Un año más, la llegada de la Semana Santa ha marcado el inicio de la temporada alta turística en el Camino de Santiago, que ha vuelto a llenarse de peregrinos deseosos de cumplir con la tradición de visitar la tumba del Apóstol o de, simplemente, recorrer los magníficos enclaves naturales y monumentales que jalonan la Ruta Jacobea. Pese a la lluvia, el viento y el frío reinante en los últimos días en toda la comunidad autónoma, la Oficina del Peregrino de Santiago ha vuelto a bullir en actividad para recibir y entregar a todos los recién llegados la denominada Compostela, el documento que acredita haber recorrido al menos cien kilómetros a pie por cualquiera de las rutas jacobeas que desembocan en la capital gallega.
Las cifras hablan por sí solas. Casi dos mil personas, en concreto 1955, acudieron a pedir su credencial durante la jornada del jueves, y a primeras horas de este Viernes Santo ya habían ‘desfilado’ por la citada oficina más de doscientos caminantes embutidos en chubasqueros de todos los colores. ¿Aquí no para nunca de llover?, preguntaban algunos con cierta desesperación tras pasar varios días calados hasta los huesos. La respuesta es que sí, que a veces para, pero otras muchas veces la lluvia se pone en modo de riego permanente y no desaparece durante treinta o más jornadas consecutivas.
En la actualidad, los peregrinos que llegan a Santiago cuentan con una amplísima red de albergues públicos y privados para alojarse. Y a lo largo del camino pueden encontrar numerosos centros de salud donde ser atendidos si caen enfermos o sufren una caída o cualquier tipo de accidente. Pero la situación fue radicalmente diferente durante muchos siglos. Precisamente, este año se cumple el 70 aniversario de la conversión en hotel de lujo del histórico edificio que en su día, hace más de cinco siglos, nació con el objetivo fundamental de brindar los servicios sanitarios adecuados a las riadas de fieles que llegaban a la ciudad tras el rastro del destacado apóstol de Jesucristo. Se trata del Hostal de los Reyes Católicos, que en 1954 empezó a funcionar como alojamiento vip dependiente de la Empresa Nacional de Turismo (Entursa) y posteriormente se convirtió en uno de los buques insignia de la red de Paradores.
Botafumeiro para disimular el hedor reinante en la catedral
Cuenta la historia que cuando los reyes católicos visitaron Santiago de Compostela en 1486, viaje que tuvo por objetivo principal implorar ayuda al Apóstol para culminar con éxito la Reconquista y liberar al fin toda la península del dominio musulmán, se quedaron horrorizados al comprobar las penosas condiciones higiénicas y de salud que presentaban muchos de los peregrinos que llegaban a la ciudad. El hospital donde eran atendidos había sufrido un incendio y desde entonces cientos de devotos del ‘Hijo del Trueno’ vagaban a diario por las calles o buscaban refugio en una catedral que nunca cerraba sus puertas, ni de día ni de noche, y que acabó convertida en una especie de hospedería permanente en la que los peregrinos se reponían y curaban sus heridas antes de emprender el camino de vuelta hacia sus lugares de residencia.
El templo soportaba entonces tal sobrecarga de ‘humanidad’ que el botafumeiro, el célebre y gigantesco incensario que ya entonces se encargaba de purificar el recinto, no daba abasto para camuflar el insoportable hedor provocado por los innumerables viajeros que, sucios y enfermos, pernoctaban a cubierto del frío y de la lluvia.
Al ver semejante panorama, Isabel y Fernando se comprometieron a construir un nuevo hospital “capaz de dar cumplido y decoroso servicio a todos los devotos, enfermos y sanos, que a la ciudad llegasen”. Y así fue cómo muy pocos años después, en 1501, dieron comienzo las obras de un imponente complejo sanitario, que también funcionaría como hospedería, a muy pocos pasos de la catedral y en un extremo de la que hoy se conoce como plaza del Obradoiro. La función asistencial del complejo se mantuvo durante más de cinco siglos, justo hasta 1953, fecha en la que la construcción de un moderno hospital en la calle de Galeras, fuera ya de la ciudad histórica, permitió transformar el edificio en un hotel de cinco estrellas. Un año después, en julio de 1954, el entonces jefe del Estado, Francisco Franco, presidió la inauguración del nuevo complejo de Entursa con motivo de la festividad, el día 25, del patrón de España.
Las obras de construcción del hospital de peregrinos fueron encargadas al prestigioso arquitecto Enrique Egas, artífice de implantar el Renacimiento en Galicia, y la primera fase se levantó entre los años 1501 a 1511. Posteriormente fue objeto de numerosas ampliaciones y llegó a albergar, además de las instalaciones dedicadas de forma específica a sanar a los peregrinos, una hospedería, donde podían alojarse los enfermos que ya se habían curado, capillas, zonas de esparcimiento, varios claustros, un refectorio para los monjes y hasta una inclusa en la que se atendía a los niños abandonados.
En la actualidad, el complejo cuenta con 137 habitaciones, dos restaurantes y once salas de diferentes tamaños, con un aforo conjunto de 1200 personas, en las que se celebran actos y ceremonias de todo tipo. Su larga historia, su belleza arquitectónica y su excepcional ubicación, a un paso de la catedral y de los monumentos de mayor interés de la capital gallega, que cuenta desde 1985 con el distintivo de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco, han otorgado fama internacional a un parador de gran lujo que durante siglos acogió a muchos miles de peregrinos humildes, maltrechos, enfermos y en ocasiones moribundos.