Este domingo se han cumplido tres meses ya de la celebración de las elecciones generales que han significado el fin del bipartidismo. El bloqueo para formar Gobierno parece determinar que el próximo 3 de mayo se convocará a los españoles nuevamente a las urnas.
El panorama, como informó Vozpópuli, muestra a un Partido Socialista confiado en mejorar su renta si hay nuevos comicios, a un Mariano Rajoy que no da un paso atrás pero tampoco hacia adelante, a un Pablo Iglesias no se sabe si de bombero o de pirómano de las crisis de Podemos y a un Albert Rivera dando ejemplo de alta política en su intento de alcanzar un gran acuerdo. Los incendios en Podemos, las encuestas y la sensación de ocupar el centro del debate político llevan al PSOE a confiar en unos buenos resultados en el caso de nuevas elecciones.
Pedro Sánchez necesita para su investidura meter en el mismo saco a Podemos y Ciudadanos
Dos son las posibilidades para que haya Gobierno antes de la fecha límite. La primera, que Podemos se abstenga y permita gobernar a PSOE y Ciudadanos. La segunda, que Pedro Sánchez llegue a un pacto con Podemos y que Rivera permita ese frente de izquierdas sin nacionalistas. Improbables los dos escenarios vista la evolución personal y política de los protagonistas. Otra variable: un Gobierno PSOE-Podemos con la abstención de los nacionalistas. Pero implica unas contrapartidas al independentismo de consecuencias imprevisibles.
Rajoy y el PP siguen apostando por un gran pacto con el PSOE. Incluso han dejado ver que Ciudadanos no sería necesario en este caso. Sánchez sabe, por encuestas internas, que si va de la mano a algún sitio con el PP el futuro del partido que ahora dirige sería parecido al del Pasok, en Grecia: de dominante a residual.
¿Y un presidente sorpresa?
Pero hasta que suene la campana todo es posible, como se ha podido comprobar en Cataluña, con Carles Puigdemont como presidente por accidente tras un acuerdo de última hora el pasado 9 de enero, un día antes del límite para convocar nuevas elecciones. La foto tras unas nuevas elecciones tal vez no se diferencie mucho de la de ahora. Habrá que seguir negociando entonces con unas cartas parecidas. No es descartable que Felipe VI apele a la responsabilidad de los partidos y que aconseje una solución al bloqueo para no acudir de nuevo a las urnas.
Artur Mas no fue investido presidente por la negativa de la CUP. Los radicales plantearon desde el principio que podrían aceptar otro nombre, que era necesario que Mas se echara a un lado. En los tres meses de negociación se plantearon distintas alternativas, como el nombramiento de un presidente independiente, como el ex magistrado del Tribunal Constitucional, Carles Viver Pi-Sunyer, presidente del Consejo Asesor para la Transición Nacional.
La solución Puigdemont, presidente por accidente, puede dar ideas a los grandes partidos
La CUP estaba dispuesta a “tragar” con un presidente que saliera de las listas de Junts pel Sí, siempre que no fuera Mas. Ahí apareció el nombre de Raül Romeva, número uno de la candidatura de JxSí en las elecciones del 27S. Anna Gabriel, de la línea más dura de la CUP, lanzó durante el segundo pleno de investidura la idea de un "Govern coral".
El acuerdo in extremis, que obligó a Mas a ceder en favor del alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, desbloqueó la situación. La vía Puigdemont es un ejemplo de que cuando se acerca la hora límite pueden aparecer soluciones imprevistas.
Este pacto evidenciaba que las palabras se las lleva el viento, que el repaso a la hemeroteca no deja en buen lugar a algunos protagonistas. Artur Mas cedió, aunque había reiterado que nunca permitiría que la CUP se saliera con la suya. Su sustituto al frente del proyecto independentista cogió el relevo de la presidencia de la Generalitat, a pocas horas de que terminara el plazo.
La CUP consiguió apartar a Mas pero el acuerdo le obliga a cierta sumisión hacia Junts pel Sí
Puigdemont figuraba en la lista de dirigentes de Convergencia a los que la CUP no iba a vetar si era presentado para presidir la Generalitat. El acuerdo de última hora permitió a los radicales considerar que habían triunfado por haber apartado a Mas. Pero las envenenadas condiciones del pacto colocaron a la CUP en una situación endiablada, pues se comprometían a no votar en el mismo sentido que los partidos contrarios al Govern (cosa que no ha sucedido siempre) y cedían dos de sus diputados para que se incorporaran a la dinámica parlamentaria de Junts pel Sí.
Un día después, el domingo, la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, convocó un nuevo debate de investidura que otorgaría la presidencia a Puigdemont.