“El mayor Trapero era muy celoso de sus competencias. No hubiera aceptado de ninguna manera la intromisión del poder político”. La frase la ha pronunciado este miércoles en el Tribunal Supremo el que fuera director de los Mossos d’Esquadra, Albert Batlle. Con ella salvaba a su exsubordinado y, de paso, ha brindado a la defensa del exconseller Joaquim Forn la oportunidad de apuntarse un tanto ante uno de los testigos solicitados por Vox.
Trapero no está siendo juzgado en este procedimiento, aunque lo estará por hechos muy similares en la Audiencia Nacional. Pero su figura es clave en la estrategia de defensa que desde el principio ha establecido el abogado de Forn, Javier Melero, quien le ha arrancado esta frase al testigo. Su afán pasa por demostrar que su cliente, en los apenas tres meses que pasó en el cargo, no le dio ninguna instrucción a los Mossos para que facilitasen el referéndum ilegal del 1-O y que sus declaraciones públicas a favor de la consulta no condicionaron a los mandos de la policía autonómica.
Albert Batlle ha acudido como testigo al juicio del procés y su testimonio estaba llamado a continuar la línea trazada en la sesión previa por los consejeros que dejaron plantado a Puigdemont por el temor a la deriva unilateral que estaba tomando la Generalitat. En ese sentido, tanto Vox como la fiscal Consuelo Madrigal lograron evidenciar el recelo que a Batlle le produjo el nombramiento de Forn tras la dimisión del anterior conseller, Jordi Jané.
Por "comodidad personal"
El propio Batlle también optó por dimitir nada más producirse ese relevo y, según ha dicho, al escuchar las declaraciones de Forn al aceptar el cargo de máximo responsable de los Mossos. En su declaración en el Supremo ha enmarcado su decisión en motivos personales, pero también ha aludido a “motivos de índole político”. Luego ha explicado que se refería al derecho del nuevo consejero a nombrar a alguien de su confianza.
También se ha justificado en motivos de "comodidad personal" y es que ha reconocido que no estaba a gusto atendiendo a los apoyos políticos que sustentaban al Gobierno como la CUP, que pedía su dimisión. “Le presenté una carta de dimisión el día 17”, ha recordado Batlle sobre aquella misiva en la que dejó por escrito que los Mossos “seguirían cumpliendo la Ley”.
Hasta ahí sirvió su relato a la Fiscalía porque todo lo demás fue una defensa cerrada de los Mossos d’Esquadra en contra de la tesis de la rebelión defendida por el Ministerio Público de que la Generalitat usó "un cuerpo policial armado e integrado por unos 17.000 efectivos aproximadamente, que acataría exclusivamente sus instrucciones --como así sucedió--".
El papel de los Mossos
El director de los Mossos que ya no dirigió el Cuerpo durante el 1-O ha afirmado que se fue estando seguro de que sus agentes cumplirían la ley ante el referéndum y que son los operativos los que llevan “la voz cantante” en los dispositivos.
El abogado de Forn fue el único de las defensas de los acusados que se animó a interrogar a Batlle, el cargo político que en su día otorgó a Trapero el mayor rango uniformado en la policía catalana. “¿Cuál era la singularidad del señor Trapero, su lealtad política o era de naturaleza técnica?”, se ha interesado el abogado. “Por supuesto, era una valoración técnica”, ha zanjado Batlle.
Además de eso, el abogado Melero ha querido evidenciar con sus preguntas que, pese a la dimisión de Batlle, Forn no cesó a Trapero ni a nadie de la cúpula de los Mossos que heredó del anterior conseller. Con la vista puesta en el despliegue del 1-O, también obtuvo de Batlle la confirmación de que los cargos políticos como él no intervenían en los operativos de orden público salvo cuando había que autorizar el uso de proyectiles Foam (cubiertos de una especie de gomaespuma). Según ha dicho Batlle, los políticos solo actuaban después si consideraban que algo había salido mal.