El equipo de Rajoy se frotaba las manos con satisfacción camino de Galicia. “Rivera nos ha hecho ya media campaña. Cada vez que veta a Rajoy es un voto para el PP”. Ciudadanos quiere retener el millón y medio de votos que le arrebató a los populares en diciembre. Agita para ello sin pausa el espectro del señor de la barba blanca 'amigo de Bárcenas y los sobres en B'. Rajoy espanta mucho voto conservador, piensan los estrategas de la formación naranja. En ello están.
Interrogado con habilidad por el director de ‘El Periódico’, Albert Rivera fue un paso más allá de lo que hasta ahora había dicho. Descartó toda posibilidad de abstenerse si ello posibilita que Rajoy siga gobernando. Hasta ahora se limitaba a reclamar con insistencia su renuncia, a exigir su salida, a asegurar que no le entregaría sus votos o que no facilitaría su investidura porque no puede hablarse de regeneración con Rajoy al frente. Ni siquiera en la calentura del debate televisivo había llegado a tanto.
Quizás se arrepintió luego de su falta de cintura dialéctica en esa comparecencia barcelonesa. Hace tan sólo unas horas, su jefe de campaña, José Manuel Villegas, aún hablaba de que no hay vetos, ni de nombres ni de personas. Incurrir en pronunciamientos con la palabra ‘abstención’ de por medio era territorio tabú. Este jueves, Rivera traspasó esa frontera.
Voto del miedo, voto útil
Reacción de entusiasmo en Génova y en el equipo de los ‘fontaneros’ que siguen a Rajoy. Camino de Galicia, tras visitar unos establos en Asturias, llegó la noticia. “Rivera se ha enredado y se ha pasado tres pueblos”, comentaron los populares. Artillería contra Ciudadanos, servida en bandeja. Nada hay que mejor le funcione al PP que las exigencias de Rivera para que se vaya Rajoy. Alguien que ya votó a favor de la investidura de Sánchez pretende decir quién tiene que ser el jefe del PP. Este es el argumento. Por un lado, el voto del miedo con Podemos y, ahora más que nunca, el voto útil con Ciudadanos, ‘el palafrenero’ del PSOE.
“Rivera parece empeñado en hacer presidente a Sánchez”, había advertido Rajoy tan sólo unas horas antes, en una entrevista radiofónica. Los candidatos del PP reaccionaron con celeridad de vértigo. A la voz de ya, orientaron sus venablos sobre la cabeza de Ciudadanos, en un bombardeo inclemente. Sáenz de Santamaría, desde Melilla, advertía que “si el que ha quedado primero tiene que irse, ¿qué tendrá que hacer el que ha quedado cuarto?”. Dolores Cospedal, desde Santander, insistía en que “no es a Rivera a quien tiene que gustarle Rajoy, nos tiene que gustar a nosotros. Esto es tremendo”. Uno tras otro, los dirigentes del PP se afanaban en el pimpampum contra quien, quizás en su momento, sea necesario para gobernar.
En el cuartel general de los populares se hablaba hace unos días de que han recuperado ya al menos 300.000 votos fugados hacia Ciudadanos
La estrategia de ningunearle había fenecido. Se resucitaba la estrategia de ‘duro y la cabeza’ contra Rivera. El PP saca de nuevo en procesión a la pareja Sánchez-Rivera, tan dañina para Ciudadanos, según los sondeos. Génova incluso ha reeditado su vídeo del billar que ya colgó en las redes el 20-D. La bola naranja es la que final empuja a la bola roja para que entre en el agujero.
En el cuartel general de los populares se hablaba hace unos días de que han recuperado ya al menos 300.000 votos fugados hacia Ciudadanos. Una tendencia volátil y no fácilmente mesurable. Rivera sigue recibiendo, en menor medida, ‘desertores’ del PP y también del PSOE. De ahí que intente pescar en los dos caladeros, aunque lo hace con más vehemencia en aguas populares.
Una estrategia arriesgada. El PP se va a encargar de plantar ante los electores a un Rivera que ejerce de ayuda de cámara de Sánchez, a quien le entregará finalmente su cosecha de votos. El seguidor de Ciudadanos es de centroizquierda en Cataluña y de centroderecha en el resto de España, de acuerdo con los analistas. El pulso entre PP y Ciudadanos puede ser a muerte en algunas provincias, donde hay escaños en juego por tan sólo un puñado de votos. Este jueves puede haber relanzado la campaña. Al menos para el PP.