El discurso de Rajoy para cerrar la primera mitad del año se centró exclusivamente en destacar una recuperación económica más fuerte de lo esperado. “Estamos pisando terreno sólido. La recuperación ha llegado para quedarse”, declaró. Sin embargo, las preguntas de los periodistas lo llevaron hacia otro territorio mucho más pantanoso, el de la terrible crisis institucional que afronta el país y para la que el presidente no fue capaz de articular una respuesta convincente.
Desde la inyección en Caixa Catalunya de unos 12.000 millones a fondo perdido sin que se hayan buscado responsables a la reforma de las alcaldías, pasando por la fortuna de Pujol no declarada durante 34 años, el reto soberanista de Artur Mas o, sobre todo, el hecho de que un juez haya concluido que el PP empleó la caja b para financiarse. El presidente se las vio y deseó para contestar a todas estas cuestiones alejadas del horizonte económico.
Cuando fue interrogado por los garbanzos negros del PP procesados por el juez Ruz, Rajoy simplemente espetó que estaban fuera del partido y procuró moverse rápido hacia la siguiente pregunta. En otra ocasión en la que fue hostigado por lo mismo, destacó que la mayoría de los políticos eran honrados y que las actuaciones judiciales simplemente prueban que las instituciones y la justicia funcionan. Y a continuación citó reformas como la Ley de Transparencia o el Estatuto del Alto Cargo como claros ejemplos de su amplio vademécum contra la corrupción.
El Gobierno ha comenzado su escapada hacia las elecciones con el único motor de la economía
Al ser preguntado por cómo iba a encauzar el ánimo existente en Cataluña en favor de la consulta, se refugió en la legalidad y en que no hará nada que cargue contra ella. Es más, expresó su convencimiento de que el president de la Generalitat no convocaría un referéndum que fuese ilegal (sic).
Ante el recordatorio de que había un cambio generacional en marcha y que tanto el nuevo líder de la oposición como el nuevo rey tenían 20 años menos que él, Rajoy se revolvió casi con acritud: “Puede que usted no me haya votado, pero hay muchos que sí”, en una suerte de alusión a la mayoría silenciosa que tanto le gusta al presidente.
En el momento en el que le recordaron la debacle de las elecciones europeas, argumentó que España había salido mejor parada que Reino Unido, donde el partido en el Gobierno había sido relegado al cuarto puesto, y en Francia, donde la extrema derecha se había alzado con la victoria en las urnas. Y apostilló un mantra que a partir de ahora machará una y otra vez para intentar recuperar a los votantes que le han abandonado, muchos de ellos desanimados por la falta de renovación de un marco institucional agotado: “El modelo de bipartidismo que se aplica en España es el que funciona en los países con mayor bienestar del mundo”, sentenció en una versión del que viene el coco y puede dar al traste con la recuperación en ciernes. Un mensaje que también repitió hablando de Cataluña y de la necesidad de la certidumbre para poder consolidar la mejora de la economía.
"El modelo de bipartidismo que se aplica en España es el que funciona en los países con mayor bienestar del mundo", declaró el presidente Rajoy
Es decir, la economía como burladero para seguir aguantando y lograr un resultado electoral que los mantenga en el poder. El PP como garantía de la estabilidad de España incluso al precio de mirar para otro lado. Por no haber más cambios, no habrá ni siquiera cambio de Gobierno. Al más puro estilo ‘made in Rajoy’, ¿para qué va mover a nadie si todos en su Gabinete lo están haciendo muy bien?
¿Seguro que es la economía?
Tras hacer gala de la mejora de una serie de datos como la confianza del consumidor, el empleo o el coste del bono a 10 años, Rajoy incidió en que este éxito lo habían conseguido los españoles. Aunque, eso sí, la recuperación se está trasladando al empleo más rápido que nunca. Y, claro, según Rajoy en este milagroso rebote algo tendrá que ver las políticas que está aplicando el Gobierno, que además ha intentado proteger a los más desfavorecidos. Una afirmación que justificó sosteniendo que la pensión media estaba ya en los 1.000 euros mientras que en otros países del entorno las habían recortado un 10 por ciento.
También quiso subrayar los 10.000 millones de ajuste logrados con la reforma de la Administración, cuyo único mérito estriba en la no reposición de funcionarios jubilados y unas centrales de compra que han brindado unos 160 millones de ahorro, apenas una centésima de reducción del déficit. Ciertamente es remarcable lograr tanto haciendo tan poco por rediseñar y repensar el Estado, máxime cuando el déficit público todavía ronda niveles difíciles de reducir.
¿Y de cara al año y medio que queda de legislatura? “El Gobierno apuesta porque se reactive el crecimiento y los ingresos”, afirmó Rajoy. Y esto tendrá básicamente dos patas. Por un lado, un acuerdo salarial que refleje una cierta recuperación y un clima de diálogo. Y por otro, una reforma fiscal que ponga el año que viene 6.000 millones de euros en los bolsillos de los españoles con el fin de animar de nuevo la demanda nacional. Sólo que este plan de bajar impuestos no ha sentado muy bien en Bruselas. De entrada, porque erosiona las cuentas públicas. Y para colmo, porque al parecer de la Comisión Europea sería mucho mejor destinar ese dinero a rebajar el coste de las cotizaciones, lo que profundiza en la devaluación salarial y las ganancias en competitividad de una forma más indolora.
Es decir, en lugar de poner el dinero en el bolsillo de los que tienen un trabajo, ¿acaso no sería mejor dedicarlo a abaratar la contratación, ganar más competitividad y que se genere más empleo sostenible con el que además se pueden pagar nuestras abultadísimas deudas con el exterior? Sin embargo, el Gobierno ya ha comenzado su escapada hacia delante con la intención de dopar el consumo y por lo tanto la economía brindando un recorte del IRPF, incluso si ello es a costa de volver a las andadas y aumentar de nuevo el déficit comercial como ya está ocurriendo.