Cuando Juan Gancedo se encontró a Keko, estaba encadenado en una chabola de la Cañada Real. Rehuía a la gente, se asustaba de la presencia de cualquier persona. La cadena le producía heridas en el cuello. “A este perro lo han maltratado de todas las formas posibles”.
Entre drogas, toxicómanos y armas ilegales, la venta de animales constituye un pilar importante de los ingresos opacos de los habitantes de la zona más marginal de Madrid. “Hay gallos de pelea por todos lados”. La debilidad de Juan son los perros. En los cinco años que lleva acercándose a la Cañada, este agente de la Policía Nacional no sabe la cantidad exacta que ha podido rescatar. La de Keko es la última historia de este salva vidas.
La última vez que lo vio estaba muy mal, pero todavía se movía. El pasado 12 de abril, Juan fue buscando un cachorro de american stanford a una casa para poder salvarlo, pero con la idea en mente de llevarse a Keko de allí. El animal ya no hacía ademanes de huir, apenas se ponía en pie. Tras una pequeña discusión con los dueños, lo dejaron marchar. La condición de agente de la autoridad ayuda a Juan a la hora de negociar, aunque siempre vaya de paisano. “Muchos me conocen. Yo los respeto y ayudo a los animales, eso hace que ellos también me respeten a mí”.
Salió de allí con Keko entre sus brazos y puso rumbo a una clínica veterinaria en Moratalaz, a La Clínica Veterinaria de la calle Marroquina, al este del centro de la capital. Allí trabaja Benito Pérez, acostumbrado a trabajar con Juan y con varias asociaciones que operan en la Cañada ayudando a los animales abandonados del barrio. Raparon al perro y lo chequearon a fondo. Tenía leishmaniasis, erliquiosis, anaplasmosis y las almohadillas de las patas con piedras. “Estaba esquelético, reventado”, recuerda Juan. Ahora tiene que seguir un tratamiento específico para que salir adelante. “Después de lo que yo he visto, es increíble el nivel de bondad de este perro”.
"Me lo llevaba por las buenas o por las malas"
Juan no siempre tiene suerte. Cuando se entera de que un perro está en serio peligro, o que las condiciones en las que vive son lo más parecido a un auténtico infierno, va en su busca, pero las veces que se va con las manos vacías son más que las que consigue rescatar una vida. “A veces llevo comida, otras los limpio o los desparasito. Pero con Keko se me metió en la cabeza y me planté en la cabeza y les dije que me lo llevaba por las buenas o por las malas, que si no el perro se iba a morir”.
En la zona, las mafias que trafican con animales operan a sus anchas “Cerca del 90% de las familias que viven allí venden animales”, dice Juan, que lleva un lustro salvando vidas de cánidos en esta kilométrica área, que abarca varios municipios de la Comunidad de Madrid. “Cada vez que voy allí voy a ver si puedo salvar una vida”.
Las familias que crían perros de manera irregular no son muy propensas a dejar ir a los animales. El dinero que mueven es muy grande y se pueden encontrar “casi todas las razas”. Galgos, perros de presa, chihuahuas, yorkshires… Y a mitad de precio. Si un perro pequeño, con todos sus análisis, controles, vacunas y certificados de raza puede costar en el mercado 800 euros, “allí lo puedes encontrar por la mitad, o incluso menos si es mayor del tiempo de venta medio”. Otros como los american bully, que alcanzan los 2.000 euros, se pueden adquirir por apenas 900.
La red de voluntarios en la Cañada Real para salvar la vida de los animales es amplia. A Juan, que trabaja en solitario, se le suman dos apoyos sin los que su labor no sería de tanto calado. Por un lado Benito, el ya mencionado veterinario de Moratalaz. Él es el encargado de 'poner a punto' a los cánidos que salva el agente de policía. "Vamos todos los martes a desparasitar y curar a los animales. Intentamos enseñar y explicar a las familias las pautas que deben seguir con ellos", explica el veterinario. Él lleva yendo todos los martes desde hace tres años y monta dos puestos: uno en el centro donde van los drogodependientes a conseguir metadona y más tarde cerca de la incineradora.
La red de voluntarios en la Cañada Real para salvar la vida de los animales es amplia
Juan tiene varios perros, y cree que Keko será un miembro más de su familia dentro de poco. "No me los suelo quedar, pero él es especial". Gancedo no puede adoptar a todos los animales que salva, y por eso trabaja con asociaciones como Proyecto Cañada, que lleva dos años operando en la zona. Ellos son la tercera pata de esta historia.
Isabel está al frente de la asociación, que entre voluntarios llega a 10 miembros. "Cuando vamos con Benito lo más importante es castrar a los animales. Hay una cantidad enorme. Los tratamientos de desparasitación no los cobramos, y las vacunas tienen un precio muy reducido". La capacidad económica no es muy grande, por eso recurren a casas de acogida para dejar a los animales que rescatan hasta que consiguen encontrar les un hogar definitivo.
Ley contra el maltrato animal
El Código Penal recoge penas de cárcel para todas aquellas personas que maltraten a los animales "que no vivan en estado salvaje" que van desde los tres meses hasta un año de prisión, por lo que quien fuese condenado no acabaría entre rejas a menos que tuviese antecedentes. Además, quedaría inhabilitado de un año a tres para el "para el ejercicio de profesión, oficio y comercio que tenga relación con los animales" para todo aquel que los "maltrate injustificadamente".
La Policía poco puede hacer para evitar el estado de estos animales en la Cañada Real. "Saben que aunque se los lleven al día siguiente tendrán otros", dice Isabel. "La realidad es que maltratar a un ser vivo en España sale muy barato", sentencia Gancedo.