La denominada 'cocina' del barómetro del CIS es una tradición en la política española. Una especie de norma no escrita que todo el mundo asume porque está científicamente aprobada, y porque forma parte de las técnicas de los estudios de opinión. Tras un trabajo de campo demoscópico, los sociólogos pasan los resultados por el cedazo del análisis para ajustar algunos extremos y ponderar determinados resultados.
Los datos del CIS tienen un margen de error de un más o menos un dos por ciento. A ello han de sumarse algunos imponderables, como respuestas falsas o errores de memoria. Sólo un treinta por ciento de los sondeados, por ejemplo, reconocen haber votado al PP en los últimos comicios generales, cuando el partido de Mariano Rajoy cosechó casi un 44 por ciento.
Dos puntos menos
También ha funcionado en esta ocasión la 'cocina' del CIS, y ha producido algunas alteraciones sobre el primer cuadro que llegaba a las mesas de trabajo. Lo más relevante de este ajuste estriba fundamentalmente en la cifra que la encuesta arroja sobre la intención de voto del Partido Popular. Un escaso 27,3 por ciento, que sin embargo le se situaba una vez más como la fuerza más votada. Un porcentaje que llama la atención, ya que evidencia que el PP se quedaba varado en casi idénticos resultados que los conseguidos en octubre.
Antes de pasar por la 'cocina', el PP rozaba el listón sicológico del 30 por ciento, lo que evidenciaba ya un principio de la remontada que espera para este año de intenso ejercicio electoral
Pero no todo es como parece. Antes de pasar por la 'cocina', el PP rozaba el listón sicológico del 30 por ciento, lo que evidenciaba ya un principio de la remontada que espera para este año de intenso ejercicio electoral. No hubo manipulación, naturalmente. Tan sólo un 'ajuste' a la baja, que, por otra parte, se comparece con los intereses del Gobierno obsesionado con movilizar a su electorado más esquivo o más refractario. Dos puntos y medio arriba o abajo en un sondeo de estas dimensiones es usual. Pero en este caso, además, resulta oportuno.
La estrepitosa caída del PSOE al tercer puesto en la lista, por primera vez en 35 años, y el leve ascenso de Podemos, suficiente para coronarse segundo en el ranking, ha eclipsado algunas realidades de interés que arroja este barómetro. La más importante, precisamente, el alto porcentaje de indecisos o abstencionistas. Un cuarenta por ciento de los encuestados no desvelan su intención de voto o se muestran remisos a hacerlo. Una cifra muy elevada que puede provocar distorsiones de importancia a la hora de elaborar conclusiones.
Un cuarenta por ciento de los encuestados no desvelan su intención de voto o se muestran remisos a hacerlo
El desglose va así: un 22 por ciento 'no saben/no contestan'; un 5,6 por ciento, directamente en blanco y un 13,6 se dice abstencionista. En suma, cuatro de cada diez consultados no desvelan su intención de voto, o la camuflan o, sencillamente, aún no la han decidido. O, en definitiva, dicen lo que piensan.
La abstención más activa
Este es el apartado que más preocupa al PP, dado que, aún con ese 30 por ciento que arrojaba el barómetro antes de la 'cocina', no conseguiría gobernar. Arriola, el gurú de Rajoy en este negociado, habla siempre de que con un 35 por ciento se puede formar gobierno. Lo hizo la UCD de Suárez en dos ocasiones. Ahora la situación es más inestable, con un tablero político en el que el bipartidismo hace aguas con la irrupción de una tercera gran fuerza, Podemos, que ha llegado para quedarse. Esos parámetros, seguramente ya no sirven, de acuerdo con algunos expertos.
En ese 40 por ciento está la clave de la victoria del PP. El votante del partido de Rajoy apenas cambia el color de su voto. Al menos hasta ahora. Opta fundamentalmente por la 'abstención cabreada', según la expresión de uno de los técnicos consultados. O, sencillamente, sucumbe en el hastío y se aleja, decepcionado, de las urnas. Consideran los analistas mencionados que de ese 40 por ciento de voto indeciso, abstencionista u oculto, al menos una cuarta parte corresponde al PP, es decir, en torno a un diez por ciento. Y se alcanzaría así con la cifra mágica del 40 por ciento que precisaría conseguir el PP en las legislativas de noviembre. Recordemos que Aznar se quedó a más de un punto de ese porcentaje en 1996 y logró formar gobierno, con el apoyo de CiU tras el pacto del Majestic.
Movilizar es la clave para el Partido Popular. El resultado del barómetro se acompasa a sus intereses. Nada peor que empezar el año electoral con un repunte en las encuestas, con la confianza de que las cuatro citas con las urnas previstas para los próximos meses van a ser un paseo militar. El miedo a una victoria de Podemos, una fuerza que se sitúa en la extrema izquierda del espectro, según el barómetro, puede ayudar mucho en este empeño.
Síntomas optimistas
Queda mucho por hacer pero esta nueva oleada del CIS arroja también datos de enorme interés para los populares, especialmente en el terreno económico, eje de la acción del Gobierno y de su campaña actual. "No trabajamos para la macro, trabajamos para la gente", les dijo Rajoy a sus discípulos en la Convención nacional celebrada a finales del pasado mes en Madrid. El tópico insiste en que los datos económicos empiezan a ir bien pero que la gente no se entera. Y eso no es exactamente así.
Por ejemplo, en octubre de 2012, más de un 90 por ciento de los españoles calificaba de 'mala o muy mala' la situación económica. Ese dato ha descendido casi 17 puntos. Poca broma. También en octubre de 2012 el 50 por ciento de los interrogados pensaban que la situación económica iría a peor. Ahora sólo lo piensa el 16. También crece el pelotón de los optimistas, de quienes piensan que todo va a ir mejor, que en octubre del pasado año eran un 20 por ciento y ahora son más del 27. Cifras menores. Pero algo se mueve.
La mitad de los que votaron a Rajoy en las últimas generales ya le aprueban ahora, algo que no había ocurrido desde hace muchos barómetros
Previsiblemente se moverá aún más. Los votantes del PP, por ejemplo, tan críticos con las medidas económicas del Gobierno, por los ajustes, los impuestos y el paro, empiezan a confiar en el futuro. De octubre a enero han aumento un 12 por ciento los esperanzados. Incluso la mitad de los que votaron a Rajoy en las últimas generales ya le aprueban ahora, algo que no había ocurrido desde hace muchos barómetros.
El PP no tiene que arañar votos en otras fuerzas políticas. Ha de evitar, eso sí, que partidos incipientes como Ciudadanos, le levante la cartera en otros territorios fuera de Cataluña, donde la batalla está perdida. Génova sabe que es en el piélago de la indecisión donde se juega su permanencia en la Moncloa. Hay que movilizar, mucho y a tiempo. Ahora resultaría prematuro. Eso lo sabe hasta el CIS.