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Kate Middleton y el misterio de la mariposa cristal

Catherine Elizabeth Middleton nació en Reading, condado de Berkshire, Inglaterra, el 9 de enero de 1982. Es la mayor de los t

Catherine Elizabeth Middleton nació en Reading, condado de Berkshire, Inglaterra, el 9 de enero de 1982. Es la mayor de los tres hijos que tuvieron Michael Francis Middleton, un empleado de líneas aéreas (se encargaba de despachar los billetes a los pasajeros) y su esposa, Carole Elizabeth Goldsmith, que era azafata. Los ímprobos esfuerzos de la casa real británica lograron "descubrir" un remoto parentesco entre el padre, Michael, y los Lupton, familia de comerciantes y clérigos relacionada con la realeza desde el siglo XVI. Pero es igual: al rey Jorge V le habría dado un síncope de haber sospechado que su tataranieto (y futuro rey) se iba a casar con una absoluta plebeya. Por fortuna, las cosas han cambiado mucho desde Jorge V.

Reading es una próspera ciudad que hasta ahora era conocida en todo el mundo porque allí estaba la cárcel donde encerraron a Oscar Wilde, quien escribió su célebre "Balada" sobre su estancia en la lóbrega prisión. Ahora se la conoce, además, por ser el lugar de nacimiento de la actual princesa de Gales, a quien llamaremos –como todo el mundo– Kate. El trabajo de sus padres hizo que la niña, a los dos años, viviese por un tiempo en Jordania. La familia, para redondear ingresos, creó una empresa de elementos decorativos para fiestas (globos, cadenetas, galletitas, cosas así) que aún existe. Nuevo disgusto para Jorge V, allá donde esté.

Kate Middleton salió muy guapa, callada, tímida y con un carácter reservado pero fuerte. Estudió en varios sitios: la escuela St. Andrews, cerca de su pueblo natal; luego, un internado mixto, el veterano Marlborough College, y por fin ingresó en la universidad de St. Andrews, donde estudió historia del Arte. Kate es, para los estándares de la clase media británica, una chica "normal" a la que le gusta pintar y hacer fotos, que tiene bastante buena mano para la cocina, que hace y ha hecho siempre deporte (le gusta correr, hace yoga y juega al voleibol o al baloncesto), que cuida su alimentación, que es solidaria, buena lectora y muy casera: le encantan las tardes de sofá y tele. Una chica corriente, por así decir; seria, educada y natural. Desde siempre.

Trabajó como vendedora en una empresa de ropa. También arrimó el hombro en la empresa familiar (la de las fiestas, no la de los aviones) diseñando cosas para cumpleaños infantiles. Se ganó la vida como pudo y supo, pero ya en la universidad conoció a Guillermo Windsor, el hijo mayor del príncipe Carlos. Guillermo, a quien ella llama "Big Willy", por entonces era un chico guapísimo que conservaba su espléndido cabello rubio (no le duró demasiado) y que tenía una vida muchísimo más complicada y amarga que la de Kate.

No se hicieron novios desde el primer momento. Guillermo era un chico más bien triste. Tenía una nube de fotógrafos encima desde que aprendió a andar. Su madre, Diana, que le quería muchísimo, era una mujer con un carácter impredecible y con claros síntomas de inestabilidad emocional; se había divorciado de su padre y luego se había matado en un accidente de coche, en París, mientras huía de los paparazzi junto a su nuevo novio. Su padre, el de Guillermo, era un ser caprichoso y enigmático que llevaba toda la vida enamorado de otra señora, Camila Shand, esposa a su vez de un militar. Sus tíos y su tía eran personajes lejanos que apenas se relacionaban entre sí y menos con él. Su hermano pequeño, Henry, era muy parecido a la madre de ambos: un chaval nervioso, antojadizo e imprevisible, nunca sabías lo que iba a salir por aquella boca. Aquello, más que una familia, parecía el casting de una película de miedo. La única normal parecía ser su abuela, la reina Isabel, bondadosa y paciente pero quizá demasiado fría (aunque a él también le quería mucho).

Como para no estar triste. Guillermo encontró en Kate no un amor repentino y furioso sino una amiga de verdad, un consuelo, un refugio y una confidente: algo que no había tenido en su vida. Era muy parecido a su bisabuelo, Jorge VI, cuando alguien le dijo afectuosamente: "Hombre, ¿para qué están los amigos?". Él contestó: "¿Y cómo quiere que yo lo sepa?".

Sin duda Kate amó a Guillermo antes que él a ella. El noviazgo formal tardó y la chica sufría al ver que "Big Willy" se divertía y experimentaba con otras, lo mismo que había hecho su padre; y también por consejo de quienes deberían haber cuidado de él, también como su padre. Para Kate, Guillermo era el chico al que amaba. Pero para Guillermo, Kate era –además– una cuestión de Estado. Como muy bien sabía Jorge V noventa años atrás. Eso revienta el amor de cualquiera, si eres una persona normal.

Kate, enfadada, llegó a pedir protección policial ante el acoso de los cuervos de la prensa, que no la dejaban en paz ni de día ni de noche. Consiguió que, al cumplir los 25 años (enero de 2007), la presión de Guillermo y de su padre lograse algo inaudito: que la Prensa carroñera se abstuviese de publicar fotos "robadas" por paparazzi, algo que sin duda habría salvado la vida de Diana de Gales. Pero Diana utilizaba a aquella Prensa malévola y constantemente. Y Kate no lo hizo jamás.

El noviazgo de Kate y Guillermo se formalizó ¡por fin! en noviembre de 2010. Dos años antes, la chica había pasado con nota alta la terrible "prueba de Balmoral": unos días en el castillo escocés junto con la extraña familia, dedicados todos a patear el campo húmedo y frío, a cazar venados y a jugar juntos, al atardecer, a juegos infantiles y/o ridículos (nunca al Monopoly, prohibido en la familia real). Años atrás Diana, la madre de Guillermo, también había pasado la prueba, pero con un esfuerzo tremendo porque ella tenía del campo y del frío la misma opinión que del tifus; pero Kate no, Kate era deportista y se adaptó mucho mejor. Y era más seria y consistente que aquella otra loca.

Se casaron en Westminster el 29 de abril de 2011, en una ceremonia espectacular. La hija de la azafata se convirtió de pronto en alteza real, duquesa de Cambridge y, con el tiempo, ocho o diez sonoros títulos más. Jorge V se habrá estremecido en su tumba, lo mismo que su hijo Eduardo VIII –el rey que abdicó– y que Wallis Simpson. Pero muchas cosas habían cambiado. Kate Middleton demostró una capacidad de adaptación, una firmeza de carácter y una presencia de ánimo que su difunta suegra, Diana, no tuvo en su vida. Se dedicó con toda seriedad a su agotador oficio de esposa del príncipe. Y le salió muy bien.

Daba mucho descanso ver con qué estilo y elegancia hacía su trabajo. Botadura de barcos. Viajes oficiales a todas partes (nunca había estado en Canadá ni en EE UU, por ejemplo). Conversaciones cordiales con el presidente Obama y su esposa, Michelle "Cristina" Obama. Iniciativas solidarias de todo género. Discursos públicos, al principio acompañada y luego ella sola. Fundaciones diversas. Los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, en los que Kate aguantó sin rechistar decenas de competiciones deportivas que no tenían por qué interesarle. Los niños que fueron llegando: Jorge (futuro Jorge VII), Carlota y el benjamín, Luis. Primeros viajes oficiales ella sola. La celebración del jubileo de diamante de la abuela Isabel, que estaba encantada con ella. Lo hacía todo y todo lo hacía bien.

Tras el fallecimiento de Isabel, que murió en Balmoral amargada por la irresponsabilidad de su nieto Enrique y por la decepción de su segunda y áspera nuera, Meghan Markle, corrió el escalafón en la familia: Guillermo se convirtió en príncipe de Gales (esta vez no hubo ceremonia de coronación en el castillo de Caernarfon ni disfraz de sota de copas para el nuevo titular) y Kate fue hecha princesa. En la magnífica coronación de su suegro, el nuevo rey Carlos III Windsor, nadie quitaba ojo a la elegante Catherine Middleton. Ni a su hijo mayor, Jorge, que hizo el oficio de paje de su abuelo: más le vale ir aprendiendo porque un día, seguramente muy lejano, le tocará a él ponerse en la cabeza la pesada corona de San Eduardo.

Hay un acontecimiento fundamental en el calendario social de la "high class" británica: el torneo anual de tenis de Wimbledon, que se celebra en julio y en el que se junta la flor y nata de la "buena sociedad". La copa dorada a los vencedores la había entregado, desde siempre, el duque de Kent, tan amable, tan efusivo, tan obsequioso y tan masón. Pero el buen Eduardo de Kent tenía ya casi ochenta años y estaba para pocos "tie breaks" sociales. Alguien dijo: "¿Y por qué no Kate?".

Fue mano de santo. La ceremonia de clausura se llenó con un vivificante aire de juventud sin perder un átomo de su dignidad tradicional. Kate estaba en su salsa. Brillaba en medio de todas aquellas perfectas corbatas y perfectos chalecos grises como una mariposa monarca, al mismo tiempo elegantísima y natural. Sonreía como nadie. La última vez que presidió la entrega de premios fue en 2023: será difícil olvidar la preceptiva inclinación de cabeza del vencedor, el jovencísimo español Carlos Alcaraz, que más que una reverencia ante la princesa de Gales hizo casi una embestida, porque el chico no tiene costumbre de tratar con los “royals”. Pero todo salió a pedir de boca.

Y de pronto pasó algo. Nadie sabe exactamente qué, y quienes lo saben no lo han dicho. Kate Middleton empezó a espaciar sus apariciones públicas. Tenía mala cara. Y el enero pasado desapareció. El palacio de Buckingham anunció que la princesa había sido sometida a una "cirugía abdominal" de la que no se dijo nada sino que no tenía que ver con el cáncer, lo cual terminó de poner los pelos de punta a toda la nación por aquello de la "excusatio non petita, accusatio manifesta". Prácticamente no se la volvió a ver.

¿Teorías? Todas las que se quieran. Desde una extirpación de ovarios que salió mal (con tumor incluido) a un fenomenal cabreo de Kate con su marido por una presunta relación de este con otra señora: algo difícil de creer porque lo que "Big Willy" buscaba en esta vida lo tenía en Kate, no en la repetición de las locuras de sus padres.

La única "aparición" de la princesa de Gales desde su operación ha sido virtual… y desastrosa: una magnífica foto con sus tres hijos, los cuatro felices y sonrientes y divertidos, pero una foto retocada digitalmente por alguien que, con toda probabilidad, no había usado en su vida el programa Adobe Photoshop, y perpetró un completo desastre. El escándalo ha sido monumental porque la familia real puede hacer muchas cosas, puede callar lo que quiera si así lo considera conveniente; pero lo que de ninguna manera puede hacer es mentir descaradamente a la ciudadanía publicando una foto inventada y tratando de hacerla pasar por auténtica.

La pregunta, sin embargo, es la misma que antes de la foto: ¿Dónde está la princesa de Gales? ¿Qué le pasa? ¿Por qué, de pronto, parece haberse vuelto transparente o incluso haber desaparecido, puesto que nadie la ve?

* * *

La mariposa cristal (Greta oto) es un lepidóptero ditrisio de la familia de las ninfálidas, títulos que por sí solos dan una idea muy aproximada de su belleza y de su elegancia. Vive fundamentalmente en América central y América del sur, aunque, por razones de trabajo, hace largas y esforzadas migraciones oficiales que pueden llevarla hasta Bolivia, Paraguay o sitios aún más lejanos, como el londinense palacio de Kensington.

Su característica singular, y desde luego bellísima, es esta: tiene las alas transparentes. Carecen de escamas de color y se puede ver perfectamente a través de ellas. Esto lo hace para engañar a sus depredadores, como cabía esperar, pero lo cierto es que esa transparencia en las alas la convierten en uno de los seres vivos más delicados, bellos y sugerentes de todo el reino animal.

En América la llaman también "mariposa espejito", porque la luz del sol produce iridiscencias y brillos en sus alas que no tiene nadie más. El efecto es asombroso. La mariposa cristal… ¿está? ¿No está? No es fácil saberlo a primera vista, y más si no se mueve. Un verdadero enigma, este bellísimo insecto. Y todo lo hace para que no se la coman…

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