España

Génova busca desesperadamente recambios para su fortín electoral de Madrid

El fortín de Madrid, el más importante del Partido Popular, está tocado. Ayuntamiento y Comunidad tienen graves problemas. En Génova se analiza friamente la situación y se escrutan alternativas a la estructura actual. Retener la mayoría absoluta es el objetivo irrenunciable.

  • La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, conversa con el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González

Madrid aparece ahora, inédita e inopinadamente, como un problema para el PP. La inexpugnable fortaleza muestra grietas inquietantes. Errores, patinazos, escándalos... desestabilizan a la formación en sus dos máximos centros de poder territorial. El Ayuntamiento y la Comundiad atraviesan sus peores momentos en los últimos años. Génova estudia un "plan B" para afrontar las elecciones autonómicas con un mínimo de garantías.

No hay prisas ni urgencias. Tan sólo inquietud y preocupación. A Génova se le ha abierto un frente en Madrid con el que no contaba y se dispone a modificar sus previsiones. El punto más débil del castillo madrileño era, hasta ahora, el Ayuntamiento, esa especie de "Aleph" borgiano en el que se sustenta todo el edificio. Un poderoso tirón electoral en el municipio madrileño siempre ha arrastrado al alza a la comunidad.

Pero el Consistorio tiene goteras. Mejor dicho, los tiene su alcaldesa, Ana Botella. No fue cabeza de lista en las elecciones, sustituyó a un Ruiz Gallardón en fuga hacia el Ministerio de Justicia y heredó el municipio más endeudado de Europa occidental. Sin embargo, no ha sido hasta ahora la gestión económica el talón de Aquiles de Botella que, en este sentido, se está mostrando fiable y eficaz. Con un pero mayúsculo y unánime: la asfixiante presión fiscal, los aumentos intempestivos en tasas, impuestos, multas... Medidas impopulares por agobiantes. Unánime reproche ciudadano a tan escasa sensibilidad.

El PP no puede perder Madrid, claman los estrategas de Génova

Sus problemas, sin embargo, nacieron con el Madrid Arena, siguieron por el fiasco de los Juegos y terminaron con la huelga de la limpieza. Tres puntos en su "debe" que parecen haber anulado sus opciones de futuro. Circulaban ya nombres y hasta menudeaban encuestas. Esperanza Aguirre aparecía en todos los pronósticos.

Pero en una semana, el objetivo de la inquietud se ha trasladado a la puerta del Sol, sede de la Comunidad, donde Ignacio González, gestor eficaz y minucioso, había logrado redondear una imagen de solvencia, apreciada incluso en Moncloa, donde nunca gozó de excesivas simpatías. Pero dos terremotos han sacudido el gobierno regional en el lapso de muy pocos días. Primero, la "tocata y fuga" de Eurovegas, una ducha de agua fría sobre los planes de desarrollo económico y creación de empleo de la región. Y luego, el escándalo judicial del ático malagueño del presidente González, que una trastabillante juez de Estepona puso de nuevo en danza cuando parecía cuestión antigua y periclitada.

Quienes avizoraban un lustroso ticket electoral conformado por Aguirre y González, la "lideresa" y su delfín para municipales y autonómcias de 2015, elaboran ahora fórmulas sustitutivas, piezas de relevo, planes alternativos.

El PP no puede perder Madrid, claman los estrategas de Génova. Hay que defender el fortín de Madrid, exclaman desde Moncloa. Ahora mismo, el horizonte electoral aparece inquietante. Y peliagudo. Si a todo este panorama se le añade la carretada de mails girados por el ex presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, que incluyen episodios nada edificantes sobre Arnar y su familia, la propia Aguirre, el nunca olvidado Gallardón y otros personajes de un PP veterano y pretérito, se redondea un panorama enrevesado.

El Ayuntamiento y la Comundiad atraviesan sus peores momentos en los últimos años

"Con lo que hay no podemos concurrir con garantías a las urnas", susurran en Génova. Nada de prisas ni de acelerones que chirríen con el estilo pausado de Rajoy. La única urgencia, ahora, es prevenir el caso de que el frente judicial de Ignacio González derive en imputación. Tendría que dejar la presidencia y habría que buscar un sustituto, un interino. Todos miran a Lucía Figar, 39 años, consejera de Educación, bregada en cien batallas en los terrenos más inhóspitos. Buena imagen, excelente acogida en la región, estimada en el partido, valorada en Génova y apreciada por Rajoy. Imagen joven y moderna. Y naturalmente, con escaño en la Asamblea desde donde plantarle cara a Tomás Gómez.

Sería una interinidad de lujo para un puesto exigente. Pero de ahí no se pasa automátiamente a la cabecea de la lista electoral. Ahí entrarían otros nombres en juego. Y Cristina Cifuentes, actual delegada del Gobierno, siempre aparece con fuerza.

Génova mueve sus fichas, estudia los nombres, planea escenarios diversos y, sobre todo, sigue con atención el frente judicial y la evolución personal de los protagonistas. Nada de obsesión por las encuestas. "Aún no toca. Aquí no hacemos esas encuestas que luego circulan profusamente en los medios. No son nuestras", certifica un alto cargo de la organización. Vientos de relevo general en el PP de Madrid.

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