"Hemos perdido la iniciativa". En los cuarteles generales del PP no agrada cómo evolucionan los acontecimientos desde que Pedro Sánchez dio un paso al frente y fue designado por el Rey candidato a la investidura. Rajoy da por hecho que el líder del PSOE descarrilará en el intento. Y, entones, será llegada su hora. No todos los suyos confían en ello. Se han cometido demasiados errores, comentan. Y enumeran algunos. Estos son los ocho más graves.
Declinar la oferta del Rey. No todos entendieron como una 'jugada maestra' el paso al costado de Mariano Rajoy en su segunda visita a la Zarzuela. El presidente en funciones declinó de nuevo la posibilidad de presentarse candidato a la investidura y le dejó el camino libre a Pedro Sánchez. El líder del PSOE estaba, hasta entonces, cuestionado por sus barones y con severos problemas de liderazgo en su partido. Su aceptación de la propuesta real le dió alas, le colocó en el centro del tablero y arrinconó a Rajoy a las sombras de la cuneta. Desde entonces, no ha hecho más que chupar rueda.
Rajoy telefoneó una vez a Rivera y ni siquiera llegaron a encontrarse. Este martes está prevista una reunión, pero en Ciudadanos ha crecido un malestar evidente hacia la figura de Rajoy
Despreciar el contacto con Rivera. No se comprende en el PP cómo Rajoy no ha cuidado más su relación con Albert Rivera, puesto que Ciudadanos es la fuerza complementaria natural del PP. Sánchez priorizó sus encuentros con Ciudadanos, y todavía mantiene diálogos con el partido naranja. Rajoy telefoneó una vez a Rivera y ni siquiera llegaron a encontrarse. Este martes está prevista una reunión de ambos partidos. Pero en Ciudadanos ha crecido un malestar evidente hacia la figura de Rajoy, con quien le resultaría difícil llegar a un acuerdo. Otra ocasión perdida. De momento.
Pasividad ante la corrupción. En dos meses ha dado un vuelco la expectativa electoral del PP. Ha pasado de ser el partido con mayores posibilidades de crecer en el caso de una repetición electoral a evidenciar una evolución declinante en los sondeos. ¿La causa? Los estallidos encadenados de casos de corrupción. Todos ellos antiguos, pero no olvidados en los tribunales. Las organizaciones regionales de Madrid y Valencia han pasado a estar regidas por una gestora, lo peor que le puede pasar a un partido. Los casos Taula y Púnica han puesto al partido patas arriba en sus dos viveros de votos más importantes. Se reaccionó tarde y mal con Rita Barberá, la exalcaldesa de Valencia, a la que no sólo no se le ha dado de baja en el partido (cierto que no está siendo investigada por los jueces) sino que incluso se la colocó en dos comisiones del Senado y en la Diputación Permanente de la Cámara Alta. Esperanza Aguirre saltó sobre la marcha de la dirección del PP regional en un movimiento en el que dejó en evidencia a Rajoy y a la dirección nacional. La corrupción continúa causando estragos en el PP ante la inoperancia evidente del líder de la formación.
Inmovilidad absoluta del candidato. El jefe está inactivo, no hace nada, comentan los más veteranos del PP. Rajoy ha abordado el proceso de la negociación de investidura con una abulia que ha causado extrañeza y malestar en sus propias filas. Apenas ha aparecido en público, no se ha visto con políticos, no ha saltado a la palestra de los medios, tan sólo ha protagonizado algunas escapadas de fin de semana para visitar a sus organizaciones regionales en lugares acolchados, como Valladolid, Murcia... Su aspecto no era estimulante. Más bien apagado y mustio. Tan sólo resucitó en su escala en Bruselas de esta semana, donde los líderes europeos le animaron a seguir en su lucha por conseguir un gobierno de coalición. El libreto lo han escrito los demás. Todos han disfrutado de enormes cuotas de protagonismo, en especial Sánchez e Iglesias. Incluso Rivera ha sacado rédito a sus escuetos 40 escaños.
El jefe está inactivo, no hace nada, comentan los más veteranos del PP. Rajoy ha abordado la negociaciones con una abulia que ha causado extrañeza y malestar
Una agenda a la defensiva. No ha habido unanimidad en los mensajes. Los equipos de Moncloa y de Génova han mostrado una vez más su descoordinación casi congénita. La cúpula del partido ha intentado mantener la actividad en sus filas, con la celebración de juntas directivas en casi todas las regiones. El mensaje ha sido pobre y recurrente: "Hemos ganado, somos los más votados, luego tenemos que gobernar". En el Gobierno se funcionaba a golpe de improvisación. Algunos ministros ocultos, otros, demasiado dicharacheros. En especial Fernández Díaz, escasamente sutil y con enormes dosis de inoportunidad en sus declaraciones. No se ha buscado un discurso estimulante, positivo, con proyectos, propuestas, actuaciones. Triste y aburrido. A la espera tan sólo de que el rival se equivoque y tropiece.
Las tarascadas a la Corona. No se han disimulado las veladas críticas a la actuación de Zarzuela en el proceso de designación de candidato. Rajoy se llevó un disgusto cuando don Felipe efectuó el encargo de intentar formar gobierno a Pedro Sánchez. No podía hacer otra cosa, o al menos así se entendió en forma general en la opinión pública. Desde el PP no se puso sordina ni al malestar con esta decisión del Monarca ni se alentó la anuencia hacia la difícil actuación de la Corona. El Rey goza en estos días de una popularidad y un respeto crecientes. Remar en su contra no parece una decisión adecuada. Faltó templanza y sangre fría en el PP. Otro error de estrategia.
Ausencia de propuestas. La parsimonia con la que el PP ha afrontado este difícil momento político ha provocado desánimo en sus filas. Escasas propuestas y pocas iniciativas. Y cuando se concretan, suelen ser desacertadas. Nadie entendió a qué venía el acto promovido por Javier Maroto en el ministerio de Educación para presentar una reforma de la Lomce. El propio ministro del ramo, en funciones, alucinaba con la novedad, según confesaba gente de su equipo. Demasiado forzado, demasiado tarde. "Parece que no tenemos nada que ofrecer", comentaban algunos dirigentes, algo desconcertados.
Sordos movimientos en la oscuridad. El liderazgo de Rajoy no se discute. Nadie en el partido levanta la voz. Nadie lo pone en cuestión. Rajoy ha recibido enormes ovaciones en sendas reuniones con sus grupos parlamentarios en Congreso y Senado. Todos los dirigentes que han comparecido ante los medios han apoyado, sin titubeos, la continuidad del presidente. Incluso como candidato en caso de nuevas elecciones. Tan sólo Esperanza Aguirre deslizó que quizás Felipe González sería una buena fórmula intermedia para un gobierno de coalición que nos sacara del atolladero. En la interna del partido y del Gobierno, sin embargo, se escuchan cada vez más a los movimientos que preparan un posible relevo. Ya se busca un hueco en la línea de salida. Cifuentes, Sáenz de Santamaría, Feijóo, Soria, aparecen con frecuencia en todas las quinielas. Y alguno de ellos en conversaciones que las lenguas más afiladas denominan conspiraciones.