Albert Rivera es un habilidoso dialéctico, un experimentado tertuliano y un mitinero aceptable. En el debate a cuatro del pasado año, en el que Soraya Sáenz de Santamaría sustituyó a Mariano Rajoy, el líder de Ciudadanos se mostró nervioso, espasmódico, desigual. Hace unos días, en el partido de vuelta con Pablo Iglesias en La Sexta, perdió por goleada.
No ha estado esta vez Soraya Saenz de Santamaría en el equipo de preparacón del debate, tampoco sus abogados del Estado. Han enviado papeles pero poco más. Jorge Moragas ha llevado el pulso de las sesiones preparatorias, junto al gurú Pedro Arriola y a la secretario de Estado de Comunicación, Carmen Cartínez Castro. El jefe de campaña del PP ha afinado de forma muy especial todo lo que hace a los posibles choques y tarascadas con Rivera. Es el factor más inquietante de la velada para el equipo de Moncloa, al margen de que se da por hecho el esquema obligado y casi supersticioso del 'todos contra Rajoy'. Los ataques previsibles de Iglesias quedan a título de inventario. Los de Pedro Sánchez, de tan escuchados, se neutralizan ellos mismos. Todos suponen que no se repetirá otro episodio como el de la ‘indecencia’.
Rivera es otra cosa. El líder de Ciudadanos echará mano, sin duda, del arma que más daño hace a los populares: la corrupción. Un asunto que ha pasado inadvertido en campaña. Primero, porque el PSOE no le interesa demasiado, con dos expresidentes de la Junta andaluza procesados por los turbios manejos de los dineros públicos dedicados al desempleo. Y segundo, porque Iglesias prefiera centrar su discurso en mensajes optimistas y floridos.
Distancia ideológica
La teoría de la regeneración democrática es el principal abismo que separa en el plano ideológico al PP de Ciudadanos. En muchos puntos de su programa son intercambiables. Rivera hizo de la defensa de España en Cataluña su bandera. Al dar el salto a la liga nacional, ha dejó de lado esta prioridad y se centró en otros frentes, como la incesante denuncia de la corrupción.
El rival natural de Rivera será Rajoy. Y la corrupción, el talón de Aquiles del presidente
Estos episodios no le pasan demasiada factura al PP, como se ha visto en el reciente barómetro del CIS, donde se advierte por ejemplo, un ascenso en Valencia y Murcia, aunque se aprecia un riesgo de patinazo en Madrid. La Gürtel es demasiado profunda, extensa, intensa e incómoda como para no sacudir a los populares en el corazón mismo de la escandalera.
El rival natural de Rivera será Rajoy. Y la corrupción, el talón de Aquiles del presidente. El líder de Ciudadanos tiene que recuperar el tono, algo deslucido en estas últimas fechas. Ha arrancado la campaña en forma irregular. Hasta su jefa de filas en Cataluña, Inés Arrimadas, ha brillado más que él merced a su decidida aparición en el encuentro de señoras celebrado en A3. Para el equipo de Ciudadanos, el debate es de crucial importancia. Se trata de recuperar el vuelo que por ahora niega el CIS. Para Rajoy, es un asunto coyuntural, algo menor. Pero los fontaneros de Génova no perderán de vista a Rivera, el único puñal que puede penetrar la férrea coraza del presidente en funciones.