El Gobierno español “nunca” se ha protegido contra la captación de sus metadatos, los que recogen la información de quién llama, quién recibe la llamada y durante cuánto tiempo. Es lo que confiesan quienes han sido víctimas del espionaje de Estados Unidos, según las revelaciones de Eduard Snowden: los ex ministros del Gobierno de Zapatero. Los ex ministros consultados por Vozpópuli admiten que sospechaban que el contenido de sus comunicaciones se había vigilado de forma directa pero añaden que nunca se plantearon que la administración americana pudiera estar recabando también información indirecta, es decir, datos a quién llamaban y cuánto tiempo duraban sus diálogos.
“Nadie ha exigido a Estados Unidos que destruya esos datos”, afirma un exministro
“Los embajadores americanos recibieron la orden de recolectar la mayor cantidad de números de teléfono móvil de los ministros y los secretarios de Estado del Ejecutivo –explica uno de los exministros de Zapatero— cuando comenzaron las tensiones entre el gobierno socialista y la Administración Bush”. Por ese motivo, algunos miembros del gobierno recurrieron a teléfonos cifrados y a sistemas de encriptación, según reconoce un antiguo responsable de seguridad del Estado. “Se pretendía evitar la grabación de conversaciones no tanto por parte de la administración americana como por parte de otros servicios secretos” especialmente a partir de julio de 2010, cuando se planteó la posibilidad de intervenir la economía española, asegura otro miembro del gabinete que se muestra convencido de haber sido espiado y que reconoce sus declaraciones en algunos de los papeles de Wikileaks.
Sin embargo, el Gobierno español nunca se protegió ante una fórmula de espionaje que parece haber continuado hasta este mismo año: la monitorización de manera indirecta. Según reflejan los nuevos datos publicados por el periodista Glenn Greenwald en su artículo del diario El Mundo, entre el 10 de diciembre de 2012 y el 8 de enero de 2013 se han captado también los datos de origen, destino y duración de hasta 60 millones de llamadas. "Sabíamos que Estados Unidos tiene la capacidad tecnológica para esto pero nunca imaginamos una intromisión tan generalizada, tan permanente y tan falta de respeto a los cargos institucionales. Es inaceptable", concluye un ex responsable del anterior gobierno. "Yo sabía en momentos específicos que estaba vigilado --continúa-- pero nunca imaginé esta falta de respeto institucional".
"Yo sabía en momentos específicos que estaba vigilado --afirma otro ex ministro-- pero nunca imaginé esta falta de respeto institucional"
Esas llamadas habrían permitido a la NSA (National Security Agency) de Estados Unidos saber, citan como ejemplos, si Zapatero hablaba con Berlusconi tras colgar el teléfono a Bush o si el ex presidente obedecía o no las órdenes que le llegaban desde el móvil de Ángel Merkel. "Saber a quién telefoneaba el ex presidente tras colgar a la troika es indicio suficiente de si se seguían las instrucciones recibidas o no", denuncia ese responsable.
Los frutos del espionaje siguen a día de hoy
El Ejecutivo español ha desplegado herramientas para impedir que se graben ciertas conversaciones directas pero nunca ha intentado camuflar las conexiones de esas llamadas, es decir, su origen, destino o duración. De hecho, los responsables consultados sostienen con resignación que el “encriptado” de esos datos puede ser violado con relativa facilidad y concluyen: “Todo lo que va por el aire es susceptible de ser escuchado”. Por eso, quienes han sido víctimas de ese espionaje denuncian que hay dos elementos más graves que las escuchas tradicionales: primero, la generalización del sistema a 60 millones de llamadas y, segundo, la falta de respuesta por parte de Europa.
Estados Unidos ha asegurado que ese espionaje no continúa a día de hoy pero esos responsables políticos denuncian que el uso de los datos conseguidos sí sigue haciéndose a día de hoy. “Nadie ha exigido a Estados Unidos que destruya esos datos”, afirma quien describe lo sucedido como “una de las crisis diplomáticas más graves de las últimas décadas”.
De hecho, los cargos políticos que han sido víctimas de esos espionajes aseguran que la tibieza en la respuesta institucional es una invitación a que otros servicios secretos con los mismos intereses que los americanos como pueden ser Rusia o China puedan desplegar sistemas similares sin miedo a represalias por parte de una Europa que sigue sin anunciar represalias.