La pandemia ha acentuado la discriminación hacia las personas mayores por su edad, según la doctora del área de envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y autora principal del primer informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre edadismo, Vânia de la Fuente.
En una entrevista a Efe por vía telemática desde Ginebra (Suiza), De la Fuente ha explicado que la covid-19 “ha sido como una lupa que ha magnificado la existencia que ya había del edadismo” y que ha dado una mayor visibilidad a cómo las sociedades discriminan a los ciudadanos por cuestiones de edad.
De la Fuente, que en 2016 fue becada por la Fundación La Caixa para estudiar en la University College de Londres, trabaja actualmente en la sede de la OMS en Ginebra, desde donde promueve políticas para garantizar el envejecimiento saludable.
Con su informe para la ONU, De la Fuente lidera la campaña mundial contra el edadismo, que la OMS define como “los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad”, y en favor de la promoción de un envejecimiento saludable.
La edad usada como criterio para acceder a los servicios médicos
En esta línea, la doctora coruñesa ha lamentado que “durante la pandemia la edad se ha utilizado como criterio único para determinar quién tenía acceso a atención médica y a la aplicación de las medidas de distanciamiento”.
“Sólo a las personas mayores se les pedía que se quedaran en casa y se levantaron las medidas para toda la población menos para ellas, lo que en muchos casos generó problemas de acceso a recursos básicos como comida, medicamentos o transporte público, y muchas veces no ha estado justificado del todo”, ha agregado.
Según el informe de la ONU, esta discriminación no sólo ha afectado a las personas mayores, que han sido consideradas frágiles y vulnerables, sino también a las más jóvenes, que han sido retratadas como invencibles, imprudentes e irresponsables.
“Una de cada dos personas en el mundo son edadistas contra las personas mayores, con tasas más altas en países de ingresos bajos o medio bajos. En Europa, las personas jóvenes reportan más edadismo que otros grupos de edad”, ha subrayado De la Fuente.
Desde la ONU afirman que la discriminación por edad tiene “consecuencias graves y de gran alcance para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas”, y según De la Fuente se asocia a “una muerte más prematura, la aparición de síntomas depresivos, una menor calidad de vida y un mayor aislamiento social”.
Aunque el edadismo está concentrado en las personas mayores y en los jóvenes, su interacción con otras desigualdades acentúa la desigualdad.
En cuanto a los jóvenes, ser mujer y tener un peor estado de salud aumenta la probabilidad de sufrir edadismo. “A lo largo de la vida, la discriminación por edad interactúa con la discapacidad, el sexismo y el racismo, lo que agrava las desigualdades”, subraya.
Falta de contacto con personas de otras edades
La falta de contacto con personas de diferentes edades también hace más probable que alguien sea edadista, incluso hacia sí mismo, puesto que las personas basan sus relaciones en estereotipos que adoptan desde la infancia.
“No nacemos edadistas, pero a los cuatro años ya sabemos que los niños son conscientes de los estereotipos basados en la edad de su cultura, los empiezan a interiorizar y los utilizan para guiar qué cosas hacen en relación con su edad”, ha contado la investigadora.
Ante esta situación, especialmente agravada con la pandemia, De la Fuente ha reivindicado la necesidad de concienciar a la población y ayudar a los países a implementar estrategias que afronten este fenómeno.
“En España, un niño nacido en 2019 puede vivir 13 años más que uno nacido hace 50 años, esto es un gran éxito, pero ahora la pregunta es qué experiencia de vida tienen esos años adicionales, el alcance de esas oportunidades puede estar limitado si no tenemos un buen estado de salud”, ha resaltado.
Ante esta consideración, De la Fuente aboga por “acabar con el edadismo y hacer un cambio en los sistemas de salud, que están más enfocados en la curación que no en promover una atención integral para la persona”.
En este sentido, la investigadora defiende "hacer un abordaje que ponga al paciente en el centro" y transformar el sistema sanitario "enfocado a enfermedades aisladas a uno enfocado en la capacidad intrínseca de la persona”.
Se da la circunstancia que De la Fuente es hermana del joven biotecnólogo César de la Fuente, que en 2019 fue reconocido como uno de los mejores innovadores del mundo en ciencias de la vida y la salud por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en 2020, como el mejor investigador joven de Estados Unidos por la American Chemical Society.
César de la Fuente, igualmente becado en su día por la Fundación La Caixa y que también ha sido reconocido con el premio Fundación Princesa de Girona en Investigación Científica 2021, lidera el equipo Machine Biology Group de la Universidad de Pensilvania (EEUU) que trabaja por crear nuevos antibióticos con el uso de ordenadores para atacar a las bacterias resistentes contra estos medicamentos.