País Vasco

Secuestro, asesinato e indignación en 60 horas que cambiaron España

El 10 de julio de 1997, pasadas las 15.15, Miguel Ángel Blanco fue secuestrado. El 13 de julio, a las 4.30, falleció por los disparos de ETA. Entre ambos momentos ocurrieron cosas inimaginables hasta entonces

  • Así fueron aquellos días de julio de 1997. -

Sesenta horas. Ese es el tiempo que transcurrió entre el secuestro y la muerte de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA. Un crimen perpetrado a cámara lenta que generó una honda indignación entre los ciudadanos. Hay quienes creen que lo sucedido entre el 10 y 13 de julio de 1997 cambió para siempre a la sociedad española, como exponía en este diario el entonces alcalde de Ermua, Carlos Totorika. Hay quienes creen que nada cambió en realidad, porque ETA siguió matando durante otros tres lustros (67 asesinados más) y su proyecto político todavía pervive. Lo indudable es que al menos durante aquellas sesenta horas España entera vivió con el corazón encogido al compás macabro que marcaron los terroristas. Fueron sesenta horas diferentes, en las que, además del asesinato, ocurrieron cosas inimaginables hasta entonces y que hoy permanecen en las memorias.

Todo empezó el 10 de julio de 1997, jueves, junto a la estación de tren de Eibar, localidad donde estaba la empresa en que trabajaba el concejal del PP de Ermua. A eso de las 15.15 la etarra Irantzu Gallastegui aborda al joven, lo encañona y lo hace subir a un vehículo donde esperan otros dos terroristas, Javier García Gaztelu, Txapote, y José Luis Geresta, Oker. Hoy los dos primeros cumplen condena por sus múltiples asesinatos. El tercero se suicidó en 1999 antes de ser detenido. Facilitó la información para llevar a cabo el secuestro Ibon Muñoa, concejal de HB en Eibar que salió de prisión en 2020 y fue recibido como un héroe por muchos vecinos. ¿Quién ordenó el crimen? La Audiencia Nacional acaba de imputar a tres conocidos gerifaltes etarras José Javier Arizcuren 'Kantauri'; Miguel Albisu 'Mikel Antza' y María Soledad Iparraguire, alias 'Anboto', que lideraban la banda en aquel momento.

Dos horas después del rapto, ETA llama a Egin Irratia, emisora del diario Egin, para anunciar el secuestro y para dar un ultimátum que los etarras saben imposible. El Gobierno tenía 48 horas, hasta las 16.00 del sábado, 12 de julio, para acercar a todos los presos de ETA a cárceles del País Vasco y Navarra; de hacerse, Blanco sería liberado y, en caso contrario, sería asesinado.

En realidad, más allá de la propaganda, el secuestro, obviamente destinado al asesinato, era la respuesta de la organización terrorista a la liberación unos días antes del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Se cumplía así el vaticinio del dirigente de Herri Batasuna Floren Aoiz, que tras la citada liberación afirmaba que después de "la borrachera policial" llegaría "la resaca". La interpretación más extendida es que, como se ha dicho, el crimen contra Blanco fue una reacción directa por la liberación de Ortega Lara, aunque documentación intervenida a los jefes terroristas, en concreto una carta de Kantauri desvelada por este diario recientemente, apunta a que las órdenes de actuar así ya eran previas a que la Guardia Civil lograse salvar al secuestrado.

Su padre se entera por la prensa

Pasadas las seis de la tarde, el padre del concejal llega a su domicilio tras su jornada laboral y se entera de lo sucedido por los periodistas que estaban en la puerta. Poco después, a las 20.15, se celebra la primera manifestación en Ermua como repulsa al secuestro y para exigir que Blanco sea puesto en libertad. Antes, en el pleno del Ayuntamiento el único concejal de HB en Ermua se había negado a condenar los hechos.

El 11 de julio, viernes, España amanece consternada. No se habla de otra cosa. El uso de internet no era generalizado. No había redes sociales y tampoco teléfonos móviles. Todo el mundo escucha la radio y pone la televisión para enterarse de qué estaba pasando. A la una del mediodía se celebran manifestaciones frente a todos los ayuntamientos. Por la tarde, en Ermua, se vive una emotiva marcha bajo el lema "Miguel Ángel, te esperamos" que cierra hablando entre sollozos su hermana, Marimar Blanco.

La consternación generalizada continúa el 12 de julio, sábado. Faltan pocas horas para que venza el plazo dado por los terroristas. El Gobierno de José María Aznar ya había anunciado que no aceptaría el chantaje de ETA. El propio jefe del Ejecutivo, acompañado por numerosas personalidades de la clase política, acude a una multitudinaria manifestación celebrada en Bilbao para reclamar a los etarras que cejen en su empeño.

No es baladí recordar que todos los partidos políticos salvo HB reclamaron esos días la liberación del concejal del PP. Los representantes de la izquierda abertzale no se sumaron a esta petición ni acudieron a las manifestaciones contra el secuestro. Siguieron pidiendo la liberación de los presos de ETA. Arnaldo Otegi contó años después en Salvados que el 12 de julio estaba en la playa de Zarauz junto a su familia. Solo algún dirigente a título particular pidió públicamente a la banda que liberase al concejal.

El asesinato

Al cumplirse el plazo estipulado, ETA cumple su amenaza. A las 16.15, en un bosque cercano a la localidad guipuzcoana de Lasarte, Txapote dispara dos veces en la cabeza a Blanco, que está maniatado. Poco después, dos personas que pasean con sus perros encuentran el cuerpo del concejal tiroteado. Minutos antes de las cinco, Totorika anuncia desde el balcón del Consistorio que "Miguel Ángel ha sido asesinado". Los presentes reaccionan con infinita tristeza y desbordante enfado al grito de "no son vascos, son asesinos" o de "ETA y HB, la misma mierda es".

Pese a los dos disparos recibidos, el joven llega vivo al Hospital de Aranzazu, en San Sebastián. Por un momento parece volver la esperanza, pero es en vano. En realidad le queda solo un hilo de vida. No pueden operarle. Su muerte es cuestión de tiempo.

La indignación y la rabia se entremezclan con la emoción y las lágrimas. Centenares de personas acuden a manifestarse a las sedes de HB tanto en Ermua como en numerosas localidades del País Vasco y Navarra. Los agentes de la Ertzaintza tienen que proteger al brazo político de ETA. En Ermua el propio alcalde y otros compañeros apagan con extintores el fuego provocado en la sede de los abertzales. En San Sebastián, ertzainas se quitan el verduguillo entre los aplausos y los abrazos de los presentes.

Manos blancas

En las protestas previas y posteriores relacionadas con el crimen, todas ellas multitudinarias, en especial una de Madrid el 14 de julio, se escucharon cánticos como "mira, ETA, aquí tienes mi nuca" y se ven miles de manos blancas. "Estas son nuestras armas". "Libertad, libertad". "Asesinos". Era el grito de indignación de todo un país que, sin embargo, no convenció a los fanáticos, que continuarían con su estrategia de "socialización del sufrimiento". Algo que, sin subterfugios dialécticos, consistía en asesinar a concejales, periodistas o jueces. El enfado colectivo surgido aquellos días se canalizó como el célebre Espíritu de Ermua, luego difuminado entre los disparos etarras y el cainismo político.

Finalmente, en la madrugada del domingo 13 de julio, a las 4.30, unas sesenta horas después de ser secuestrado, Miguel Ángel Blanco fallece. Pero su memoria, claro está, todavía pervive.

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