El pasado domingo los lectores de El País desayunaron con un amplio publirreportaje sobre Iván Redondo, el asesor estrella de Pedro Sánchez. El texto era bastante previsible, salpicado por datos que confirman su creciente importancia dentro del sanchismo, por ejemplo que trabaja desde el lujoso despacho que ocupó en los ochenta Alfonso Guerra, situado a un minuto del presidente. La respuesta más inquietante del texto trataba sobre las nuevas legislaciones que prepara el Gobierno para cuando se supere la crisis del coronavirus. Anunciaba, citamos texualmente, que se van a afrontar “asuntos como la guerra cultural y la reforma de la Constitución. Cada propuesta legislativa será abordada en su momento”. ¿A qué se refiere exactamente con legislar iniciativas "como la guerra cultural”?
Para enterarnos de qué está hablando, llamamos a prensa de Moncloa. Según el reportaje de El País, hoy el entorno del presidente ha crecido hasta alcanzar “un centenar de asesores y altos cargos”. El primer responsable de prensa nos remite a un segundo, “él te podría ayudar mejor”. El segundo contesta de manera tan sucinta como sincera: “La verdad, no sé a qué se refiere Redondo con esa frase. No tengo ni idea. No te puedo decir más”, suelta en tono cortante. Pero, insisto, ¿se usa con frecuencia en Moncloa la expresión “guerra cultural”? “No sé, perdona, no es algo que te pueda decir”, ataja. ¿Es posible que me facilite el teléfono de alguien que lo sepa? “No se me ocurre, la verdad. Lo siento”, ya exasperado. En realidad, el titular de esta pieza podría ser “Iván Redondo anuncia una guerra cultural…y en Moncloa nadie sabe muy bien de qué está hablando”. O nadie quiere enfrentarse a una bronca del jefe.
"Una guerra cultural tiene sentido si el PSOE quiere polarizar con Vox, que es el otro partido al que le interesa, ya que ambos ganan algo", explica el sociólogo Guillermo Fernández.
En todo caso, hay que desconfiar siempre de la información oficial. Mejor preguntamos al sociólogo Guillermo Fernández, experto en guerras culturales. Fernandez ha analizado de manera brillante el ascenso de las nuevas derechas europeas, especialmente el Frente Nacional francés. También presta atención a la respuesta que da la izquierda a estos fenómenos. “La verdad, me ha extrañado que Redondo use de manera tan explícita el término ‘guerra cultural’ en una entrevista. Puede tener sentido en el marco de que el PSOE quiera polarizar con Vox, ya que son el otro partido al que le interesa mantener una guerra cultural. Es un escenario en el que ganan ambos, porque el PSOE aparece como el dique de izquierda y Vox como referente de oposición. Piensa que ahora Vox está en una línea de arrancar votos a la izquierda, por pocos que sean, con estrategias como montar un sindicato o dar mítines en polígonos”, apunta.
Subordinar a la izquierda
César Calderón, consultor político y colaborado de Vozpópuli nos explica cómo ve la situación: “Cuando en el publirreportaje se mencionan las guerras culturales hay que descartar que se hable en términos gramscianos, ya que tengo la seguridad de que esa no es una tradición política que predomine en esa casa. Bueno, ni esa ni ninguna otra. No se está refiriendo a la cultura como elemento central de construcción del momento de hegemonía, que es la gran aportación teórica de Gramsci”, apunta.
"Nunca en la historia de la democracia española hemos sufrido una izquierda tan incapaz de formular una critica al Gobierno", apunta el consultor César Calderón
Entonces, ¿qué interés pueden tener para este PSOE embarcarse en una nuevas guerras culturales? “El gran éxito de Sánchez y su equipo no ha sido imponerse a la derecha española, sino subordinar a la izquierda. Nunca en la historia de la democracia española hemos sufrido una izquierda tan incapaz de formular una critica al Gobierno. Han impuesto la estrategia del castillo asediado y todos se han cuadrado en posición de defensa. A lo que nos encaminan es a una izquierda estupidiazada como la anglosajona, basada en las identidades y ajena a cualquier cuestión de clase”, lamenta Calderón.
Redondo tiene una especial querencia por el vocabulario bélico. No es casualidad que la bitácora que mantuvo en el diario Expansión se titulase “The War Room” (la habitación de la guerra). Cuando buscamos información sobre “guerras culturales”, la primera entrada que aparece es una titulada “La ventana de Overton”, un concepto que alude a la habilidad para convertir lo políticamente inaceptable en razonable. El ejemplo que maneja a lo largo del texto es la independencia de Cataluña. “La batalla que hoy les acercamos es cultural y, por lo tanto, trasciende al tiempo de legislaturas, partidos y personas. Estas son siempre en política los combates más importantes y en los que sus participantes están preparando, desde el silencio a veces, desde la radicalidad otras (ahora lo entenderán), las victorias futuras (…) Sólo con un manejo adecuado de su propia ventana de Overton, encontrará una salida, y ya no será continuar como una autonomía, de una Cataluña dentro de España”, concluye. ¿Estaba anunciando Redondo en El País que van a impulsar que en esta legislatura sea posible un referéndum legal en Cataluña?
Para el vídeo de presentación de The War Room, Redondo escogió el fragmento de un discurso de Barack Obama donde el expresidente pronunciaba estas palabras: “No existe una América progresista y otra conservadora, igual que no existe una América blanca, otra negra, otra latina y otra asiática. Solo existen unos Estados Unidos de América”, declamaba entre aplausos. La cuestión es que, en la práctica, Redondo prefiere las guerras culturales antes que políticas de conciliación para el país que está ayudando a presidir. Esto es lo que hay, lo que nos espera.