El expresidente del Congreso y de la Junta de Castilla-La Mancha, José Bono, ha escrito sus memorias en tres volúmenes en los que repasa su vida política y da su visión de temas como el fin del felipismo, las luchas por la sucesión al frente del PSOE, la ruptura de su amistad con Alfonso Guerra o la frustración de Garzón por no ser nombrado ministro del Interior. En el libro, del que la Agencia Efe ha tenido acceso a varios extractos, Bono también hace referencia a las relaciones de la política con la banca o la Iglesia, sus conversaciones con el rey sobre el 23F así como que el PP paró la investigación sobre los GAL cuando le iba a salpicar el escándalo.
Bono rompió en 1992 con Alfonso Guerra y revela ahora los motivos para acabar su amistad con el entonces vicesecretario del PSOE, alguien que se creía "dueño de voluntades ajenas" y que era, dice, "un profesional, un perito en intrigas". La conversación que mantuvo con Guerra el 8 de abril de 1992, en la que decide "no soportarle mansamente ni un día más" y terminar con una "situación de dependencia y subordinación", abre el primer volumen de los diarios de Bono, que llega a las librerías publicado por Planeta el martes 25 de septiembre con el título Les voy a contar.
El primer capítulo recoge la ruptura con Guerra, que le reprocha falta de lealtad y le acusa de haber organizado una cena en Toledo para "impulsar a (Narcís) Serra", que le había sustituido en la vicepresidencia del Gobierno de Felipe González. "Estuve a punto de prohibirla (la cena)' me dice. ¿Prohibirla? Se considera dueño de voluntades ajenas; Guerra tiene una idea del poder en la que sólo caben subordinados que le obedezcan o le halaguen", narra Bono.
Felipe González: "Sin ánimo de desprecio u ofensa, Guerra está mal"
"Guerra se cree más que los demás y, por supuesto, mucho más que yo. Lo más peregrino de la conversación es su teoría sobre la conspiración universal contra el partido, es decir, contra él", continúa, convencido de que el dirigente socialista "no soporta haberse ido del Gobierno y que el mundo siga girando como si nada hubiese ocurrido". Fue el entonces presidente del PSOE, Ramón Rubial, quien animó a Bono a escribir un diario después de que éste le contara su cita con Guerra. Meses después, en abril de 1993, continúa la lucha intestina en el PSOE y Bono recoge unas palabras de González: "Sin ánimo de desprecio u ofensa, Guerra está mal. Nunca le he dejado que su sectarismo se traduzca o se traslade a las decisiones de Estado. A todas las personas que no gozan de su confianza las considera desleales".
Según Bono, González coincide con su visión: Guerra "no ha asumido que le cesara como vicepresidente"; "desde entonces está intentando llevar adelante una política sesgada hacia la izquierda que considero equivocada y alejada de los intereses nacionales". El político castellanomanchego también recuerda el fichaje de Baltasar Garzón en 1993, una "operación" montada por él y con la que pensaba que se borraría "de un plumazo el injusto estigma de corrupción generalizada" que pesaba sobre el PSOE. Garzón, según Bono, también propuso a González "apartar a Guerra, que no vende ni una escoba", a lo que el todavía jefe del Ejecutivo respondió confesando que siempre había tenido importantes discrepancias con su segundo: "de acuerdo, lo que se dice de acuerdo, nunca estuve con Guerra".
La sucesión de Felipe González
Bono recoge la frustración de Garzón cuando Juan Alberto Belloch es nombrado ministro de Justicia e Interior en mayo de 2004 y revela las llamadas que le hizo para decirle que quería dimitir -había sido elegido diputado menos de un año antes y nombrado delegado del Plan Nacional contra las Drogas- y que sólo admitiría que se le ofreciera la Secretaría de Estado de Seguridad, algo que no conseguiría. "No puedo seguir apoyando al presidente del Gobierno que me ha retirado la confianza. ¡Con lo que yo le he dado, con lo que yo he dado al PSOE! ¡Que no me reciba y no me tenga en cuenta a la hora de hacer estos nombramientos es inadmisible!", le dijo a Bono, que vio en Garzón un sufrimiento "anticipo de otros quebrantos y sufrimientos" para el PSOE.
Bono revela que le ofrecieron ser candidato a la Moncloa antes que a Borrell
Junio de 1994 y Bono almuerza con Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, quien augura la derrota que sufrirá el PSOE en 1996 y vaticina que volverá al poder tras regenerarse en la oposición porque, le dice, "Aznar es una persona que puede hacer discretamente el papel de presidente, pero no tiene ninguna posibilidad de consolidarse por mucho tiempo, y mucho menos llegar a ser hombre de Estado". El PSOE perdió las elecciones de 1996 y se hundió en 2000. Joaquín Almunia, secretario general del PSOE, fue el candidato a la Moncloa tras dimitir Jose Borrell, pero Bono revela que antes le ofreció el puesto a él.
"Puede ser que esperemos unos meses o que lo hagamos inmediatamente, pero debes ir haciéndote a la idea de que serás el candidato para las próximas elecciones porque no tenemos otra alternativa. Otra posibilidad es Javier Solana, pero con la guerra de Kosovo está achicharrado", le dijo Almunia en mayo de 2009. Bono le aseguró que pensaría en su propuesta tras las elecciones autonómicas, que se celebraban veinte día después, pero le advirtió de que si era elegido presidente castellanomanchego no podía dimitir para optar a la Moncloa. Según relata, Felipe González le insistió: "Estoy de acuerdo en que seas candidato. Debes decidirlo pronto. Mañana ceno con el grupo Prisa y trabajaré en esa dirección".
Todos habían viajado en el mismo avión a Bilbao para el entierro de Ramón Rubial y, cuando ya volvían, Rubalcaba bromeó con la situación: "Me dan ganas de quedarme en el aeropuerto porque si se produce un accidente yo sería el único sustituto de todos vosotros". El libro es una suerte de acta notarial diaria con el que Bono, según señala en el prólogo, ha querido hacer un "ejercicio de transparencia" para mostrar a los ciudadanos cómo actúan los políticos. Según apunta la editorial, ha suprimido "comentarios de carácter íntimo y maledicencias graves". Bono sostiene que "no es un ejercicio de prudencia", pero "sí un ejercicio de justicia, al menos de justicia con la verdad".
El PP y los Gal
Bono recuerda también en sus diarios la conversación que mantuvo en 1995 con el general José Antonio Sáenz de Santamaría, quien le confesó que el PP impulsó la disolución de la comisión de investigación parlamentaria sobre los GAL cuando supo que "iba a hablar de Fraga". El político rememora la "bomba" que le contó quien había sido responsable de la Guardia Civil cuando al frente de Interior se sucedían Manuel Fraga, Rodolfo Martín Villa, Antonio Ibáñez y Juan José Rosón, desde el final del franquismo hasta los Gobiernos de UCD.
Sáenz de Santamaría fue llamado a declarar en la comisión de investigación creada en el Senado sobre la guerra sucia contra ETA y habló con Bono cuando éste se dirigía a Telecinco para ser entrevistado. "Tú diles que el PP impulsó la disolución de la comisión de investigación al saber que Sáenz de Santamaría iba a hablar de Fraga", escribe Bono tras la charla. "Martín Villa -prosigue el general- habría informado al presidente del PP de mi intención de desvelar a la comisión del Senado todos los casos de guerra sucia que conozco desde 1975. Entonces se acojonaron", añade. Sáenz de Santamaría le dijo a Bono que estaba dispuesto a contar "comprometidos asuntos, aunque sin imputar responsabilidades a los expresidentes de Gobierno. La idea era que se hacían las cosas y los presidentes del Gobierno no se enteraban".