Son nueve miembros de ETA que, lejos de arrepentirse, se enorgullecen de su bagaje en la organización terrorista. No se aportan sus nombres pero sí sus testimonios. El libro La lucha hablada. Conversaciones con ETA (Altamarea), escrito por Egoitz Gago y Jerónimo Ríos, incluye entrevistas a estos terroristas que presumen de su pasado, arremeten contra sus compañeros arrepentidos y también atacan a movimientos pacifistas como ‘Gesto por la paz’.
Los dos investigadores que han escrito este libro apenas juzgan, sólo cuentan, con la excepción de una nota previa. En ella apuntan, eso sí, que los nueve etarras incurren en un "innegable nivel de dogmatismo" y que con su actitud dificultan "cualquier marco de reconciliación real, pues no se aprecian, ni siquiera, niveles mínimos de reconocimiento, perdón, justicia y reparación". Tras una parte dedicada a resumir la historia de ETA, llegan las entrevistas.
Al leerlas uno siente una sensación de delirio. De un delirio que no cesa. Porque no presentan ni un ápice de arrepentimiento, sino más bien orgullo de su pasado como "militantes". Nunca hablan de "terrorismo", claro. Una constante de los nueve entrevistados es que todos ellos creen que lo que ellos llaman "la lucha armada" sí estaba justificada y sí sirvió para algo. Asimismo, coinciden en señalar que movimientos pacifistas como 'Gesto por la paz' eran herramientas del estado para debilitarles. Y ninguno de ellos comparte ni entiende el arrepentimiento de otros presos de la banda. Nada mejor que sus propias palabras para retratarlos.
Todos los relatos son sencillamente estremecedores. Por su falta de empatía. Por su visión distorsionada de la realidad propia y ajena
Así, por ejemplo, el primero de ellos afirma que "he dejado de ser militante de ETA porque la organización ya no existe" pero no ha dejado de defender los mismos "principios": "Hay otras organizaciones y otras formas de hacer política y de hacer frente al estado, pero digamos que el ser miembro de ETA te deja el sello marcado, y eso lo vivo con mucho orgullo". En otro momento de la entrevista asegura que "si nosotros no hubiéramos existido, hoy no se estaría hablando de un estatuto ni de transferencias pendientes". "La sociedad en Euskal Herria sabe que no hicimos lo que hicimos para llenarnos los bolsillos sino por una sociedad que fuera mejor para la gente".
Otro, el segundo entrevistado, sostiene que "la lucha armada es un instrumento del que el pueblo se dota. En el caso de Euskal Herria ha sido un instrumento de defensa". Más adelante afirma, y en eso hasta los historiadores estarán de acuerdo, que "para practicar la lucha armada necesitas ese colchón social y un apoyo de la población. Por eso ETA ha durado más de 50 años".
El tercero asegura que no cree que "la lucha armada haya sido un error". Cuando le preguntan qué sentía al atentar, dice esto: "No era lo mismo un sabotaje que poner un pepino y romper un coche, o poner a alguien "patas arriba". (…) Antes de actuar se me ha propuesto y yo he podido decidir. Tenía una lista de objetivos y una vez que tomaba la decisión intentaba no pensar en ello. Lo hago por principios. Como en la guerra. Todos eran objetivos y no te pones a pensar que lo que hay detrás de cada uno son personas.
Todos los relatos son sencillamente estremecedores. Por su falta de empatía. Por su visión distorsionada de la realidad propia y ajena. Buen ejemplo es esta frase del cuarto de los protagonistas: "Recuerdo el caso del concejal de Ermua que ETA mató, pero ¿qué era lo que se estaba debatiendo entonces? ETA pedía dejar de aplicar una política penitenciaria tan bestia, nos han tratado como alimañas en la cárcel. Se pedía un poco de respeto a los derechos humanos, con el acercamiento de los presos al País Vasco".
El quinto etarra que presta su testimonio en este libro asevera cosas como que sus acciones fueron "necesarias". Páginas más adelante afirma esto:·"Gracias a la lucha armada hemos reconocido la necesidad de un derecho de autodeterminación, una territorialidad y una amnistía. No las hemos logrado, así que tampoco estamos para echar cohetes, pero tampoco fue un fracaso".
“Por supuesto, la lucha armada mereció la pena. Se han cometido fallos y hubiéramos podido hacer las cosas mejor, sí. Pero estoy convencida de que ahora mismo, sin la organización, no estaríamos donde estamos. Sin la lucha armada habría desaparecido el conflicto en esta sociedad. Sin la lucha armada hoy no podríamos aspirar a conseguir una democracia para Euskal Herria". Con esta afirmación, la sexta protagonista de la obra presenta su particular visión de su pasado.
El séptimo entrevistado tampoco tiene dudas sobre lo positivo que a su juicio ha sido el terrorismo nacionalista vasco. "Gracias a ETA se consiguió frenar el nacionalismo español y fortalecer el nivel de conciencia sobre el euskera. Gracias a ETA en este pueblo estamos a otro nivel".
Muchos estamos convencidos de que, sin la lucha armada, Euskal Herria no sería lo que es hoy. La militancia de la izquierda abertzale es uno de nuestros tesoros"
La octava voz de este libro sostiene que no puede decirse que el terrorismo no haya servido para nada. "La contribución de ETA ha permitido que este país no desaparezca, que no haya sido absorbido por el régimen del 78 con aquí paz y después gloria (...) Lo hemos pagado y el precio ha sido muy alto, pero la lucha armada ha conseguido que este pueblo siga vivo".
Por último, el noveno protagonista sin identificar afirma que "aunque parezca que estamos muy lejos de la independencia, se han creado los pilares para saber por qué luchamos políticamente hoy en día. Muchos estamos convencidos de que, sin la lucha armada, Euskal Herria no sería lo que es hoy. La militancia de la izquierda abertzale es uno de nuestros tesoros".
El delirio no cesa.