Días de largas tensiones en el seno de Vox. El pasado miércoles, Santiago Abascal, presidente del partido, fulminó a Rocío Monasterio de su puesto como líder en Madrid tras ocho años de lucha política en la Asamblea regional. José Antonio Fúster, hasta entonces portavoz adjunto de la formación, pasaba a ocupar el primer escalafón en la capital.
Un movimiento que provocó un seísmo de dimensiones bíblicas en Vox, aunque era una acción que la cúpula del partido llevaba tiempo planeando. En las últimas horas, hemos contado en Vozpópuli el descontento generalizado que existía entre Abascal y su guardia pretoriana con Rocío Monasterio.
El cóctel de factores que ha llevado a Abascal a tomar la decisión de apartar a Monasterio es variado. El primero, la irrelevancia de Vox en la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. Las elecciones del 28 de mayo otorgaron dos mayorías absolutas al Partido Popular que dieron al traste con el rol de bisagra de la formación en la región.
La caída en notoriedad e importancia política de Rocío Monasterio ha sido palpable en el último año y medio, siendo incapaz de poder sacar adelante o convencer al PP para aprobar iniciativas que nacieran de Vox. Una pérdida de espacio político y de votos que ha servido de excusa a la dirección del partido para tomar esta decisión.
Esto no se entiende sin el descontento que provocó la salida de Iván Espinosa de los Monteros, marido de Monasterio y uno de los artífices del éxito de Vox en los últimos años. Espinosa, tras meses de discrepancias con el ala más radical, decidió dar un paso al lado y dejar todos sus cargos. Ello abrió el camino a la especulación sobre si en la actualidad está preparando el lanzamiento de un partido que pueda hacer la competencia a Vox en futuras elecciones.
Abascal ignora la democracia interna
Vista como un "caballo de Troya", Abascal decidió tomar esta decisión, rompiendo "la democracia interna del partido", para nombrar después "a dedo" a José Antonio Fúster como cabeza visible del partido en Madrid. Eso supuso, en palabras de Monasterio, un "nombramiento a dedo", algo que la cúpula tiene potestad para hacer, pero que rompe con todos los procesos internos de la formación.
Un debate, el de la transparencia, que lleva tiempo persiguiendo a Vox, y que ha hecho que ala más radical haya tomado el control en detrimento de perfiles, precisamente, como el de Espinosa de los Monteros.
Con Madrid en decadencia, Abascal y los suyos han decidido fiar la reconstrucción a los más cercanos al núcleo interno, entre los que se encuentran el propio Fúster y la nueva portavoz en la Asamblea de Madrid, Isabel Pérez Moñino. Dos personas que tratarán de devolver a Vox a la trinchera, recuperando el posicionamiento perdido en muchos ámbitos sociales y económicos en los últimos tiempos.
Un Fúster que, todo sea dicho, se distanció rápidamente de la que fue su jefa horas después de su cese y de que ésta entregase el acta de diputada: "yo les digo que las cosas de los partidos son mucho más sencillas, y la vida de los partidos tienen otros ritmos, las interpretaciones que ha hecho Rocío no puedo compartirlas".
Aunque la labor de Monasterio, hasta la mayoría del PP en mayo de 2023, fue bastante reseñable, lo cierto es que Vox parecía haber perdido fuelle en asuntos tan suyos como la inmigración. Quizá eso explica la apuesta por una mujer como Pérez Moñino, cuyos posicionamientos con los menores no acompañados van más en la línea del ala radical del partido.
Concejala por Fuenlabrada, donde además ejercía las labores de portavoz, Moñino llega para endurecer el discurso. La primera prueba de ello la tendremos este lunes después de la tradicional junta de portavoces en la Asamblea de Madrid. Vox apuesta por los afines a la cúpula para voltear una situación compleja, sin margen de maniobra e inmerso en la irrelevancia en la región.