La investigación relacionada con el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco no condujo hasta elementos realmente esclarecedores hasta un año después. Los miembros de ETA que participaron en el magnicidio asestaron un nuevo golpe en Madrid, esta vez contra la cafetería Rolando, en la céntrica calle del Correo. Una masacre que dejó 13 víctimas y decenas de heridos, y que propició las pesquisas que finalmente revelaría la red de pisos francos que los terroristas empleaban para ocultarse en la capital. En ellos encontraron ingente documentación y material relacionados con el magnicidio. Incluidos unos uniformes militares que desvela Vozpópuli.
El hallazgo tuvo lugar en la calle Virgen del Val, número 19; muy cerca de donde ahora se erige la mezquita de la M-30. El comando de ETA, liderado por José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, había tejido una amplia red de apoyo en Madrid gracias a sus contactos -con la conocida Genoveva Forest como principal aliada- en círculos anarquistas o comunistas, que le llevó a disponer de ocho pisos donde esconderse ellos mismos o sus pertenencias.
Uno de los pisos donde se intervino mayor documentación y propaganda fue en el citado de la calle Virgen del Val. La fotografía del sumario, con el bodegón del material incautado, muestra máquinas de escribir, tacos de papeles que corresponderían a octavillas, matrículas falsas, cintas de película, pósters con Francisco Franco bajo el cartel de ‘se busca’… y cuatro uniformes militares colgando en la pared. A éstos habría que sumar otras tres gorras correspondientes a las Fuerzas Armadas.
¿Qué utilidad tuvieron los uniformes en la Operación Ogro para matar a Carrero Blanco? ¿Cuál era su procedencia? ¿Qué clase de vínculos pudieron tener los autores del magnicidio? Una serie de preguntas, que en los años setenta, estaban salpicadas de dudas insondables. Y que, incluso, revelaban las inquietudes reales que albergaba el franquismo sobre una hipotética participación de personal militar en el asesinato del almirante.
Miedo a un complot militar
“Por un momento se contemplaron todas las posibilidades, incluida la del complot militar”, desvela el historiador Gaizka Fernández-Soldevilla, investigador del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo. Según apunta, la principal preocupación del franquismo se centraba en los movimientos del Partido Comunista; ETA, que arrancaba su incipiente trayectoria criminal, se consideraba como un grupúsculo asentado en el País Vasco que fácilmente podría ser extirpado a base de golpes policiales.
Así, las autoridades sospecharon llegaron a temer un posible complot militar, alimentado por los acontecimientos que se vivirían al otro lado de la frontera apenas cuatro meses después del asesinato de Carrero Blanco: “Portugal vivió la Revolución de los Claveles y Franco seguía con preocupación los acontecimientos”, incide Fernández-Soldevilla, en relación con el golpe contra el Régimen del Estado Nuevo, con Marcelo Caetano como primer ministro, y que abrió las puertas a la democracia y a la convocatoria de las primeras elecciones en casi medio siglo.
La presencia de los uniformes militares en uno de los pisos franco de ETA atendería a razones más prosaicas y menos especulativas
Pero la presencia de los uniformes militares en uno de los pisos franco de ETA atendería a razones más prosaicas y menos especulativas. “No es de extrañar que los terroristas los tuvieran, eran tiempos en que la mili era obligatoria y que incluso serviría a numerosos miembros de ETA a adquirir la destreza necesaria para desarrollar después su actividad”, afirma el historiador.
El plan contra Carrero Blanco
¿Y qué utilidad podrían tener los uniformes para el comando de ETA instalado en Madrid? Según la información policial, el grupo lo componían, además de Argala, Pedro Ignacio Pérez Beotegui, alias Wilson, José Ignacio Abaitua Gómez, Marquin, Javier María Larreategui Cuadra, Atxulo, José Antonio Urriticoechea Bengoechea, Josu, y Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban, Zigor.
Argala y Wilson estaban instalados en la capital, al menos, desde 1971. Durante años urdieron la densa red de colaboradores que les facilitó el apoyo logístico que les permitía moverse sin ser detectados. Centraron el punto de mira en varios objetivos, incluido el periodista Alfredo Semprún.
Pero desde septiembre de 1972, fecha en la que recibieron el soplo con los movimientos de Carrero Blanco, centraron el objetivo en el almirante. El magnicidio no tendría lugar hasta 15 meses más tarde, en diciembre de 1973. Durante todo ese tiempo, los terroristas reunieron toda la información necesaria para perpetrar el golpe, incluidos los seguimientos al almirante.
Los uniformes podrían haber proporcionado algún tipo de coartada para efectuar estas labores sin levantar sospechas en escenarios que, a todas luces, serían hostiles para los miembros de ETA. Cabe recordar que los terroristas trazaron mapas con los lugares estratégicos por los que discurría el coche de Carrero Blanco, señalando en rojo los puntos que debían evitar a toda costa -incluida la embajada de Estados Unidos, en la acera de enfrente de la iglesia donde el almirante iba a misa a diario-.
*Nota al lector: La Policía encontró unos uniformes militares en la investigación del atentado contra Carrero Blanco es el quinto reportaje de un serial elaborado por este diario con motivo del 50º aniversario del magnicidio, que arrancó este domingo con Los papeles de la CIA sobre el atentado de Carrero Blanco: del escape de gas a vincularlo a un juicio contra CCOO; continuó el lunes con El zulo que ETA construyó en Alcorcón para secuestrar a Carrero Blanco antes de decidir su asesinato; el martes, con Quién fue el 'fantasma' que dio al etarra 'Argala' la información clave para matar a Carrero Blanco; y, el miércoles, con Las fotografías inéditas del sumario de Carrero Blanco: de los zulos de ETA al coche reventado del almirante.