España

Pau Gasol y la pervivencia del pino insigne

Pau Gasol Sáez nació en Barcelona el 6 de julio de 1980, en el seno de una familia eminentemente sanitaria que vivía en Sant Boi de Llobregat. Su padre, Agustí

Pau Gasol Sáez nació en Barcelona el 6 de julio de 1980, en el seno de una familia eminentemente sanitaria que vivía en Sant Boi de Llobregat. Su padre, Agustí Gasol, es enfermero; su madre, Marisa Sáez, médico internista. Es el mayor de tres hermanos (los otros dos son Marc y Adrià) y, como es comprensible, desde niño sintió el tirón de la Medicina. Tras hacer sus primeros estudios en el colegio concertado Llor, de Sant Boi, cursó un año de Medicina en la universidad de Barcelona. Pero lo dejó. La mayoría de los biógrafos dicen que aquellos estudios le resultaban incompatibles con la práctica del baloncesto, que Pau emprendió ya desde el colegio.

Otros autores, sin embargo, sugieren que lo que pasaba era que aquel muchachuelo de 2,13 metros no dejaba de darse con la cabeza con las lámparas de los quirófanos, que son carísimas, y el coste resultaba prohibitivo. Así pues Pau, con muy buen criterio y no poca sensatez, decidió dedicar su juventud a una actividad en la que al menos cupiese, y sabido es que el baloncesto suele jugarse en locales con techos razonablemente altos. Pero él mismo asegura que no renuncia a reanudar, en un futuro no lejano, el estudio de la Medicina.

La carrera deportiva de Pau Gasol se parece mucho a una ópera de Gioacchino Rossini, por ejemplo Guglielmo Tell: está llena de notas altísimas, pasajes inolvidables y de momentos en que el público rompe a aplaudir. Aún era un adolescente cuando fichó por el Cornellà, en aquel tiempo cantera oficiosa del Barcelona. Entró en las categorías juveniles de este club en 1997, cuando apenas contaba con 16 años. Lo mismo sucedió con la selección nacional.

Pau Gasol lo tenía todo. Su altura le hace idóneo en la posición de ala-pívot, tiene la envergadura de un cóndor, una fuerza inagotable y, quizá sea esto lo más importante, un enorme carisma: es un líder nato con una capacidad de comunicación y de organización que se ve pocas veces. Si a eso se añaden su prontitud ante el sacrificio y su carácter, eminentemente bondadoso y optimista, empático y confortador, tenemos al jugador perfecto y al líder perfecto de un equipo. Era (es) uno entre un millón.

Haremos el cuento corto porque el currículo deportivo de Gasol da para un tomo del Espasa. Su primera etapa en el Barcelona duró dos temporadas; coincidió con el cambio de siglo y con el vigésimo cumpleaños del jugador. Pero los ojeadores de la NBA norteamericana ya se rifaban a aquel tipo excepcional. Gasol fue el segundo español en jugar en la mejor competición de basket (y también la más complicada) del planeta, después de Fernando Martín. Pero su carrera en EE UU es difícilmente superable. Jugó con los Memphis Grizzlies entre 2001 y 2008. Con Los Angeles Lakers seis años más, de 2008 a 2014. Con los Chicago Bulls entre 2014 y 2016. Y luego ya vinieron los San Antonio Spurs, los Milwaukee Bucks, los Portland Trail Blazers y, tras un año “en blanco” por culpa de una lesión, su regreso al Barcelona hace unos pocos meses, en febrero de 2021, con 40 años.

Pau Gasol ha logrado dos anillos de la NBA; fue el primer español en jugar un All Star, el primero también en ser elegido Rookie del Año (el mejor debutante, en 2002) y ha formado parte, en varias ocasiones, del “quinteto ideal” de la liga estadounidense. Es el máximo taponador de la historia de los Juegos Olímpicos, de los que ha participado en cinco. Con la selección española de baloncesto ha logrado, en diversos campeonatos y a distintas edades, siete medallas de oro, cuatro de plata y otras cuatro de bronce. Fue el abanderado de España en los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012. Es Premio nacional del Deporte, Medalla de Oro al Mérito Deportivo y, por decirlo de una vez, 29º Premio Princesa de Asturias de los Deportes, compartido con su hermano Marc en 2015. No hay chaval en España (o en EE UU) que no sepa quién es Pau Gasol. En el siglo pasado, los niños soñaban con ser astronautas, médicos, futbolistas y cosas así. En las dos primeras décadas de este siglo, antes de la aparición de la peste de los influencers, una inmensa cantidad de niños de todo el mundo soñaban con ser como Pau Gasol. Aunque fuese poniéndose de puntillas. Es una de las personas más queridas del planeta.

Pero la sombra fresca de Gasol no se ha quedado en las canchas de baloncesto. Es embajador de Unicef (hay que repetirlo: su tirón con los niños es impresionante) y ha viajado decenas de veces a África para hacer campaña contra la desnutrición infantil, por los derechos de los niños y por su educación. El “Proyecto de Pau” dejó larga memoria en Etiopía, lo mismo que en muchos lugares del mundo puso su cara y su esfuerzo personal para ayudar en la lucha contra el sida, la obesidad infantil, el coronavirus, por la igualdad en el deporte (peleó porque hubiese mujeres entrenadoras en la NBA) o lo que se pusiera por delante. Es el creador e impulsor, junto con su hermano Marc, de la Fundación Gasol. Pau ha aparecido en numerosos programas de televisión, desde series como Modern Family o CSI: Miami hasta… Barrio Sésamo.

Cuando en 2015 le dieron el Magic Johnson Award, clavaron su mejor definición. Fue esta: “Pau personifica todo lo que es bueno de los jugadores de la NBA y sus obras solidarias, no solo en sus propias comunidades sino en todo el mundo, trabajando para ayudar a que los niños alcancen sus metas y que tengan las oportunidades que de otro modo no podrían conseguir”. Se puede decir más corto pero no mejor.

Pau Gasol, el deportista español más conocido de los últimos 20 años junto con Rafa Nadal (son grandes amigos, como no podía ser de otro modo), dijo adiós a la selección española de baloncesto tras el reciente partido ante EEUU, en los Juegos de Tokio. Lo mismo hizo su hermano Marc. Termina una era que el seleccionador nacional de baloncesto, Sergio Scariolo, ha calificado, no sin razón, de “irrepetible”. Para el deporte español es algo así como si en el mundo de las Letras se hubiese jubilado Lope de Vega. Pasarán generaciones hasta que aparezca otro como él.

El pino insigne

El pino insigne (pinus radiata), llamado también pino de Monterrey o pino de California, es un árbol de la familia de las pináceas. Originario de California, se encuentra en medio mundo, desde Chile a Australia. En España es frecuente hallarlo en el norte.

No es el árbol más alto del mundo (nadie puede competir con la secuoya “sempervirens”, algo así como la Kareem Abdul-Jabbar de los árboles) pero alcanza los 50 metros de altura, algo que muy pocos pueden decir de sí mismos. Al principio, cuando es joven, tiene forma piramidal, porque crece a tal velocidad que la punta de la copa deja atrás al resto del árbol. En su edad adulta, sin embargo, adquiere una forma abovedada y ancha que ofrece una sombra enorme, acogedora y fresca.

Es un árbol fuerte, longevo y de una madera prodigiosa: es a la vez dura, elástica y resistente, lo cual le hace muy útil para una gran cantidad de cosas, humanas o no. Árbol de hoja perenne, como todos los pinos, es el hogar favorito de una gran cantidad de aves: los picapinos lo adoran, lo mismo que los búhos y autillos, abubillas, cornejas, mirlos capiblancos, algunas veces águilas y todo género de pajarzuelos. Otro tanto puede decirse de roedores como las ardillas. A nadie dice que no el pino insigne, que lleva ese nombre por su majestuoso, enorme y bondadoso aspecto; a todo acoge, a todos protege y a todos resulta útil.

Además, como le pasa al pino canario (pinus canariensis, del que hablamos en el capítulo 10 de esta serie), el pino insigne es difícil de matar, porque su tronco ofrece una obstinada resistencia al fuego. Las llamas quemarán la corteza exterior y dañarán la albura, pero muy raramente acabarán con el árbol, por cuyo tronco corre la savia y la humedad que garantiza su vida. El pino insigne sabe, pues, superar las adversidades para seguir haciendo algo provechoso… para los demás, mucho más que para él mismo.

Por último: es el árbol perfecto para las repoblaciones, porque crece muy deprisa, sus raíces sujetan la tierra y garantizan agua, fertilidad, cobijo y ventura para muchos años. Y, a pesar de todo esto, el pino no deja de sorprenderse ante la gratitud de los demás, sean hombres, animales u otras plantas. Él hace sencillamente lo que tiene que hacer, lo que le gusta. Y lo que le gusta es hacer mejor y más hermosa la vida de los demás. Sabe bien el pino que ese es el secreto de la felicidad.

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