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'La izquierda feng-shui': "Un político puede hablar en el Europarlamento sin tener idea"

¿Por qué triunfan entre cierto sector de la izquierda las teorías de pseudociencia, las terapias alternativas y el pensamiento místico? Mauricio-José Schwarz lo analiza en el libro 'La izquierda feng-shui'. 

"Cuando José Antonio Pérez Tapias, exdiputado por el PSOE, se opone de modo contundente en su cuenta de Twitter a los pesticidas, a la energía nuclear, a los transgénicos, incluso sugiriendo que vivir 'al lado de donde se cultivan' causa daños a la salud, al tiempo que Pablo Iglesias, líder de Podemos, dice que los cultivos transgénicos 'están destrozando la agricultura de medio planeta', ¿no están invitado al abandono de la ciencia en aras de la ideología, a ignorar los hechos y datos?".

Esto se pregunta el periodista y divulgador científico mexicano Mauricio-José Schwarz en el libro que acaba de publicar, La izquierda feng-shui. Cuando la ciencia y la razón dejaron de ser progres (Ariel, 2017). Él, que se declara abiertamente de izquierdas, disecciona a través de las páginas el triunfo de las teorías de la pseudociencia, el misticismos, los ritos esotéricos en una parte del espectro político progresista. 

A lo largo de la entrevista con Vozpópuli , Schwarz carga contra la manipulación y contra los bulos que contribuyen a reforzar presentadores de algunos programas de televisión como Javier Cárdenas e Iker Jiménez. Se pregunta además por el choque entre la racionalidad y la creencia y por qué triunfa cierto pensamiento mágico entre las bases de electores de izquierdas. 

¿Cuál es el bulo más grave que corre entre la sociedad?

Depende de la sociedad. En el mundo opulento es el antivacunismo. Y por sus consecuencias para el tercer mundo, el rechazo a los transgénicos. El primero está haciendo que vuelvan a Europa y a Estados Unidos una serie de enfermedades que ya estaban erradicadas. Esto es un paso atrás. Cuando un niño italiano muere de sarampión, estás regresando a los años veinte. En el caso de los antitransgénicos, me remito a lo que dicen los agricultores africanos. Señalan que el rechazo a los transgénicos en Europa hace que ellos no puedan utilizar los avances de la biotecnología para alimentar a sus propios pueblos porque no tienen ni la forma de acceder a ellos ni la forma de vender excedentes. En el libro cito a algún agricultor que ha pedido a la Unión Europea que controle su rechazo a los transgénicos, que es profundamente anticientífico.

¿Entraña algún peligro apoyar o ser partidario de estos vetos o rechazos a ciertas tecnologías o avances?

El peligro es no usar herramientas que son útiles. Es como cuando se rechazó la electricidad a principios del siglo veinte o cuando se decía que los trenes iban a matar con la velocidad. Es una forma de impedir que se utilice una herramienta aunque no resuelva todo, puede ser útil en la resolución de los problemas. Herramientas como la biotecnología nos permite aumentar la productividad, tener cultivos que resisten mejor las condiciones para que puedan ser plantados donde hacen falta, por ejemplo en el África subsahariana. De nada sirve que sobren alimentos en Estados Unidos o en Ucrania. No los puedes trasladar todos los días para dar de comer a la gente de Etiopía. Necesitas que los cultivos en Etiopía funcionen. Y se necesitan entre otras herramientas los transgénicos.

La tesis de su libro es que en una parte de la izquierda actual todos estos vetos a ciertas técnicas o avances están creciendo. ¿Por qué se centra en la izquierda?

Me centro en la izquierda porque tiene un gran respeto social y porque estas corrientes, que las hay en todos los partidos y organizaciones de la izquierda, tienen un gran respeto por la autoridad moral que tiene la izquierda en la defensa de los más desprotegidos. Es lógico. Tiene una mayor presencia socialmente. Nos es lo mismo cuando un señor malvado de la derecha, con relaciones extrañas y muchos negocios, te dice que algo es malo, a que te lo diga el que está luchando por la igualdad y por los derechos de los trabajadores y el medio ambiente, es decir, tiene una autoridad moral real, pero que está malversando al entrar en temas de los que no tiene idea. Esto ha permitido que la izquierda tenga influencia en los gobiernos de todo el mundo; la izquierda feng-shui, la parte irracional tenga una gran influencia sobre todo en organismos internacionales como la UE o la ONU. Yo me preocupo por esto porque soy una persona de izquierdas que rechaza la tontería aún más entre los míos. Es un libro en contra de la tontería y lo absurdo que me parece que la izquierda, que debería ser la defensora de la razón, del conocimiento, del progreso, de una vida mejor para todos, de pronto asuma posiciones mágicas.

¿Se produce un choque entre la racionalidad y la creencia?

Exacto. Creencias que además provienen de un malentendido rechazo a su origen. Si una empresa muy malvada hace algo que salva niños, no puedes rechazar el producto que salva niños sólo porque la empresa es muy malvada. Y esto es una simplificación. Ninguna empresa es del todo malvada y ninguna de las soluciones es tan perfecta. Pero es rechazar los resultados por su origen, por el rechazo ideológico al origen, pero que revela una incapacidad de separar distintos estratos del pensamiento y la realidad.

¿Se han combatido mal las pseudociencias desde el ámbito científico? ¿Y qué papel juega el humor a la hora de desenmascarar bulos?

No se ha combatido lo suficiente. Pero creo que en los últimos tiempos se ha hecho muy evidente la presencia de los que hacemos esta crítica, desde simples periodistas como yo, hasta científicos de nivel en todo el mundo. Creo que es algo que está creciendo ante la aparente agudización del problema. Creo que hay un trabajo insuficiente que poco a poco va mejorando. Ahora en España a los científicos se les da créditos por divulgar y antes tenían que quitarle tiempo a su trabajo de investigación cuando querían divulgar. Ahora tienen el apoyo institucional necesario para hacer ese trabajo de divulgación que es importante. Yo digo que en mi caso el humor funciona bien como forma de hacer llegar ciertos mensajes. No digo que sea lo que todo el mundo debe hacer. Se necesitan puntos de vistos muy serios y gente pedagógica y didáctica. Pero también se necesita la comunicación ligera y a nivel de niños y adolescentes y adultos. Se necesita todo tipo y a veces nos falla el lado de lo ligero y el humor porque quienes podemos hacer eso, que somos los divulgadores no científicos, pues somos una minoría.

¿Esta labor de divulgación y pedagogía, choca con ciertos programas televisivos?

Es una de las cosas contra la que nos oponemos. Cuando Iker Jiménez comenzó su lamentable programa éramos un puñadito los que estábamos no sólo preocupados sino exigiéndole a los medios que dieran voz a la ciencia junto a él. No se trata de prohibirlo, sino de poner junto la posibilidad de decir esto no es cierto. Yo llevo veinte años explicando por qué todo lo que dice Iker Jiménez no es cierto. Pero ahora que Javier Cárdenas dice una burrada, ha salido una enorme cantidad de gente a decir ‘te equivocas’. Científicos, médicos, biotecnólogos, bioquímicos, periodistas… Entonces, evidentemente, la reacción es muy alentadoras. Creo que una asignatura pendiente de la divulgación es divulgar para el público que ve la telebasura. Hacerte atractivo, interesante y comprensible para quien disfruta Sálvame o Mujeres y hombres y viceversa. Porque la ciencia la puede entender todo el mundo aunque no la pueda hacer. Todos sabemos de fútbol y muy pocos podemos coger un balón y hacer lo que hace Messi.

¿Tiene algo de malo en el principio de precaución? Hay gente que apaga el móvil y el router WI-FI por la noche y que no usa el microondas.

Sí. Hay algo muy malo pero que no es fácil de ver. Es que la ignorancia crea un muro a tu alrededor. Y ese muro lo controla quien promueve tu ignorancia. El que te dice que apagues el Wi-Fi es el mismo que luego te vende algo para protegerte del Wi-Fi. Crea un muro de ignorancia alrededor de ti y luego lo aprovecha. No te permite tener una visión independiente y completa de la realidad. Aunque pareciera inocuo, en realidad no lo es, porque detrás hay una actitud ante todo el resto de la vida. ¿Cómo vas a tratar a tus hijos, la diversidad sexual o las elecciones si estás viendo el mundo desde la ignorancia? La información y el conocimiento derriban esas murallas y te vuelve libre. El problema de la gente libre es que hace cosas que luego no nos gustan o votan a quien no queremos que voten. Pero sí que tiene mucho de malo que alguien sea víctima de estas creencias promovidas, generalmente, por personas que quieren tres cosas: dinero, admiración y sexo. O las tres.

Con el tema de las ondas, hay gente que hace negocio vendiendo artilugios de protección.

Yo descubrí ese entramado hace siete años. Todas las fundaciones que parecen independientes (Escuelas sin Wi-Fi, Fundación Vivo Sano, Geosanex, etc…) están en el mismo lugar, en la calle Príncipe de Vergara en Madrid. Si promueves el miedo, generalmente alguien se acaba beneficiando de ello. Por ejemplo un mosquitero que venden estos desvergonzados, vale mil euros, para protegerte de las ondas electromagnéticas por la noche. Y si no simplemente te vende libros o revistas como Año Cero o Enigmas.

Pablo Iglesias, durante su etapa como eurodiputado, dirigió una pregunta a la Comisión Europea sobre el reconocimiento como enfermedad de la hipersensibilidad electromagnética.

Así es. Da el peor ejemplo. Da ejemplo de que un político puede ponerse a hablar delante de un organismo tan relevante como el Europarlamento sin tener idea de qué está diciendo. Es decir, sin estar informado por expertos médicos que le pudieran decir mira, el sufrimiento de estas personas es real, pero la causa a la que lo atribuyen no lo es. Se equivocan, cometen un error, pero hay gente que les está diciendo que esa es la causa de sus enfermedades. Entonces, que haga eso o que digan que la homeopatía se debe financiar si la gente lo quiere y lo vota, son cuestiones muy alarmantes que la izquierda no debería permitirse el lujo de hacer. La mejor forma de gobernar, legislar o hacer oposición, es basarte en lo que sabemos, no en lo que creemos.

Hay jueces que han reconocido esto como enfermedad y han concedido la incapacidad laboral.

Es un gravísimo error. La ciencia no se decide en los tribunales. Un estado en Estados Unidos intentó cambiar la legislación para que el número pi valiese 3,2 y alguien lo paró. El hecho de que un Gobierno diga que los transgénicos son malos o que la sensibilidad electromagnética existe, no lo hacen real. Ya sabemos que los gobiernos decían que las brujas existían. Y se mató a miles de personas porque eran brujas.

A veces una persona enferma, cuando el médico no encuentra una cura que solucione su patología, busca a la desesperada una terapia alternativa ante la desesperación. ¿Qué papel juega el componente emocional?

El componente emocional juega una parte enorme, desgraciadamente. Y nada tiene que ver la formación. Piensa en alguien como Steve Jobs, que sabe de tecnología, que sabe controlar las emociones de los demás y por ello vende un estilo de vida, y, sin embargo, él mismo acaba tomando decisiones que acaban influyendo en su muerte. Cuando nos dicen que el mundo se puede resolver con simpleza, rechazamos lo complicado y lo difícil. Si viene un tipo como Josep Pàmies y te dice: yo curo el sida o el cáncer, te da una enorme tranquilidad emocional aunque te mueras de cáncer. Porque si vas al médico, el médico te va a hablar de probabilidades de supervivencia. No te va a dar certezas. Sería una irresponsabilidad. Puede acabar ante los tribunales un médico que te ofrezca lo que no te puede ofrecer la ciencia. En cambio, un desvergonzado te puede ofrecer el oro y el moro. Y es precisamente lo que ocurre. A la gente se le da una tranquilidad emocional poniendo en juego su vida.

¿Y qué solución tiene esto?

Sí. Primero que se persiga jurídicamente a quienes mienten, porque mentir, estafar y timar no es aceptable en nuestra sociedad. Y, por otra parte, educar a la gente sobre lo que realmente son las enfermedades. Y esto sólo se puede hacer con más dinero en la sanidad pública para que el médico te pueda dedicar media hora y no sólo diez minutos. Y sólo se puede hacer con una acción en la educación que a los jóvenes les explique cómo se llega al conocimiento. No sólo enseñarles el conocimiento, sino cómo se llegó a ese conocimiento.  

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