La vida de los hermanos Diego y Álex Ruiz de los Ríos cambió por completo el martes por la noche, cuando un coche colisionó con su moto por el Paseo de la Castellana. Alex, de 23 años, murió casi en el acto y a Diego, de 25, le estabilizaron y le llevaron al Hospital Clínico. Pero dos días más tarde, el jueves por la mañana, el mayor también falleció. "No podían estar separados. Ni siquiera ahora", cuenta su tío Nacho, y asegura que "pese al profundo dolor que están pasando", "están agradecidísimos y orgullosísimos de ellos".
Diego y Álex tenían mucha fe. Por eso, para su familia es un milagro "y un detalle precioso con ellos de la Virgen" que el accidente ocurriera delante de un sacerdote que fue el primero en llegar. Don Lázaro, así se llama, cuenta que se acercó corriendo a ellos. "Les dije "soy sacerdote, si queréis confesaros, aquí estoy". A Álex solo le dio tiempo a apretarme la mano antes de morir. Diego consiguió pronunciar un sí. Y les di la absolución". Pronto llegó la policía y la ambulancia; con el pequeño no pudieron hacer nada, y al mayor le trasladaron al Clínico.
Sus padres, Marco y Virginia, y sus hermanos, Marta, Sara y Álvaro, están rotos. "Pero estamos descubriendo que en el dolor también se puede encontrar paz, por ver cuánto han querido y cuánto bien han hecho. Estamos abrumados de todo el cariño y todos los rezos que estamos recibiendo de todo el mundo. Está siendo impresionante. Hacían el cielo en la tierra y ahora están juntos allí", sigue narrando su tío. "Pese al dolor, estamos más unidos que nunca y está reforzando nuestra relación muchísimo. Hacen el bien incluso cuando se han ido. La Nochebuena ha sido muy especial. Acudimos toda la familia a la Iglesia de San Jorge a celebrar el nacimiento de Niño, que en la estrechez de la cuna Cristo niño ha acogido a Diego y Alex. Luego nos juntamos con mucha alegría, porque es lo que ellos querrían… aprendiendo que dolor y alegría no son incompatibles".
Cuentan todos los presentes, que la primera noche fue "espectacular". "No podíamos ni imaginar tanto cariño". El capellán del Hospital Clínico cuenta a Vozpópuli que "aquello era impresionante". "Yo estaba a punto de irme a dormir, a las doce de la noche, cuando sonó el teléfono de guardia. Me pidieron que abriera la capilla, algo que me resultó bastante raro, porque no me suelen pedir eso a esas horas. Al principio estaba solo su familia. Pero en seguida comenzaron a llegar muchas personas. Desde las doce de la noche hasta las ocho de la mañana llegaron casi 90 personas, que las conté. Por el día eran incontables. Estoy realmente removido".
Tras una de las tres Misas celebradas en el tanatorio de la Paz de Tres Cantos, uno de los amigos presentes escribía: "Acabo de volver del funeral más impactante en el que he estado desde hace mucho tiempo. Alex y Diego presidian con sus féretros la capilla, que estaba desbordada de gente joven hasta el jardín. Ha habido testimonios de su hermana pequeña, de un amigo de cada uno de los dos, de un primo suyo, de la novia de Diego y de su padre Marco, que roto de dolor ha dado las gracias recordando a sus dos hijos que Dios se ha querido llevar al cielo por ser los mejores soldados… terminando el padre rindiendo sus honores ante el Altísimo".
"Abuela, yo no tengo miedo a la muerte"
Las colas de gente eran "impresionantes". "Pocas veces he visto a tanta gente venir a despedirse de alguien; claramente eran personas muy queridas", explica don Javier Alonso, capellán del Hospital Clínico y el que ha atendido espiritualmente a toda la familia. "Yo no les conocía de nada. Pero creo que no necesito nada más para saber que claramente eran personas extraordinarias. Su familia lo es y la barbaridad de gente que ha venido a decirles adiós me lo confirma: todo el mundo les quería, será por algo. Estoy realmente impresionado con la fuerza de su familia", agrega.
Entre las muchas historias que han recordado estos días sobre ellos, destaca una. Álex no tenía miedo a la muerte y hablaba mucho del cielo. De hecho, el domingo antes del accidente fue a visitar a su abuela y su tema de conversación fue precisamente este. Con "la valentía y la sencillez que le caracterizaba", le dijo, "abuela, ¿sabes qué? Yo no tengo miedo de morir. Si me voy, lo haré tranquilo y con paz".
El valor de una madre
Son muchas las emociones que se han respirado estos días en el tanatorio y en el Clínico. Pero todos los presentes coinciden en una cosa: la fortaleza de la madre, que pese al dolor de haber perdido a dos hijos, no ha perdido la alegría. "Solo tiene palabras de agradecimiento. No se queja y para todos tiene algo bueno. Sus hijos claramente tenían de quién aprender", explica con asombro don Javier.
Nacho, hermano de la madre, cuenta que de las cosas más impresionantes es ver cómo "incluso con todo el sufrimiento que tiene dentro, está siendo capaz de hacer que todos permanezcamos unidos". "Está siendo un ejemplo para todos, porque, aunque todos estén llevándolo de manera asombrosa, una madre es una madre...", añade.
Unos niños muy "normales"
Diego y Álex también fueron niños. "Unos chavales muy normales, como cualquier otro, pero amigos de sus amigos, alegres y disfrutones", recuerda Álvaro Gil, uno de sus profesores en primaria. "Diego, el mayor, era muy sociable, se llevaba bien con todos sus compañeros. A Álex le recuerdo mucho más tranquilo, pero muy trabajador. Ha sido un golpe duro despedirse de ellos, pero es impresionante ver la fuerza de la familia y la barbaridad de cariño que han recibido. Todo el mundo les quería".
Su tío Nacho les recuerda como grandes compañeros, siempre juntos. "Álex era un osito de peluche. Diego tenía más carácter. Siempre se han llevado fenomenal. Tanto, que se han ido juntos. Álex no se quería ir sin Diego. Eso para nosotros, aunque durísimo, también es bonito, porque han estado juntos hasta el final, como ellos querían", explica emocionado su tío. "Todo esto para nosotros también está siendo un diálogo con el Señor para pedirle más sabiduría para ir descubriendo el sentido y los frutos de este dolor.. también para ayudar y mostrar a otros la senda que nos lleva hacia Dios".
jopano
Impresionante testimonio de amor, esperanza y entereza que se entiende mucho mejor si tienes el don de la fé. No todo está perdido entre los jóvenes de hoy.