Isabel Díaz Ayuso tiene perfectamente diseñado su plan de actuación de cara a estos primeros meses de gestión que acaba de estrenar. Tiene diseñada la estrategia y perfilados los principales pasos que se irán dando al menos durante el primer año. Mano firme, paciencia y profesionalidad. En su equipo se subraya que ha de enfrentarse a un tridente de severas amenazas para el desarrollo de su gestión.
El primero, su propio Gobierno, es decir, el encaje de Ciudadanos en esta apuesta. También va a tener que moverse con un respaldo parlamentario inestable y muy beligerante. Finalmente, un horizonte económico repleto de nubes amenazantes. "Son tres terrenos inhóspitos y rebosantes de problemas", señalan estas fuentes.
Pablo Casado logró su objetivo. Reconquistar el ayuntamiento madrileño y conservar el Ejecutivo de la Comunidad. Ahora toca lidiar en las dos plazas. Martínez Almeida, al frente del Consistorio, no parece que vaya a tener más problemas de los ordinarios. Díaz Ayuso lo tiene más complicado. Su Ejecutivo poco parece que vaya a tener que ver con el del alcalde. Ciudadanos ha dado muestras de que será una pareja de baile mucho más incómoda en la Comunidad que en el consistorio. Al menos, por lo que se ha detectado hasta el momento.
El primer signo: Albert Rivera ha insistido en aceptar el empeño de Ángel Garrido de entrar en el gabinete. Se trata quizás de una promesa que había que cumplir. Pero la presencia del expresidente de la Comunidad, que se pasó al equipo naranja a cuatro días de las elecciones, no deja de ser una pieza incómoda.
Ayuso ha demostrado enorme paciencia durante las negociaciones para formar gobierno. Se entiende relativamente bien con Ignacio Aguado, "al menos cuando las cosas dependen de Aguado y no de Rivera", dicen en el PP. Este ejecutivo bipartito, con todo, va a toparse con más serios inconvenientes que, por ejemplo, los que se está encontrando Moreno Bonilla en Andalucía. Madrid es el escaparate y Rivera quiere hacer valer su posición determinante en la plaza. En fuentes populares valoran el nivel profesional de los consejeros designados pro Cs. Salvo el asunto Garrido. Otra cosa es la actitud que mantenga Aguado y las instrucciones que imparta Rivera. "Estamos ante un territorio inexplorado y hay que confiar en que todo se desarrolle bien, por el bien de las dos partes", dicen en el PP". Pero no se fían.
"Vox nos hará sudar"
Tampoco será sencillo lograr el respaldo de Vox en los trámites parlamentarios de la gestión. Son 20 diputados fundamentales para que la legislatura avance sin severos contratiempos. Rocío Monasterio, que mostró su faceta más exigente durante las negociaciones de investidura, ya lo ha advertido: no va a pasar una. Ni presupuestos ni otras cuestiones clave para la gestión de Ayuso. Las relaciones entre PP y Vox no son demasiado fluidas en Madrid. El partido de Abascal ha cumplido con su parte: no permitir a la izquierda que se haga con el poder en la Comunidad. Ahora se entra en la etapa de la gestión. Y Vox va a poner problemas. "Vamos a sudar y lo pasaremos mal", dice un miembro del Ejecutivo de Ayuso.
A este horizonte complicado se suma la incertidumbre económica. El éxito del PP en Madrid ha sido, durante estos cinco lustros, su impecable gestión del ámbito económico. No se puede fallar. Ayuso es particularmente sensible a este aspecto. Ha colocado a Javier Fernández-Lasquetty al frente de la cartera de Hacienda. Bajar impuestos. Controlar el gasto. No despilfarrar. La era de Esperanza Aguirre fue impecable en este aspecto. No se pude dar un paso atrás. Faes, la fundación de Aznar en la que se ha desempeñado durante muchos años el propio Lasquetty, apuntaba días atrás las claves para no pinchar en este ámbito: dinamismo económico, empleo, rendimiento de infraestructuras, funcionamiento de los servicios públicos. El PP lo ha hecho bien hasta ahora. Por eso conseguía mayorías absolutas.
La lacra de la corrupción se lo llevó todo por delante. Ayuso ha logrado un imposible, un milagro: conservar el gobierno de los populares en la región más castigada por la peste de los escándalos. Competencia y transparencia en la gestión pública tienen que ir de la mano, añaden en Faes.