La muerte del mantero senegalés Mame Mbaye hizo prender la llama de un movimiento en Lavapiés a cuya llamada acudieron este viernes básicamente ciudadanos subsaharianos, jóvenes antisistema y vecinos. Cientos de personas recorrieron las calles del mestizo barrio madrileño en una manifestación horas después de la noche de disturbios del jueves. Aunque sin llegar a ese punto, el recorrido contó con momentos de tensión, especialmente cuando la marcha alcanzó las furgonetas policiales colocadas en la plaza principal.
Gritos de “Policía asesina” o “ninguna persona es ilegal” fueron una constante durante toda la tarde, que terminó con una batería de discursos de ciudadanos africanos en una plaza de Nelson Mandela abarrotada. Subidos a unos bancos de piedra y provistos con un megáfono, los oradores lanzaron críticas contra el presidente Rajoy, Esperanza Aguirre -apartada de la política desde hace un año- o incluso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Pero en los parlamentos, interrumpidos constantemente por aplausos y consignas, también hubo dardos contra la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.
“Carmena llegó con un discurso demagógico. Del antes no nos podemos quejar porque no esperábamos nada, pero si esto no cambia, no tendremos nada”, dijo una mujer en uno de los discursos más celebrados por los asistentes. Acto seguido citó a Martin Luther King y la plaza explotó en un grito de júbilo. Apenas citaron el nombre de Mame Mbaye, aunque flotaba en el ambiente y en las pancartas de muchos de los presentes. A escasos metros de ese lugar, en el número 9 de la calle del Oso, punto en el que murió el joven senegalés, se improvisó un altar con velas, flores y mensajes. “La calle del Oso ahora se llama Mame Mbaye”, decía uno de los carteles.
El barrio no cree la versión oficial
“A este tío no le pasaba nada -dice uno de sus compatriotas desde el improvisado escenario- lo mataron sin razón. Como yo, venía de Senegal, con la Policía, el mismo problema”. Nadie de los presentes daba crédito a la versión oficial transmitida desde el Ayuntamiento que dirige Carmena, según la cual, la Policía Municipal no perseguía a Mbaye cuando murió en la calle a causa de un infarto. En la manifestación se vieron dirigentes de Podemos como la número tres de su grupo parlamentario en el Congreso Ione Belarra, con una larga trayectoria en el activismo a favor de los migrantes.
Isabel dice que estaba el jueves a las 17.00 horas en una cafetería de la calle Embajadores, a unos 200 metros del lugar en el que falleció: “Subían tres manteros con la lengua fuera y le dije a mi amiga: ‘madre mía, le va a dar un infarto. Les seguía la Policía y se disgregaron manteros por todas las calles”. Pablo y Adrián son dos universitarios que se acercaron a la calle del Oso. Defienden que “no deberían provocarse incidentes”, pero que “tampoco hay que dejarse intimidar por la Policía”. “Si cargan es porque saben que tenemos razón”, zanjan.
Una mujer se asoma a la ventana de enfrente del improvisado altar, pero dice que ella no estaba en ese momento en casa. Justo al lado hay un taller. Uno de sus trabajadores se encontraba dentro en ese momento, pero no escuchó nada. José vive en el portal contiguo. Dice que salió de casa unos minutos después del suceso y la Policía ya no dejaba acceder. Entre la calle Mesón de Paredes y la calle del Oso hay un bazar regentado por ciudadanos extranjeros. Se expresan con dificultad en castellano, pero sostienen la tesis de que los agentes sí perseguían a los manteros. Amar y Mustafá son dos senegaleses que aseguran conocer a Mbaye: “Veníamos de la Plaza Mayor sin parar de correr. Cuando llegamos a Lavapiés, creíamos que ya está, pero no. Vinieron. Era maravilloso (Mbaye), tenía familia, pero no en España”.
Cien antidisturbios
Tras la noche de disturbios, la Jefatura Superior de Policía de Madrid albergó una reunión presidida por su responsable, Jorge Manuel Martí, y representantes de la Brigada Provincial de Información para evaluar la situación. “Mientras haya luz no habrá problemas, pero estaremos alerta por la noche”, advertían a Vozpópuli fuentes policiales, temerosas de una segunda noche de enfrentamientos. El dispositivo policial consistió en dos grupos de la Unidad de Intervención Policial (UIP), es decir, un centenar de antidisturbios. Además, se movilizó a otro grupo a la espera de acontecimientos.
Parte de este contingente estaba desplegado en la plaza de Lavapiés por donde discurrió la manifestación. Recibieron toda clase de insultos, incluso el lanzamiento del alguna piedra. Una furgoneta quedó atrapada entre la multitud dando lugar a momentos de extrema tensión. Algunos manifestantes, españoles y subsaharianos, trataban de evitar el trabajo de los fotógrafos de la prensa e incluso obligaron a borrar alguna foto. Otros se encaraban con los policías, provistos de sus cascos con las viseras bajadas y los escudos de metacrilato.
“Me cago en tu puta madre muerta, hijo de puta”, le llegó a espetar uno de los asistentes. “Asesinos”, fue el apelativo más repetido. Otros manifestantes trataban de retirar a estos exaltados de la primera línea para evitar incidentes en unas calles en las que se notaban los destrozos generados la noche anterior.
"Tenemos derecho a invadir"
“Tenemos derecho a invadir cualquier territorio”, defendió otro de los oradores al término de la marcha, al tiempo que defendía el carácter pacífico de los africanos. “Somos iguales”, replicaba la multitud, mucha de ella con evidente estética antisistema como la que la noche anterior sembró el caos en el barrio: prendas oscuras, capuchas y embozados pese a que el frío dio tregua durante la tarde en la capital. Un hombre que se presentó como historiador tomó el megáfono para recordar a los inmigrantes muertos en el Tarajal, en los CIES y bajo la custodia policial. También denunció la existencia de “cuartos de tortura donde se tortura a menores y mujeres”.
“¡Lavapiés!, ¡Lavapiés!”, gritó la plaza antes de disgregarse en bares y cafeterías del barrio, conscientes de que la chispa prendida había logrado captar la atención de los medios de comunicación, también muy presentes toda la jornada.