La pandemia de coronavirus suena a fantasma del pasado en novela de Charles Dickens. Andamos tan inmersos en nuestro día a día sin ataduras, sin restricciones, sin mascarillas (salvo en el transporte público), que no queremos volver a oír nada del dichoso covid-19. El 2023 apunta a ser el año en que demos por fin sepultura al coronavirus, salvo que Chine dé la sorpresa con una variante que esquive a la inmunidad natural y las vacunas. Estas Navidades han sido muy distintas a las de solo un año, cuando, a pesar de la vacunación, ómicron se propagaba a diestro y siniestro y llenaba las UCIs en varias comunidades autónomas. Nada hace pensar que en 2023 la tendencia vaya a cambiar de manera brusca, salvo en países como China.
Las imágenes de cadáveres apilándose en los hospitales chinos nos trae recuerdas de la época más aciaga que nos ha tocado vivir a los que no nacimos en la posguerra. El caso chino es el vivo reflejo del fracaso de la política de Covid Zero para combatir al virus, como ha señalado el exviceconsejero de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero.
China quiso hacer diplomacia pública y propaganda con su política de Salud Pública contra el coronavirus. La política Covid Zero, consistente en impedir la propagación del virus a través de cuarentenas, el cierre de territorios y cuantas medidas fuesen necesarias, ha demostrado ser inútil con un agente tan infeccioso como las últimas variantes de la covid. Lo que sirvió para el virus de Wuhan no ha servido para sus mutaciones, y la población china no estaba dispuesta a asumir más restricciones. Como resultado, la covid está causando estragos en un país superpoblado como China, pero los especialistas no prevén que en los países desarrollados, donde ya hay una extendida inmunidad natural y porcentaje de vacunados, la situación vaya a ser como en 2020 o 2021.
Mascarillas en el transporte
Poca gente lo recuerda, pero hace un año era obligatorio ir con mascarilla por la calle. Fue la medida estrella de Pedro Sánchez y los presidentes autonómicos, saltándose las recomendaciones de los expertos de la Ponencia de Alertas, que consideraban poco útil la medida. Ahora, el último vestigio de la pandemia es el uso obligatorio de mascarilla en el transporte público, que se quedará con nosotros, al menos, hasta marzo de 2023 como adelantó en exclusiva Vozpópuli.
La retirada de las mascarillas en el transporte público va a ser un asunto trascendental a la hora de conseguir que olvidemos la pandemia al fin en 2023. Hasta marzo de 2023, la Ponencia de Alertas volverá a estudiar el asunto. Ciudadanos ya intentó en el Congreso de los Diputados a través de una Proposición No de Ley que se retirase la medida, pero no consiguieron los apoyos necesarios.
Agencia Nacional de Salud Pública
Los médicos especialistas en Salud Pública han sido claves durante la pandemia, un período en el que también se puso de manifiesto la infradotación de estos equipos. Pese a su notorio esfuerzo, se han evidenciado la escasez de infraestructuras y capital humano para afrontar el seguimiento de casos, lo que ha provocado notorios errores en el recuento.
El 2023 será el año en que por fin haya una Agencia Nacional de Salud Pública, un organismo con más competencias y medios que el actual Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes), que quedaría adherido a este. Su desarrollo, sin embargo, sigue alargándose en el tiempo. Falta todavía por decidir la ubicación del organismo y conocer quién lo liderará, aunque en todas las quinielas suena el nombre de Fernando Simón. Por cierto, el otrora omnipresente director del Ccaes afirma en una reciente entrevista para Redacción Médica que podría haber una pandemia "mañana mismo".
Poner solución a la Atención Primaria
Más allá de la Salud Pública y la pandemia, nuestro país afronta retos ineludibles a nivel sanitario. La población española, cada vez más envejecida, va a provocar un aumento de la demanda asistencial imparable año a año. El Sistema Nacional de Salud (SNS) debe prepararse para afrontar la avalancha de pacientes crónicos que se le avecina, y uno de los puntos a reforzar debe ser la Atención Primaria.
Una buena Atención Primaria supone un filtro de calidad para que los pacientes no terminen acudiendo al hospital, utilizando más recursos y haciendo un mayor gasto público. La falta de profesionales médicos en este ámbito deberá ser abordada tanto por el Ministerio de Sanidad, cuyo ministro para el año que viene aún desconocemos, y por las comunidades autónomas.