Pablo Iglesias está cerrando el círculo. Empezó en La Tuerka y quiere acabar siendo Ana Rosa con la inestimable colaboración de Jaume Roures, en cuya casa de Barcelona, en una cena, empezó todo allá por 2017. Sánchez no le dio el control de RTVE y ahora, con su socio catalán y tras la derrota que le espera el 4-M, prepara ya su ansiado regreso al otro lado de las pantallas.
Iglesias, como buen agitador, sabe que tener una plataforma en los medios es fundamental para movilizar las conciencias dormidas (y sobre todo las calles). Con Pedro Sánchez lo ha intentado varias veces. En 2016, cuando el PSOE negociaba el apoyo de Podemos para formar gobierno y evitar un ejecutivo de Mariano Rajoy, Sánchez rompió por primera vez la baraja y su entonces negociador, Óscar López, denunció la “obsesión” de Iglesias por “controlar a jueces, policías, el Centro Nacional de Inteligencia y RTVE”. Ese primer asalto, Iglesias lo perdió.
Meses después y en vísperas del referéndum ilegal en Cataluña, Iglesias volvía al asalto. En una cena supuestamente secreta en casa de Jaume Roures en Barcelona –desvelada por El Confidencial- Iglesias y el productor se citaban con Oriol Junqueras. Allí empezó todo.
Iglesias, Junqueras y Roures
Era el 27 de agosto de 2017. Iglesias y Junqueras llegaban por separado al domicilio del dueño de Mediapro pocas horas después de que hubiera tenido tenido lugar la manifestación de repulsa en Barcelona contra el atentado de las Ramblas. Iglesias pidió a Junqueras, en presencia de Roures, el apoyo de ERC a una moción de censura que quería impulsar Podemos para echar a Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno. Junqueras condicionó su apoyo a que los comuns se movilizaran en el referéndum ilegal del 1-O.
Pablo Iglesias intentó convencer en la cena de que con la llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE era el momento para echar a Rajoy de La Moncloa, y que debería contar para ello con ERC y el (entonces) PDeCAT. La cena la había impulsado el propio Roures.
Iglesias intentó convencer en la cena de que con la llegada de Sánchez a la secretaría general del PSOE era el momento para echar a Rajoy de La Moncloa. La cena la había impulsado el propio Roures
La moción de censura llegó solo unos meses después, en mayo de 2018. Cayó Rajoy, con el apoyo de todos los partidos nacionalistas y separatistas. Junqueras ya estaba preso y Puigdemont, huido. Y Óscar López pasaba a ganar un sueldo de seis cifras plácidamente en Paradores. Y en las siguientes elecciones, Iglesias sería vicepresidente y tendría acceso a la comisión de secretos oficiales donde rinde cuentas el CNI. Pero Sánchez le dejaba sin tener el control de RTVE.
Entre casos neurona y Dina, la pandemia y las elecciones vascas y gallegas que mostraban el deterioro progresivo de la formación morada y de su liderazgo, Pablo Iglesias necesitaba un golpe de efecto. Lanzó su candidatura a las elecciones del 4-M como referente de la izquierda antiAyuso, pero el efecto Iglesias duró –como diría Sabina- “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. Y el exvicepresidente ya prepara otra vuelta de Tuerka a su futuro.
Que nadie en el entorno de Iglesias le ve en la Asamblea durante dos años como el portavoz del quinto y último partido ya se ha contado aquí. Que el panfleto de La Última Hora no le sirve para movilizar nada, también. Y que si quiere dedicarse a agitar conciencias y ser el referente de la izquierda en los medios necesita a Roures –ahora que su amigo Javier Cintora tiene fecha de caducidad en RTVE- no lo duda nadie.
Controlar los medios
Pablo Iglesias lleva toda la campaña señalando a las “estrellas mediáticas” que dominan y controlan los medios. “Ellos ya han hablado mucho”, insiste una y otra vez en los mensajes de estos días que, en el fondo, es lo que lleva diciendo desde que ‘tocó’ poder como eurodiputado. En 2014, ya aseguraba que "si el derecho a la información es un derecho democrático, la concentración de la propiedad es incompatible con ese derecho". E insiste desde entonces: “No puede ser que algo tan importante, y de interés público, imprescindible para la democracia, como son los medios de comunicación, esté solo en manos de multimillonarios".
Por ello, y cerrando el círculo, vuelve ahora a arrimarse a un supuesto pobre de solemnidad como Jaume Roures -que acaba de prestar un contraaval de 30 millones a través de una de sus sociedades, Orpheus Media, SL, a Joan Laporta para que éste pueda presidir el Barça- para intentar a medio plazo cumplir lo que en el fondo siempre ha deseado Pablo Iglesias desde que tertulianeaba en la Tuerka: ser la Ana Rosa de la izquierda.