En el Partido Nacionalista Vasco (PNV) están que trinan por los últimos movimientos del líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Los principales dirigentes peneuvistas llevan varios días lanzando dardos de trazo grueso contra el también vicepresidente del Gobierno. Entre esos ataques empiezan a repetir a menudo que Iglesias debería recordar que "se sienta donde se sienta en el consejo de ministros por los votos del PNV". Y, en paralelo, las relaciones entre ambos partidos son cada vez peores en el País Vasco.
A quienes tienen despachos en Sabin Etxea, sede bilbaína del PNV y símbolo de su poder, no les está gustando ni un ápice la estrategia del secretario general de Podemos. No les hace gracia su acercamiento a Bildu mediante el acuerdo para los Presupuestos Generales del Estado, pero aún más les disgusta lo que consideran como una serie de desprecios por parte del líder de Podemos.
En el cuartel general peneuvista creen que Iglesias va a lo suyo, que está intentando dinamitar sus relaciones con el PSOE y que se está comportando sin lealtad alguna hacia ellos. Por ello, han activado su argumentario para recordar una y otra vez que ellos fueron decisivos para que el Gobierno de coalición de socialistas y podemistas llegase a buen puerto.
Contra su "maniobrerismo"
Ni siquiera el pacto peneuvista con el Gobierno para aprobar las cuentas públicas ha templado los ánimos. El enfado es patente en cuanto cualquier dirigente del PNV abre la boca. Diez días atrás, en una entrevista para El Correo ya recogida por este diario, Ortuzar dejaba claro que no les agrada la estrategia política de Iglesias por su "maniobrerismo" y porque "va a dejar heridas". Incluso afirmaba que esta situación no podía alargarse durante toda la legislatura. Una forma de insistir en su famosa expresión de que Pedro Sánchez debiera dar "un golpe sobre la mesa" para poner orden en el Gobierno y frenar las maniobras de Iglesias.
"Hemos pasado de asaltar los cielos a quedarme en el Gobierno. Todo lo que esta haciendo Iglesias es para consolidar su posición (...) A nosotros nos aguanta porque no le queda más remedio". Pocos días después, en un acto público el presidente del PNV insistía en estas tesis y recordaba a Iglesias que "no olvide que si se sienta donde se sienta es por los seis votos del PNV".
En el PNV se quejan de que "nuestros votos para que Iglesias sea ahora vicepresidente del Gobierno no les parecieron tan casposos ni tan poco democráticos"
Iglesias no se da por enterado de malestar en Sabin Etxea y sigue a lo suyo. Su respuesta llegaba el pasado fin de semana, cuando en sus redes sociales celebraba el pacto alcanzado por Podemos y PSE para gobernar la localidad guipuzcoana de Irún. "Es una gran noticia que sigue afianzando un rumbo de progreso en cada vez más lugares", escribía en Twitter. Mensaje que volvía a golpear en la línea de flotación del PNV, donde repiten que sus muchos pactos con el PSE en Euskadi siguen viento en popa, pero sin perder de vista que Podemos quiere un tripartito con Bildu para desalojarles del poder.
A vueltas con "la caspa"
Precisamente a cuenta de esa hipótesis esta semana se iniciaba con otro choque entre PNV y Unidas Podemos, en este caso en el País Vasco. Las líderes de Podemos e IU, Pilar Garrido e Isabel Salud, celebraron el pacto de Irún y vertieron duras críticas contra los nacionalistas. Se conjuraban, en concreto, para "acabar con la hegemonía casposa y de tantos años del PNV".
Visiblemente molesta, la líder peneuvista en Vizcaya, Itxaso Atutxa, respondía, en línea con las citadas palabras de Ortuzar, que "los votos del PNV para que su secretario general sea ahora vicepresidente del Gobierno no les parecieron tan casposos ni tan poco democráticos". Es el penúltimo choque pero parece que no será el último. Porque lo cierto es que la estrategia de Iglesias en el Congreso está cambiando las cosas en el País Vasco.
La apuesta de Iglesias por aliarse con Bildu es firme tanto a nivel nacional como autonómico. Los pablistas que ahora manejan el partido morado en Euskadi están muy lejos de llegar a acuerdos con el Gobierno de PSE y Podemos. Justo lo contrario a lo que ocurrió al final de la pasada legislatura, cuando la dirección llegó a aprobar los presupuestos.