¿Es el principio de una larga amistad o un acuerdo aislado y sin visos de continuidad? La pregunta carece aún de respuesta. Mariano Rajoy telefoneó en la mañana del lunes a Albert Rivera para cerrar una solución al reparto de sillas en la Mesa del Congreso. No fue una transacción sencilla, pese a que Ciudadanos necesitaba un gesto del PP para no quedarse sin sillón en el reparto. Sus resultados electorales le abocaban a la nada.
El planteamiento inicial de Rajoy era claro. El PP se quedaría con la presidencia, que en esta breve legislatura había ostentado el socialista Patxi López, y le cedería dos plazas a Ciudadanos, una vicepresidencia y una secretaría. Hasta ahí, el diálogo evolucionó sin demasiados contratiempos pese a que algún alto cargo del equipo ‘naranja’ se había descolgado, tan sólo unas horas ante, con que no descartaban apoyar por López. ¿Presión o convicción?
Los nombres descartados
Los problemas surgieron cuando el líder del PP dejó caer algunos nombres sobre la mesa. Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior, fue descartado a las primeras de cambio. Lo previsto. Demasiado polémico. Más extrañeza produjo el rechazo a la opción número dos, Dolores Cospedal, secretaria general de la formación, cuyo nombre pululaba por algunas quinielas tanto para el Congreso como para el Gobierno. También se le puso el veto, de acuerdo con fuentes de Ciudadanos, desmentidas sin embargo desde Moncloa. Recurrió entonces Rajoy al comodín, a la apuesta segura: Ana Pastor, colaboradora fiel, al frente ahora de Fomento, un ministerio sin demasiado contenido, y llamada a ocupar otra cartera en el futuro Gabinete. Interior, según algunas versiones. Pastor mantiene excelentes relaciones con casi todas las formaciones políticas, en especial con Ciudadanos, y también con algunos nacionalistas como la antigua Convergencia o el PNV. Su nombre fue aceptado sin problemas pero con sorpresa. La protagonista del día nada sabía de este asunto hace tan sólo unas fechas, según fuentes de su entorno.
Ha sido el primer contacto en serio entre los dos dirigentes del centroderecha. Mano a mano, sin intermediarios, y con un asunto de enorme calado. El presidente del Congreso ha dejado de ser una figura ornamental en un Parlamento cada vez más plural, multicolor y, en ocasiones, de difícil lidia. Pastor tiene buena mano, es rigurosa, trabajadora, con la firmeza necesaria y la habilidad imprescindible para el diálogo y la negociación. Ha pasado por varios ministerios y conoce los entresijos de la Administración al dedillo. Rajoy pierde un factor clave en su gobierno pero gana una pieza de garantías en un puesto que se ha tornado endemoniado.
Ni ruidos ni teatrillos
Este primer contacto en la cumbre entre el PP y Ciudadanos se ha resuelto con dificultad pero con eficacia. En privado, sin apenas filtraciones, sin ruidos ni teatrillo, como le gusta al presidente en funciones. Tan sólo, a posteriori, las filtraciones sobre el rechazo a dos propuestas. El ajuste final satisface a las dos partes. El PP, salvo sorpresas de última hora, mantiene el frontispicio en las dos Cámaras, tanto Congreso como Senado, y Ciudadanos no se ve desalojado de la Mesa del Congreso, lo que habría sido un revés de enorme impacto político.
La gran incógnita abierta tras este acuerdo es si esta relación de pragmatismo supino entre PP y Ciudadanos va a proseguir en las próximas jornadas o se trata de un hecho aislado. El equipo de Rivera asegura, formalmente, que nada nuevo hay al respecto. Rajoy necesita que Ciudadanos vire hacia el 'sí' en su investidura para así arrastrar al PSOE hacia la abstención. Algo a lo que Sánchez se muestra muy renuente en la actualidad. El líder socialista no descarta, a estas alturas, la posibilidad de presentar su investidura amparado en la izquierda y los separatistas, de acuerdo con fuentes populares.
El líder del PP reconoció este lunes que ya se resigna a gobernar con sus escasos 137 escaños
El líder del PP reconoció este lunes que ya se resigna a gobernar con sus escasos 137 escaños, aunque invocó a la responsabilidad de los grupos de la oposición, en especial del PSOE. “Las elecciones han quedado atrás y atrás deben quedar las arengas”, advirtió. “No hay excusas para que no haya un acuerdo político”, remachó.
Hay asuntos muy urgentes como definir el techo de gasto o aprobar los presupuestos en los que el PP va a requerir un apoyo parlamentario más amplio que el de su minoría mayoritaria. Hay posibilidades, y necesidad, de alcanzar acuerdos con determinados grupos, en especial, Ciudadanos, e incluso los nacionalistas catalanes. Hay conversaciones en curso y contactos discretos. En Moncloa se preparan documentos de fácil digestión para llegar a pactos en diversas direcciones.
Todo está pendiente de lo que ocurra los próximos días, mientras el Rey recibe a los líderes parlamentarios en la tradicional ronda de consultas. Se anuncian jornadas de vértigo, conversaciones intensas y diálogos sin fin. ¿Ha empezado el deshielo entre PP y Ciudadanos? ¿Es esto el preludio de una larga y gran amistad? Rajoy confía en que el diálogo prosiga y fructifique. En su partido, muy voluntarista tras el pacto del Congreso, se confía en que la sensatez se imponga y prevalezcan los acuerdos sobre las dudas.