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Sargento primero Abadía, evacuación de Kabul: "Los niños se quemaban los pies en las pistas"

Cuando despegó de Zaragoza, el militar pensaba que su misión se desarrollaría principalmente en Afganistán, pero el devenir de los acontecimientos obligó a establecer un punto de extracción en Dubai

  • Personal del ROI del Ejército de Tierra traslada a los afganos recién llegados de Kabul a un avión rumbo a Madrid

"Estás de broma". Eso es lo primero que el sargento primero Juan Gabriel Abadía Tabares, del Ejército de Tierra, pensó cuando le dijeron que se marchaba a Kabul para facilitar la evacuación de ciudadanos afganos cuando el país se sumía en el caos. Era el escenario más convulso del mundo y las imágenes daban buena cuenta de ello: gente aferrándose a las alas, a los trenes de aterrizaje de los aviones que abandonaban Kabul con la esperanza de sobrevivir, de algún modo, a esa maniobra desesperada y dejar atrás toda su vida.

A partir de entonces comenzaba la misión más apremiante a la que el sargento primero se enfrentaría en su trayectoria militar. Voló desde Zaragoza pensando que su unidad, del Regimiento de Operaciones de Información nº1, operaría desde el aeropuerto de Kabul. Pero el devenir de los acontecimientos y la crisis que se vivía en Afganistán obligó a establecer un punto de extracción desde Dubai.

Y allí se desempeñaría el sargento primero. Cansancio, heridas e incertidumbre entre los afganos que aterrizaban en Emiratos Árabes. "¿Dónde estamos?", le preguntaban. Los niños pequeños, descalzos, se quemaban los pies en la pista, que en esas fechas ardía bajo el implacable sol emiratí. No habían tenido tiempo siquiera de coger unos zapatos con los que salir de Afganistán.

El testimonio de Juan Gabriel Abadía Tabares -recogido a continuación en primera persona- forma parte del serial publicado por Vozpópuli con motivo del primer aniversario de la evacuación de Kabul, la misión más exigente a la que se han enfrentado las Fuerzas Armadas en los últimos tiempos, en tanto que cada movimiento se traducía en una vida más que lograban recuperar de manos de los talibán.

Previamente, el capitán Peña detalló las complejas maniobras a mandos de un A400 para aterrizar en Kabul, la capitán Oliva relató las frágiles condiciones sanitarias en las que llegaban los afganos, un suboficial del Mando de Operaciones detalló cómo afrontó el caos en el aeropuerto de Kabul y el teniente coronel Cid abordó la colaboración internacional que hizo posible todo el proceso.

Arranca la misión

El viernes, 13 de agosto, recuerdo que caminaba por la mañana por uno de los pasillos de mi unidad cuando me encontré con un compañero y me dijo: “Tenemos que reunirnos porque hay en marcha una operación de evacuación de no combatientes”, lo que nosotros llamamos una NEO. Pensé: “Estás de broma”. Recordaba las veces que recibimos teóricas sobre las operaciones NEO y también recuerdo ponerla en práctica en ejercicios de entrenamiento en el campo de maniobras de Zaragoza.

Todo estaba en marcha, pero no sabíamos cuándo empezaría todo, por lo que interesaba saber la disponibilidad inmediata del personal. El domingo 15, por la noche, hablé con mi jefe de equipo. La conversación fue de segundos, estaba llevando varias conversaciones a la vez.

Ese lunes 16 llevé conmigo el pasaporte internacional en la mochila, preparamos el equipo, la documentación… Nos despedimos de la familia y salimos con destino a Zaragoza. Embarcaríamos en un avión A400 con destino a la ciudad más caótica del planeta en ese mismo instante, que era Kabul.

Afganos se agolpan a lo largo del muro del aeropuerto internacional Hamid Karzai, en Kabul.EFE

Comentaba con mis compañeros si habíamos visto los titulares, que decían cosas como “los insurgentes entran en Kabul tras su ofensiva relámpago” o “ciudadanos afganos corren en la pista del aeropuerto junto a un C-17 de la aviación de Estados Unidos y algunos tratan de agarrarse al fuselaje de avión intentando huir del país”. Acto seguido nos miramos… y dijimos: “Allí vamos”.

Pertenecemos al Regimiento de Operaciones de Información nº1 y las misiones que realizamos son misiones CIMIC. Es decir, de Cooperación Cívico-Militar. Uno de los pilares CIMIC es el apoyo al entorno civil y esta misión consistía en apoyar a la población civil por medio de la protección y evacuación de ciudadanos afganos. Esta era la primera vez que nuestra unidad participaba en un escenario de este tipo.

Las tareas fueron asignadas por el jefe de equipo en territorio nacional. Al ser una misión de extrema urgencia, la premisa fundamental es que debíamos ser flexibles y adaptarnos al desarrollo de los acontecimientos.

Cambio de misión

Desde el momento en que subes al avión en Zaragoza sólo piensas en que, se haga lo que se haga, se hará de la mejor forma posible ya que no hay vuelta atrás. La sensación era extraña, pero estaba claro que íbamos para cumplir con un propósito, aunque eso supusiera acercarse al epicentro del caos.

El avión aterriza en Dubai, donde se haría una parada técnica antes de ir a Kabul. En esas, el jefe de equipo nos informa que el apoyo a la operación finalmente lo realizaríamos desde Emiratos Árabes y que no iríamos a Afganistán. Hubo un cambio en el planeamiento. Se realizaría un puente aéreo que consistiría en Kabul-Dubai, Dubai- Madrid.

Desde aquí [en referencia a Dubái] realizaríamos la filiación, la comprobación y toma de datos identificativos de cada ciudadano, así como la verificación del parentesco entre familias. También cumplíamos labores de asesoramiento y cubríamos las necesidades más básicas del personal civil, principalmente médicas, alimentarias y de información.

Otra de la funciones integradas en el equipo era el de comunicación y la toma de imágenes que servirían de apoyo a la difusión en información pública. Enviábamos el contenido audiovisual una vez despegaban los aviones con destino a España para que estuviese en disposición de los medios nacionales.

Estábamos ansiosos recibir el primer vuelo de ciudadanos evacuados procedente de Kabul. Fue de noche… o en la madrugada, no recuerdo con exactitud. Se abre la puerta compuerta trasera del A400, a la espera de instrucciones para cambiar de avión con destino a Madrid. Los servicios sanitarios atienden con prioridad a quien lo necesita y seguidamente se informa por la megafonía del avión de la situación y en un idioma que la mayoría de evacuados pueda entender. Empieza el desembarco.

Personal afgano se identifica como colaborador de España con prendas rojas y amarillas para facilitar su identificación y evacuación

La mayoría de personas evacuadas entre las que había niños, mujeres, mujeres embarazas y hombres de mediana edad, llevaban consigo lo básico e imprescindible, en ocasiones en bolsas de basura o maletas de circunstancias. No eran cosas de valor económico, pero sí sentimental, y lo necesario para empezar de nuevo en su próximo destino.

Veíamos gente cansada, personas con movilidad reducida, otras con heridas leves por intentar llegar al aeropuerto y poder huir de la ciudad, muchos niños descalzos con dificultad para realizar el cambio de avión, porque la temperatura ambiente se reflejaba en la plataforma y podía generar quemaduras en los pies. También expresiones de tristeza y otras de esperanza.

Había muchas preguntas, pero la que más se repetía era que dónde estaban y a dónde iban. Por otra parte era común que el personal femenino solicitara entrar en los baños del avión para cambiarse y emplear prendas totalmente diferentes de las que vestían, un poco más occidentales.

Explosión en Kabul

El pensamiento general fue continuar trabajando en la evacuación hasta donde pudiésemos. Aunque hubiese tiempo muy limitado para descansar, comer y recuperar, la prioridad y lo más importante era evacuar el mayor número de colaboradores afganos.

El día del atentado, por la mañana y tarde estuvimos trabajando en la plataforma del aeropuerto hasta la salida del segundo avión comercial con destino a Madrid desde Dubai. Nos enteramos de lo que había pasado por fuentes internas y seguidamente por los medios de información pública. La sensación general de todos los componentes fue de incertidumbre. Se informaba de que casi 200 civiles y 13 militares estadounidenses que estaban en el aeropuerto Hamid Karzai de Kabul habían perdido la vida.

El plazo para continuar con la evacuación era hasta finales de agosto. Después del atentado los tiempos fueron más rápidos. Todo se precipitó y el último vuelo estaba cerca. Tuvimos una sensación agridulce: por una parte, contentos de haber contribuido a la evacuación de tantas personas; y, por otra, tristes por las pérdidas humanas que supuso el atentado.

España consiguió evacuar muchos ciudadanos afganos. En el último vuelo viajamos 81 españoles y 85 afganos. Había ilusión en casi todo el pasaje, unos por haber huido de Kabul y otros por reunirse con las familias en territorio nacional. Admito que me acuerdo a menudo de lo que vivimos en la misión. Fue una misión de extrema urgencia, eficiente y satisfactoria a nivel profesional y humana.

Imagen a bordo del último avión del Ejército del Aire que despegó de Kabul (Afganistán) con los militares españoles a bordoDefensa

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