La Sección Séptima de la Sala de lo Contencioso-administrativo de la Audiencia Nacional inició el pasado 21 de enero su discusión, 54 años después del accidente de Palomares, sobre el futuro inmediato de los suelos contaminados con radioactividad en esta pedanía de Cuevas del Almanzora (Almería). Los magistrados tendrán que decidir si obligan al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) a que fije plazo para ejecutar el Plan de Rehabilitación que para estos terrenos se aprobó en 2010.
Y mientras España sigue sin limpiar el terreno, Estados Unidos da pasos para ampliar las ayudas que ha otorgado a sus ciudadanos afectados, la mayor parte de ellos personal militar; y a las familias de estos.
En concreto, el Senado de Estados Unidos ha aprobado en el pasado mes de junio una enmienda denominada 'Ley de Veteranos de Palomares de 2019' que busca otorgar ayudas a las familias de los fallecidos tras participar en la retirada de las bombas. En total, los trabajos los llevaron a cabo unas 1.600 personas. Entre ellas numerosos guardias civiles, que hasta el momento no han recibido ninguna contraprestación.
31 de marzo de 1967
Vozpópuli ha tenido acceso a la enmienda, que otorga una compensación por discapacidad a todos los veteranos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos fallecidos que participaron, entre el 17 de enero de 1966 y el 31 de marzo de 1967, en la limpieza de los restos producidos tras la colisión de los aviones norteamericanos. En concreto, la ayuda "se aplicará con respecto a una muerte, independientemente de si dicha muerte ocurrió antes, en o después" de las fechas señaladas, indica el documento.
En el mismo sentido, el Tribunal de Apelaciones de EE.UU dictaminó en diciembre pasado que los soldados que enfermaron por limpiar la playa española de Palomares tienen derecho a reclamar indemnizaciones por discapacidad.
Según una investigación del diario The New York Times, 21 militares de EEUU que participaron en las tareas de limpieza de Palomares inmediatamente después del accidente nuclear del 17 de enero de 1966 desarrollaron un cáncer. De estos 21 han fallecido nueve.
Radiación y plutonio
Los supervivientes explicaron al rotativo que recogieron la tierra contaminada por el plutonio sin ninguna protección. "No nos hablaron de radiación, plutonio ni nada parecido", afirma Frank B. Thompson, que por aquel entonces tenía 22 años y que recuerda que ni siquiera se cambiaban de ropa durante los trabajos. "Nos dijeron que era seguro y nosotros fuimos lo suficientemente estúpidos como para creerles", añade.
En España ninguna persona ha obtenido una compensación. Y ahora la Audiencia Nacional deberá pronunciarse sobre el traslado entre 2011 y 2016 de casi seis toneladas de material radioactivo, que Ecologistas en Acción sostiene se hizo de forma "irregular". Por el contrario, la Abogacía del Estado mantiene que se llevó a cabo "de acuerdo" con la normativa y defiende que no se han usado las 40 hectáreas de terreno en la zona que están bajo vigilancia por contaminación "como almacenamiento de residuos radiactivos".
El accidente tuvo lugar el 17 de enero de 1966, en pleno franquismo. Un bombardero B-52 de Estados Unidos chocaba con un avión nodriza KC-135 que lo abastecía de combustible sobre Palomares (Almería). En la colisión fallecieron siete pilotos, mientras que otros tres lograron salvar la vida.
Tres de las cuatro bombas termonucleares del B-52 cayeron al suelo, y la cuarta se adentró en el mar. El hecho de que los proyectiles no estuvieran armados evitó una explosión nuclear. Cada bomba, según la información facilitada por Ecologistas en Acción, tenía una potencia destructiva de 1 megatón, lo que equivaldría a 70 veces la capacidad de Hiroshima y Nagasaki.
En las operaciones de descontaminación los militares norteamericanos se llevaron 1.500 toneladas de tierra, que se embarcaron y se depositaron en Aiken, al Sur de California. Sin embargo, los ecologistas sostienen que la descontaminación no fue completa, por lo que todavía habría numerosos restos radiactivos, pese a que el entonces ministro de Turismo, Manuel Fraga, acompañado del embajador de Estados Unidos, Angier Biddle Duke, trató de convencer meses después del accidente a los españoles de lo contrario, con un baño en Almería.