farmacias catalanas, quien salva de la ruina a las arcas catalanas. Montoro ha actuado hasta ahora con silente prudencia. En adelante se prodigará en transmitir una verdad que tanto escuece: Cataluña resulta más beneficiada que la media de las comunidades españolas.
En esta tesitura se mantendrá el PP a lo largo de los próximos meses, hasta la cita con las urnas de mayo. Cataluña formará parte importante del guión del partido en el Gobierno. Contemporizar con los secesionistas no da réditos electorales y desmoviliza a los simpatizantes. Ahora le toca al Gobierno tomar la iniciativa.