España

Salas VIP, spas, clubes de golf: los "abusos" del Ejército destapados por un joven militar en activo

Presuntas malversaciones, prevaricaciones, negligencias, comisiones de servicio falsas, estafas en combustible y comidas y otras irregularidades forman parte del testimonio novelado de Luis Gonzalo en 'Un paso al frente'. Está expuesto a que el Ministerio de Defensa le abra un expediente por la publicación.

La polémica está servida. El teniente en activo Luis Gonzalo, destinado en Transmisiones (sección que gestiona las redes de comunicaciones del Ejército), acaba de publicar el libro Un paso al frente (Tropo Editores), donde destapa "abusos" y corruptelas en el seno de las Fuerzas Armadas. Aunque narra los hechos de forma novelada, con nombres ficticios para evitar problemas legales, sus historias están inspiradas en situaciones reales, en pasajes que cobran vida en los cuarteles. Gonzalo es consciente de que se expone a ser sancionado y prevé que Defensa le abra un expediente, pero tras comprobar "la imposibilidad de encontrar justicia en el mundo militar" ha decidido dar la cara, ser valiente y revelar los lujos y miserias del Ejército. Un grito desesperado de auxilio ante la necesidad de reformas internas, haciendo pleno uso del derecho a la libertad de expresión.

El autor cuenta con el respaldo de las principales asociaciones militares (AUME, ASFASPRO, ATME y OATM), que ven difícil que vuelva a ver la luz una publicación de estas características. A través de este relato, Gonzalo denuncia situaciones "que no son extraordinarias" en el día a día de los cuarteles, pero que la "maquinaria represora" ha ido silenciando. Presuntas malversaciones, prevaricaciones, negligencias, comisiones de servicio falsas, estafas en combustible y comidas, venta de material en la Red, residencias de verano, clubes de golf, spas, salas VIP, así como presiones a la Justicia militar y órdenes que atentan contra la conciliación de la vida laboral y familiar, forman parte de este testimonio novelado.

Respecto a los clubes militares, el libro cuenta que Defensa gasta en ellos "una gran cantidad de dinero público solo para que unos pocos (los oficiales, y en menor medida, los suboficiales) pudieran sentirse ricos sin serlo". "Sitios en los que jugar a golf, montar a caballo, nadar, comer o cenar con si se tratase de un restaurante de lujo. Todo ello a precios irrisorios", añade.

Otro pasaje narra cómo un teniente coronel decide construir un spa cuando llega a su nuevo acuartelamiento para luego quedar abandonado tras su marcha. Su financiación es relatada de manera muy gráfica: "¿Y cómo lo pagamos?... eso sí que es complicado... ya no podemos tirar de la comida ni del combustible porque nos han recortado, tampoco podemos gastar las partidas que iban destinadas al aire acondicionado de las habitaciones de tropa porque ya lo hemos hecho en el monolito nuevo... ¡Ya está!, organizamos un curso de formación del INEM o la Unión Europea para los soldados... Esos partidos nos dan el dinero que pedimos y nunca auditan nada".

Sobre las instalaciones reservadas a los oficiales, el autor describe cómo "tres camareras se esforzaban en servir a la mayor brevedad posibles, nada que ver con las angustiosas colas que se formaban en la cantina de tropa". Entre aquellos oficiales, "había muchos que se levantaban y desayunaban un carajillo para empezar el día o una cerveza. Otros muchos pasaban casi toda la mañana allí y la mayoría disfrutaba de los excelentes bocadillos y tapas", detalla el undécimo capítulo de Un paso al frente.

La historia de Gonzalo también se detiene en el desfile del patrón militar, que acaba con una comida de los altos mandos con las autoridades locales. A su término, narra el autor, "cuando la mayoría de los comensales se retiraban, un reducido, aunque selecto, grupo se dirigió a la lujosa y privada sala VIP para cerrar negocios vitales".

Entre las miserias descritas por Gonzalo, una muy común es asistir a cómo una instrucción de un mando queda por encima de una orden ministerial. Ello también lo recoge el libro: "Unos días antes del desfile se había presentado en el despacho de su jefe para pedirle los días que le correspondían de vacaciones. Este le rompió la solicitud en sus propias narices al tiempo que le vociferaba e insultaba: '¿Quién eres tú para decirme que te corresponden días si la normativa la he escrito yo?". El militar afectado contestó: "Por encima de esta normativa hay una orden ministerial que la contradice, yo tengo mis derechos".

En materia de conciliación también se dan situaciones, según Gonzalo, en las que se obliga a los padres a hacer guardias pese a que la ley les reconoce el derecho a una jornada más reducida para hacerse cargo de sus hijos.

La tropa muestra igualmente su indignación por el trato privilegiado a los oficiales. "A nosotros nos pagan las horas extras como si fuesen maniobras, porque las horas extras en sí son muy caras. Pero cuando los oficiales se van a hacer el puto curso de Estado Mayor se presentan en una ciudad y al día siguiente está haciendo el curso en otra, para así cobrar la indemnización por traslado. Más de dos mil pavos a su bolsillo. Y muchos viven en la misma ciudad en la que se realiza el curso", denuncia la publicación. Otra maniobra de la Administración de Defensa es la de despiezar adjudicaciones para otorgarlas "por contrato menor a una empresa concreta en lugar de ofertarse a concurso".

Tres mujeres con nombre propio

Si bien Gonzalo no cita sus nombres, pues los cambia por los de personajes de ficción, en su libro están recogidas en esencia las recientes historias vividas por tres mujeres militares de carne y hueso: Zaida Cantero, Silvia Ruiz y Patricia Moncada. La primera de ellas es en la realidad una oficial que fue expedientada después de denunciar a su superior por acoso sexual. En la novela es Mara, una "teniente joven, ambiciosa, competente y brillante" con una "espléndida carrera por delante", que se "detuvo por completo" en el momento en que el teniente coronel le tocó. La segunda se llama en la obra Helena, quien "no entendía el motivo por el que su jefe pretendía que corriese cuando aún tenía un catéter en el pecho, o cómo se suponía que uno podía fingir el hecho de que le extirparan ambos pechos después de un cáncer".

La tercera, Patricia Moncada, es titular del Juzgado Militar Territorial número 12 de Madrid. El Tribunal Supremo ha estimado recientemente la recusación de los miembros del Tribunal Militar Central que iban a resolver sobre el archivo de una denuncia presentada por esta capitán auditor contra el coronel jefe de la Agrupación del Acuartelamiento Aéreo de Getafe, Francisco Javier Roig, al que Moncada atribuye un delito de obstrucción a la justicia. El Tribunal abrió un expediente contra ella por un supuesto abuso de autoridad durante una diligencia de entrada y registro en una investigación sobre posibles irregularidades económicas en la gestión de la cafetería, cocina y alojamientos de esa unidad.

El coronel Roig reprochó a la juez castrense que entrara en la Agrupación sin avisarle e iniciara el registro sin pasar antes por su despacho. Patricia Moncada es encarnada en el libro por María, la abogada de un teniente que ha denunciado al Ejército por malversaciones. Es una letrada que lucha contra el sistema, "cansada de ver cómo el juzgado central archiva denuncias bien fundamentadas contra altos mandos".

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