Los analistas de Génova no han incluido nunca, en sus tracking internos, otro candidato al frente de las listas del PP que Mariano Rajoy. No se han hecho test con otros nombres, ni siquiera para confirmar la fortaleza de Rajoy frente a posibles alternativas en sus propias filas. El liderazgo en el PP nunca ha estado en cuestión, pese a determinadas tensiones internas muy coyunturales. Nadie ha osado insinuar la necesidad de un cambio de jinete a la mitad de cruzar el río.
"Buscar otro candidato para unos comicios que se celebrarán en junio habría sido un disparate", comentan fuentes del partido. Otra cosa es situarse de cara al 'post-marianismo', buscar un lugar bien situado en la primera línea de salida para hacerse con el futuro control del partido en el caso de que Rajoy no logre salir indemne del actual atasco. Esa es una batalla que queda a la espera de la solución del actual jeroglífico.
Conocido el sombrío resultado del 20-D, del que emergió un escenario político imposible, el actual presidente dio un paso decidido y sin titubeos, y avanzó su deseo de presentarse como candidato del PP en el caso de un adelanto electoral. Su Comité Ejecutivo aceptó la iniciativa sin debate ni duda alguna. Los estatutos del PP explicitan que el presidente es el candidato. Sin necesidad de consultas ni votaciones. No había discusión.
La doble negativa al Rey
El momento más delicado para el presidente en funciones coincidió con su doble rechazo a la propuesta del Rey para que se presentara candidato a la investidura. El gesto provocó enormes dudas incluso entre algunos dirigentes del partido de probada lealtad. Rajoy dijo dos veces 'no' al Monarca, dio un paso al costado y le permitía a Pedro Sánchez ocupar el centro del escenario con todos los focos puestos sobre el PSOE. Fueron semanas muy complicadas. El líder del PP aparecía inactivo, inoperante, silencioso en un rincón del tablero, mientras sus rivales desplegaban una actividad intensa que acaparaba espacios informativos.
"No suma, no suma", repetía el presidente del PP a sus más estrechos colaboradores, algo inquietos. "Hacedme caso, que ya llevo algunos años en esto", recitaba. La fallida intentona de la investidura ejerció efectos paliativos entre los espíritus más inquietos del PP, que lanzaron entonces una ofensiva contra el 'postureo' de Sánchez y la difícil situación de Rivera, adosado al PSOE en una estrategia sin salida y que no resultaba de fácil comprensión a muchos de sus simpatizantes.
Un proyecto dinamitado
Podemos dinamitó el viernes en una cabriola no tan inesperada, toda posibilidad del 'gobierno del cambio', algo en el que muy pocos confiaban. Todo volvió a la casilla de salida. Rajoy ha visto reforzada su posición, PSOE y Ciudadanos se empeñan ahora en trasladarle el peso de la responsabilidad de nuevas elecciones pero ya con una credibilidad escasa. Sánchez aparece como la víctima del gran engaño de Podemos en tanto que Rivera pretende ahora retomar la campaña contra el inmovilismo del PP.
"No hemos engañado a nadie", insisten desde Génova. Rajoy dijo desde el primer momento que sólo había dos soluciones para salir del atolladero y esquivar de nuevo las urnas: la gran coalición de los constitucionalistas, con el PP al frente, o la opción del frente de izquierdas. El líder socialista se adentró en el territorio de lo inalcanzable y ha perdido la apuesta. Salvo una carambola estrambótica, con Podemos y los nacionalistas al rescate del ciudadano Sánchez, las elecciones están en puertas.
Sánchez aparece como la víctima del gran engaño de Podemos en tanto que Rivera pretende ahora retomar la campaña contra el inmovilismo del PP
En todo este laberinto negociador, es el PP el que menos pelos se ha quedado en la gatera. El que ha trasladado la imagen de que todo el proceso negociador era una pérdida de tiempo, un juego tramposo en el que todos sabían que la solución era imposible. Ciudadanos y Podemos jamás irían de la mano, por más que el PSOE pretendiera fusionarlos en un esfuerzo de unidad para echar a Rajoy de la Moncloa.
El presidente en funciones apareció victorioso y satisfecho en el acto de su partido en Barcelona. Su liderazgo quedaba consolidado, si es que alguien pretendía ponerlo en duda. Todo había discurrido como él había anunciado. Se afanan ahora algunos en endosarle la responsabilidad de mover ficha. Lo hará, a su tiempo. La llamada a Sánchez se producirá a escasas horas de que culminen los plazos de la negociación, es decir, el 23 de abril. El comité federal del PSOE señaló como 'línea roja' no apoyar un gobierno del PP y no pactar con los separatistas. ¿A qué entonces le reclaman a Rajoy que convoque al líder de los socialistas para negociar?
Rajoy será el candidato en unas elecciones en las que sus rivales han perdido fuelle y en el que la abstención, que será enorme, puede beneficiar al PP. "Somos el único partido que no ha engañado a nadie", insisten desde Génova. Algo que será una especie de su eslogan de campaña. La verdad, en política, todavía cotiza al alza.